Un rincón en el Montsant para una desconexión cinco estrellas

El hotel y bodega Terra Dominicata, en la región de Priorat, presenta una propuesta de descanso, gastronomía y enoturismo de alta categoría

En un rincón en la falda del macizo de Montsant, a una hora y media de Barcelona, una antigua granja de monjes cartujanos se reconvirtió en un elegante hotel de cinco estrellas donde el relax se combina con la naturaleza y el enoturismo.

Terra Dominicata Hotel & Winery abrió sus puertas en julio del año pasado, y como si fuera un secreto de boca oreja, cada vez más personas descubren este lugar al que se llega tras un camino sinuoso, pero con paisajes de serranías y viñedos que justifican el viaje.

La herencia de los monjes cartujanos

La orden de los cartujanos se instaló en las cercanías en el siglo XII, en un monasterio cuyas ruinas –con partes reconstruidas- se pueden visitar.

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Terra Dominicata se encuentra en la sierra de Montsant. Foto: JPCh

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De Francia trajeron el arte del vino y los olivos, tradición que más de ocho siglos después resucitó con dos denominaciones de origen vinícolas de justa fama mundial.

El único monje autorizado a recorrer y administrar las fincas era el prior. De ahí viene el nombre de Priorat a la región

Una de la de DO Montsant, por la sierra que la protege; y la otra es la DO Priorat, nombre de la comarca y que proviene de “tierras del prior”, el único autorizado a recorrer las fincas propiedad esta orden de clausura.

De granja a hotel de lujo

Una de las granjas se reconvirtió es el actual hotel Terra Dominicata, que había sido abandonada tras la amortización del siglo XIX y que en las últimas décadas se recuperó para la producción de vinos.

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El hotel conserva el estilo de la antigua granja de los monjes cartujanos. Foto: JPCh.

La familia Vives compró las instalaciones, reconstruyó el edificio manteniendo el estilo austero de la finca agrícola, y creó este hotel de cinco estrellas con 26 habitaciones, divididas en tres categorías y donde ninguna se parece a la otra. Este hotel forma parte del selecto círculo de Small Luxury Hotels of the World.

Nada de TV

Este es un lugar para descansar. Ni en las habitaciones ni en las salas hay televisores, y aunque cueste liberarse del móvil, hay que ejercitar el derecho a la desconexión sentado en la terraza de 600 metros cuadrados, caminado entre las vides hasta el cercano pueblo de Scala Dei, o pasando las horas con un cóctel en la piscina; aunque no haya un calor que justifique el chapuzón.

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El salón del restaurante es para 56 comensales. Foto: JPCh.

También se pueden realizar cabalgatas por los alrededores o participar de una clase de cocina, pero uno de los programas más recomendados es asistir a la cata de los vinos que se producen en las 130 hectáreas de la finca.

La bodega

Uno de los edificios aloja la bodega con tres salas, una de ellas cocina polivalente y otras dos que se usan para las degustaciones pero que también se alquilan para eventos corporativos.

Terra Dominicata produce tres vinos: el rosado Umbra, el blanco Sui Generis y el tinto Domus Aquilae

Diana Juárez, somelier del Alma Mater, el restaurante del hotel, guía didácticamente por los pasos de la producción de vinos, que se realiza con uvas de las variedades garnacha, merlot, cabernet sauvignon y cariñena, entre otras.

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Cata de vinos. Foto: JPCh.

Las primeras añadas son de 2006 y actualmente cuentan con tres recomendados exponentes: el nuevo rosado Umbra, el tinto Domus Aquilae y el blanco Sui Generis.

Cultura de vinos

No hay otro lugar donde probarlos que no sea en este hotel, cuyo restaurante tiene una de las mayores cartas que se puedan encontrar de las DO Priorat y Montsant, que también son aportadas por las bodegas de la zona.

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Vistas de la piscina. Foto: JPCh.

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Eso se confirma cuando se pasea por los pueblos de la región. En algunos, como el cercano Gratallops, “viven 200 personas pero hay 40 bodegas”, detalla Juárez. Cuesta encontrar una panadería y no digamos una ferretería en estos pueblos, pero cellers hay casi uno por cada hogar.

Opciones gastronómicas

Las salas y las habitaciones del Terra Dominicata, decoradas por Black Velvet Studio, se presentan en un estilo de elegante minimalismo, con abundancia de tonos claros y con un equilibrado uso de la madera, un homenaje a los bosques de la región.

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El desayuno se basa en preparaciones artesanales. Foto: JPCh.

El restaurante, a cargo de la chef Mattia Turchet, presenta dos cartas que oscilan entre una más natural y clásica para el mediodía, y otra más cálida pero un poco más sofisticada para la noche.

Un menú degustación del Alma Mater permite elegir entre el risotto cremoso de langostinos, la ensalada de muzarella, con manzanas y pepino o el provolone al horno con tocino, tomate y albahaca como entrante.

De segundo las opciones giran entre la entraña a la brasa, la tagliata de entrecote a la brasa con parmigiano y rúcula y la lubina con espuma de patata.

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Cocina polivalente para las catas. Foto: JPCh.

De postre, se ofrecen la torrija de mantequilla con helado de avellana y crumble de nueces y el soufflé esponjoso de avellanas del Priorat con sorbete de frambuesas.

Silencio entre las vides

El desayuno es potente, pero sin exagerar. Priman la pastelería artesanal, los montaditos de salmón o jamón ibérico, los productos frescos y una serie de platos calientes donde brillan la tortilla de patatas y los pancakes.

Estas elaboraciones, si el clima acompaña, se recomiendan tomarlas en la terraza, elevada sobre los viñedos y donde lo único que se escucha es el silencio. O a alguna ave que cada tanto canta.

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