La fascinante historia de espionaje detrás del nuevo museo de Tánger

Villa Harris, la fastuosa mansión del periodista y espía británico Walter Harris en la ciudad marroquí, reabre tras años de abandono como un museo de arte

Villa Harris, en Tánger. Foto: Javier Otazu Elcano | EFE.

Fue construido como un suntuoso palacio morisco rodeado de exuberantes jardines aunque no pertenecía a ningún rey ni sultán. Después fue casino y resort turístico. Finalmente abandonado, a finales de siglo XX languidecía bajo la indiferente mirada de cabras y ovejas que pastaban en sus dominios, antes frecuentados por periodistas, cónsules y embajadores afincados en Marruecos. Catalogado como patrimonio nacional en 2007, ahora, Villa Harris recupera su antiguo esplendor para revivir como museo. 

Ubicado en el distrito de Malabata de Tánger, el complejo ha sido totalmente restaurado y transformado para albergar este espacio museístico, integrado en la Fundación Nacional de Museos (FNM) que abre sus puertas con una impresionante colección de 200 obras de pintores marroquíes y orientalistas europeos. 

Nutrido de una importante donación del mecenas local Khalil Belguench, el museo, ya abierto, muestra obras de pintores de los siglos XIX y XX como Edy-Legrand, Claudio Bravo, Jacques Veyrassat y Jacques Majorelle, así como de lo más granado del arte marroquí: Ben Ali R’bati, considerado el padre de la pintura marroquí moderna, Mohamed Ben Allal, Ahmed Yacoubi, Mohamed Hamri, Mohamed Melehi, Mekki Mghara, Mohamed Chebaa, Ahmed Cherkaoui, Belkahia, Miloud Labied, Fouad Bellamine, Abdelkebir Rabia, Fatima Hassan, Mustapha Boujemaaoui, y Mohamed Kacimi. 

Villa Harris renace de nuevo, ahora como museo. Foto: Javier Otazu Elcano | EFE.

Todas las vidas de Villa Harris 

Aderezada de espías, intrigas y conspiraciones, la historia de la casa, que bien podría ser la trama de una novela, fue muy real y, de hecho, es una pieza más que reafirma la posición de Tánger como uno de los tableros determinantes que influyeron en la Segunda Guerra Mundial. De hecho, entre los años treinta y sesenta del siglo XX fue uno de los mayores nidos de espías del mundo. 

Pero antes de que la actividad se concentrase en hoteles como El Minzah (base de operaciones de los ingleses), el Rif (de los alemanes), o el Continental (franceses), todo pasaba por Villa Harris, la que fuera morada en Tánger del periodista, espía y aventurero británico Walter Harris (1866-1933) a principios del siglo XX. 

La mansión del periodista rivalizaba con las sedes de los consulados de las naciones más poderosas del mundo presentes en Tánger

Sorprende que un mero periodista, por muy corresponsal del Times que fuese, pudiera acumular la riqueza y el poder necesarios para edificar de la nada su propio palacio, que rodeó de varias hectáreas de jardines plagadas de plantas exoticas. 

De estilo neomorisco, tal y como se llevaba a principios del siglo XX, fue capaz de rivalizar con los poderosos consulados de las grandes naciones con intereses en Tánger: a saber, España, Francia, Inglaterra y Estados Unidos –todas mantienen en la ciudad vestigios de aquel esplendor aunque ya no sus palacetes, que fueron pasando a manos locales y adaptadas a los usos más variopintos-. 

El nuevo museo se encuadra en la Fundación Nacional de Museos de Marruecos.

Lo mismo pasó con Villa Harris: cuando el periodista se arruinó -en sus memorias tachó al Gobierno británico de avaro, «tanto en dinero como en palabras»-, vendió su mansión al español Onofre Zapata, que la transformó en casino. Cerrado en 1940, después sería el Club Med francés el que la resucitase en 1971, esta vez como complejo de vacaciones. 

Qué sucedía en Villa Harris 

Si atentemos a lo que cuenta Harris en sus memorias Morocco that was (Marruecos que fue) en las que narra sus treinta años de vida en el país, el periodista habría llegado a Tánger a principios del siglo XX, precisamente cuando las potencias europeas se disputaban el mapa de África y el de Marruecos. La importancia estratégica de Tánger fue tal que la urbe adoptó un ‘estatuto internacional’ bajo el protectorado franco-español entre 1912 y 1956. 

Walter Harris llegó a Tánger a principios del siglo XX, cuando las potencias europeas se disputaban los mapas de África y de Marruecos

Harris era teóricamente corresponsal del Times, decíamos, aunque sorprende que un mero periodista pudiese acumular tal poder e influencia: su ostentosa mansión era frecuentada por sultanes, cónsules, coroneles, espías y millonarios. 

Su don de gentes y su capacidad para las lenguas fueron sus mejores aliados: el británico hablaba árabe a la perfección y cuando viajaba por el país no tenía problema en vestir con chilaba y afeitarse al cabeza, dejando una larga trenza a la usanza rifeña. Se cuenta, incluso, que fue el primer rehén del bandido Ahmed Raisuni, el ‘señor de las montañas’ que se convirtió en el gran azote de los españoles. Del secuestro, dicen, salieron siendo amigos y hasta Harris hizo de intermediario con Raisuni en otros de sus raptos. 

Tumba de Harris en Tánger. Foto: avier Otazu Elcano | EFE.

Periodista de intrigas y pactos 

Por eso se cree que, más que un periodista al uso, Harris ejerció de espía y consejero. Maestro de la intriga, los pactos y las traiciones, se jactaba de su proximidad a los dos sultanes marroquíes con los que coincidió: Mulay Abdelaziz y Mulay Hafid, a quienes hablaba -decía él- con una franqueza que nunca nade había osado emplear con ellos. 

En sus memorias y aunque quizás haya que desconfiar de alguna parte de su relato, cuenta cómo fue el primer europeo que rehusó arrodillarse ante el sultán y poner su frente en el suelo. También como estos tenían con él todo tipo de deferencias, aunque no solo ellos: también potencias como Francia, España y EE UU le habrían agradecido los “servicios prestados”.  

Entre aventuras, anécdotas y no pocos comentarios ególatras sobre su inteligencia o su valor, se desvela un personaje complejo y difícil, seguramente esquivo al control de su propio Gobierno, que murió arruinado y que fue enterrado en el cementerio de la Iglesia Anglicana de San Andrés de Tánger bajo el epitafio, que aún puede leerse en su tumba, ‘Amó a las gentes moras y fue su amigo’.  

a.
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