Quién es Arata Isozaki, el nuevo premio Pritzker de Arquitectura

El japonés Arata Isozaki gana el Nobel de la arquitectura, un reconocimiento a quien construyó un puente entre las tendencias de Oriente y Occidente

Quien esté paseando por la sierra de Montjuic se encontrará, con pocos minutos de diferencia, con dos obras de Arata Isozaki. El Palau Sant Jordi y el hall de acceso al Caixaforum son excelentes muestras del talento del nuevo ganador del premio Pritzker de arquitectura.

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A sus 87 años este premio le llega como un reconocimiento a casi seis décadas de carrera y más de un centenar de trabajos realizados en todo el mundo.

No se le puede encasillar en un estilo a este profesional “que nunca repitió el status-quo sino que lo cambió”, como define el jurado del premio.

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Palacio del Centenario, en Nara (Japón).

Resugir de las cenizas

Nacido en la ciudad de Oita, en su infancia vio como la Segunda Guerra Mundial dejaba las poblaciones reducidas a escombros. Esta idea de resurgir de las cenizas, de constante renovación, marcó a fuego su carrera.

Isozaki fue el primer japonés que tendió puentes en entre la arquitectura de Oriente y Occidente

Cuando Occidente invadía de ideas y profesionales al mundo oriental Isozaki fue pionero en el camino inverso. “Fue el primer arquitecto japonés que forjó una sólida relación entre el Este y el Oeste”, describe el jurado.

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Parque de Cerámica Mino, Japón.

Obras que responden al entorno

Sus obras se nutrían del exterior antes de definir su estilo. Así, el Japón que resurgía de las cenizas inspiró al brutalismo de su primera gran obra, la Biblioteca Municipal de Oita.

El uso geométrico de los cubos en el Museo de Arte Moderno de Gunma marca un bonito diálogo con el agua, y su desembarco en EEUU con el Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles abre lo que Isozaki llamó como “la retórica del cilindro”, que también evidencia el uso de materiales autóctonos.

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Torre Allianz, en Milán.

Pensar global, actuar local

Su concepción de la influencia del medio ambiente, y el diálogo entre tiempo y forma da sentido a su filosofía ma, que también se nutre de una idea básica: pensar globalmente para actuar localmente.

Eso se ve en el Parque de Cerámica Mino, de Japón, un museo situado sobre un valle con cascadas que prolonga la topografía del lugar con una serie de terrazas escalonadas.

O en el Palau Sant Jordi, donde jugó con las formas orgánicas para diluir el impacto visual de un estadio cerrado para 17.000 personas en medio de una sierra.

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Al edificarlo el mundo se sorprendió cómo la cúpula –que recuerda a un templo budista- pudo se colocada en pocas horas, lo que marca otro sello de identidad de Isozaki: sus estudios de ingeniería lo llevaron a pensar en cómo construir es tan importante como la funcionalidad del edificio.

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Palau Sant Jordi, Barcelona.

Elegancia y formas orgánicas

El Centro de Convenciones de Qatar, con las columnas que parecen troncos, es otra muestra de sus ideas orgánicas, mientras que la Torre Allianz, de Milán, destila elegancia con su sutil y longilínea estructura, sostenida por pilares que le dan una idea de falsa fragilidad.

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Centro Nacional de Convenciones, Qatar.

En España sus obras están distribuidas en toda la geografía. Además de las citadas de la ciudad condal están el Pabellón polideportivo en Palafolls, La Casa del Hombre de La Coruña, el Parque de la Muntanyeta de Sant Boi, en Barcelona; el Parque Universitario de Santiago de Compostela, el complejo Isozaki Atea de Bilbao, la Ciudad del Motor de Aragón, los edificios del centro D38 en la Zona Franca de Barcelona, los Bahns d’Arties en el Vall d’Aran y las Bodegas La Horra de Burgos.

“Sin dudas es una de las figuras que más influencia han tenido en el mundo de la arquitectura, caracterizado por su constante búsqueda y sin temor a experimentar con nuevas ideas”. Así es Arata Isozaki, el nuevo ganador del premio Pritzker de arquitectura.

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