Machu Picchu pone límites al turismo

El sitio arqueológico más importante de Perú limita las visitas a dos turnos diarios y está prohibido ver las ruinas sin un guía

Machu Picchu estaba en camino a morir de éxito. Las ruinas de las ciudad oculta de los incas han registrado 1,4 millones de visitantes durante 2016, un promedio de 5.000 personas por día, el doble de lo que recomienda la Unesco para no poner el peligro el yacimiento.

En un principio a Machu Picchu concurrían hippies y místicos en busca de energías cósmicas. Los turistas extranjeros aumentaron su número en las últimas décadas, y además de los amantes del senderismo que recorren el Camino del Inca durante tres días –bajo una lluvia que nunca cesa-, cada vez son más los visitantes que llegan en el tren que recorre los 82 kilómetros del Valle Sagrado desde Cusco.

La Unesco ha incluido a la antigua ciudadela en el listado de sitios arqueológicos en peligro por la masificación turística. Para evitar males mayores, el gobierno de Perú ha presentado unas medidas para limitar las visitas.

Sólo dos turnos por día

A partir del 1 de julio sólo se podrá entrar en un grupo conducido por un guía, y que no supere las 16 personas. Hasta ahora cualquiera podía pasear libremente por las ruinas, pero ahora se acabó: hay que seguir una ruta indicada y no demorar a los visitantes que llegan por detrás.

Habrá dos turnos para conocer la ciudadela: entre las 6.00 y las 12.00, y de 12.00 a 17.30. Si se quiere permanecer más tiempo, pues habrá que comprar dos entradas.

El valor de los tickets sigue igual: 42 euros por la mañana y 28 euros por la tarde. Las entradas se deben comprar previamente (se sugiere hacerlo por Internet), porque hay un número limitado por día: hasta 3.267 en el primer turno y 2.673 en el segundo. Si bien esta organización superaría el número global de visitantes diarios, las autoridades de la Dirección Desconcertada de Cultura de Cusco esperan que así se distribuyan mejor y se evite que los turistas se queden durante largas horas en el yacimiento y creen un cuello de botella con los nuevos contingentes.

De esta manera también se espera descomprimir los atascos que solían ocurrir por la mañana: los visitantes más madrugadores podían estar dos horas esperando para tomar un bus y luego una hora más para entrar en Machu Picchu.

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