¿Encerrado en casa? Demos la vuelta al mundo con 10 libros de viajes

A pesar de las restricciones sanitarias podemos viajar libremente gracias a estos autores, que nos llevan a dar todas las vueltas al mundo que querramos

De acuerdo, a nadie le gusta estar encerrado. Y menos con esta crisis del coronavirus. Pero podemos seguir viajando, al menos en nuestra imaginación gracias a estas diez obras clave de la literatura de viajes.

Por supuesto que no están todos los libros que deberían. Y la selección, como cualquier otra, es arbitraria. Pero es una breve sugerencia para poder contrarrestar el agobio de estar tantas horas en casa, y con opciones más creativas que permanecer enganchado las a maratones de series.

1. La vuelta al mundo en 80 días (Julio Verne)

Todo un clásico de la literatura de viajes que cualquier aspirante a trotamundos debería haber leído en su infancia.

¿Quién no soñó con emular al flemático Phileas Fogg en su loca aventura de dar la vuelta al planeta en una fascinante carrera contra el tiempo? Ahora podemos viajar a través del globo en avión en poco más de un día, o quizás en un crucero que puede tardar más tiempo pero que a nadie le importa.

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La aventura que Verne creó para Fogg y su ayudante Passepartout, con el detective Fix pisándole los talones y con ganas de arruinarle la apuesta, es una invitación a descubrir el exotismo de la India, las llanuras infinitas de EEUU, los agitados mares orientales y los ferrocarriles europeos del último tercio del siglo XIX.

2. En la Patagonia (Bruce Chatwin)

Un pequeño trozo de piel de brontosaurio, regalado por su abuela, motiva a Chatwick a emprender un viaje por las soledades patagónicas, territorios de vientos constantes y mesetas de vegetación rala que esconde historias y anécdotas que el autor va desgranando en un elegante ejercicio de crónica periodística.

Bruce Chatwin, en ‘En la Patagonia’, cuenta historias del confín del mundo que parecen increíbles si no fuera reales

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Pero aquí no se esperen datos estadísticos de la geografía, la flora y fauna patagónica, que para eso están las guías de turismo. Aquí Chatwick transmite su fascinación por las historias del delirante francés que se proclamó rey de Araucania, de los galeses que se instalaron en el río Chubut escapando de la intolerancia británica, de la búsqueda de refugio de los ladrones Butch Cassidy y Sundance Kid, y de cómo los presos del penal de Ushuaia construyeron el ferrocarril y la cárcel que parecía una versión sudamericana de un gulag.

3. Comer, rezar, amar (Elizabeth Gilbert)

Saquemos los perjuicios: este no es un libro para mujeres, ni tampoco es una obra de autoayuda. Aunque es cierto que fue un trampolín para que muchas viajeras se lancen a recorrer en soledad el destino que hubieran soñado, con la ilusión de repetir la experiencia de Elizabeth, que podía encontrar a una representación divina en un trozo de pizza en Roma o en un templo de la India.

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Es el deseo de viajar y de huir de las tormentas personales, la cura de humildad que viene del aprendizaje de otras culturas, el exotismo de Bali y la inmersión en las antiguas filosofías en un viaje iniciático hacia el amor y el deseo de ser libre.

4. El delirio blanco (Jacek Hugo-Bader)

¿A quién se le puede ocurrir recorrer Siberia en pleno invierno? Solamente a alguien como el escritor polaco Hugo-Bader que emprende una travesía tan fascinante como arriesgada por el lado B de la inmensa geografía rusa, desde Moscú a Vladivostok.

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En su viaje la desolación convive con la fascinación por las etnias que sobreviven ante un clima extremo hostil, y ante otros enemigos que merodean como los lobos en la taiga, desde la corrupción hasta el alcoholismo.

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En su derrotero de cuatro meses en un 4×4 se topa con los últimos hippies que esquivaron el destierro a los gulags, con nostálgicos de la prepotencia soviética en la Guerra Fría, un Jesucristo ruso que alardea que tiene más de 100.000 seguidores, un jinete que pretende unir la capital rusa con Beijing a caballo, y con Mikhail Kalashnikov, el inventor de la arma más mortífera de la historia moderna que a sus 88 años está orgulloso de su creación.

5. Viajes con Heródoto (Ryszard Kapuscinski)

El gran maestro de la narrativa periodística es como un guía de viajes por diferentes regiones y épocas, como hizo con Ébano por la sangrante historia de África o en Imperio con la historia soviética a bordo del Transiberiano.

Con Viajes con Heródoto Kapuscinski une su pasión por los viajes y sus 50 años de profesión con una acertada pluma para describir diferentes situaciones históricas, mezcladas con sus vivencias y pasiones personales.

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La Historia de Heródoto es la excusa para contar su fascinación por la India, la desesperación del gueto de Varsovia en la Segunda Guerra o el tesón de los defensores de las Termópilas; pero también para reflexionar por qué un periodista tiene que tener un deseo innato por viajar, ser curioso, meterse donde nadie le llama y sobrevivir para contarlo.

6. La máscara de África (V.S. Naipaul)

Este escritor de Trinidad, proveniente de una familia hindú, vuelve a África cuatro décadas después de haber vivido en el continente. Su viaje por Uganda, en el centro geográfico, le lleva a Ghana, Nigeria, Costa del Marfil, Gabón y luego salta a Sudáfrica.

Naipaul recorre media África buscando las raíces de su espiritualidad, para pintar un lienzo donde la magia convive con una cruda realidad

En su periplo persiste la búsqueda de la espiritualidad, entre las grandes religiones que llegaron por la fuerza de la fe o las armas, o el animismo que persiste en las pequeñas aldeas y en la grandes metrópolis.

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Con la bendición de Joseph Conrad analiza las razones del racismo y el colonialismo, que a pesar de estar en 2008 todavía aflora en Sudáfrica, donde es evidente que “los rascacielos de Johannesburgo no se erigían sobre arena”.

7. En las antípodas (Bill Bryson)

Antes del éxito de Una breve historia de casi todo Bill Bryson se había animado a salir de su hogar en Inglaterra y recorrió Australia de punta a punta. El resultado es En las antípodas, una crónica de viaje y un toque de divulgación donde sin perder el humor describe a un país-continente tan gigante como fascinante.

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Australia presenta una economía del primer mundo pero hasta hace poco tenía un sistema de apartheid con sus pueblos nativos peor que el sudafricano. Sus ciudades costeras parecen una copia de San Francisco o Miami pero en el desértico outback los granjeros no salen sin su rifle.

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En estas tierras circula un ferrocarril que solo es superado por el Transiberiano, en su costas del noreste vive la mayor especie viviente del planeta que es la Gran Barrera de Coral, aquí hay especies animales desconocidas en el resto del mundo y a pesar de que gran parte es un territorio casi tan inhóspito como la Antártida allí puede haber frescos bosques y hasta cerros ideales para esquiar.

8. En el camino (Jack Kerouac)

Es la biblia de la generación beat, donde Kerouac se pone en la piel del narrador Sal Paradise para contar un lisérgico viaje desde Nueva York a Denver, para poner rumbo a San Francisco y Los Ángeles.

‘En el camino’, libro fundacional de la generación beat, Kerouac muestra una cara de EEUU que el sueño americano no quería ni reconocer

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Una década después de la Segunda Guerra EEUU vivía en medio del sueño americano, pero Kerouac/Paradise se encargan de mostrar sus peores pesadillas, con drogas, sexo, jazz, desolación y éxtasis, la otra cara de un país que crecía a distintas velocidades, y que se reflejan en las crónicas de viajes que compartió con Neal Cassady, Allen Ginsberg y William Burroughs.

9. Las rosas del sur (Julio Llamazares)

La ciclópea tarea de describir las catedrales de España sumergió a Julio Llamazares en una aventura literaria y de trotamundos que le llevó 16 años y un recorrido de más de 20.000 kilómetros.

Con Las rosas de piedra nos presentó los templos más importantes del norte español, y en Las rosas del sur cierra su díptico con las catedrales que hay en la mitad meridional de la península y las islas.

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El punto de partida está en Madrid y desde allí transita por las iglesias más importantes de Extremadura, Andalucía, Castilla La Mancha, Baleares y Canarias.

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No es un libro de historia, sino que cuenta historias. La del templo, sí, pero también la del pueblo que la acoge, así como de los vecinos y hombres de la iglesia que trabajan y viven en su seno. Y también la suya, con su vivencia de viajero bajo una agradecida óptica humanista.

10. El interior (Martín Caparrós)

¿Qué es un país? ¿Una bandera? ¿Una línea de puntos en un mapa? Con estas preguntas el argentino Martín Caparrós emprende un viaje de 30.000 kilómetros por el centro y norte de su país, un trayecto circular en el que prefiere los pueblos a las ciudades, en que cada persona vista de cerca es un mundo, y que muestra una realidad a veces surrealista, en otras maravillosa y en ocasiones grotesca.

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Viajando en su Renault 21 que a veces le traiciona en rutas polvorientas la afilada prosa de Caparrós presenta personajes anónimos pero imprescindibles, se sumerge en una identidad donde se conjuga la tradición colonial española con la herencia indígena, sazonada con las inmigraciones centro europeas; en paisajes que van desde las llanuras que no se acaban nunca a los ríos gigantescos, pasando por las yermas colinas del noreste.

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