Víborg: ni rusa ni finlandesa, sino todo lo contrario

La pequeña ciudad de Víborg es rusa pero su espíritu es finlandés, una villa de encantadoras casas de colores dueña de una rica historia para descubrir

Biblioteca diseñada por Alvar Aalto. Foto Wikipedia

Víborg no es una ciudad que uno tenga como prioridad en su lista de viajes, pero esta agradable localidad justifica una escapada desde San Petersburgo o si es que el viajero puede hacer una escala en el ferrocarril que conecta esta villa imperial con Helsinski.

Ubicada a 30 km de la frontera ruso-finlandesa, esta ciudad fue una moneda de cambio en las guerras que una y otra vez sacudieron la región del Báltico.

Cinco estados tras una ciudad

Fue fortificada por el reino de Suecia a fines del siglo XIII para proteger las rutas comerciales por este mar, pero los muros no sirvieron para que Pedro el Grande la tomara bajo su control en 1710.

La ciudad conserva el aire báltico en sus edificios. Foto Raita Fruto | Flickr

Víborg se llamó Viipuri mientras perteneció a Finlandia entre 1918 y 1940, época en que vivió uno de sus períodos de mayor esplendor.

Pero tras la Segunda Guerra fue anexionada por la Unión Soviética, en una conquista seguida por las expulsiones en masa de la etnia finlandesa.

Durante el dominio de Finlandia la ciudad de Víborg, en ese entonces Viipuri, vivió uno de sus períodos de esplendor

La ciudad sigue en manos de Rusia, pero como una venganza de la afrenta de un siglo atrás, cada fin de semana cientos de finlandeses la invaden aunque en un plan más pacífico, ocupando sus terrazas frente al Báltico y paseando por sus parques y callejuelas del centro histórico.

Esta agitada historia dio como resultado una interesante amalgama de estilos en las construcciones, desde palacios renacentistas a bibliotecas con aire de Bauhaus. Y sin olvidar la tradición políglota de sus habitantes, que pueden pasar del ruso al finés con la misma facilidad con que se expresan en inglés o alemán.

Torre de San Olaf. Foto Dimitry Vetrov Flickr

El castillo

Su centro conserva varios edificios de colores, típico de la tradición báltica, con construcciones de ladrillo y otras anodinas surgidas tras la Segunda Guerra.

Uno de los sitios más emblemáticos es el Castillo de Víborg, construido por los suecos en 1293 en una pequeña isla.

Su arquitectura es del siglo XVI, donde se pueden recorrer sus salones y un pequeño museo histórico.

Pero el mayor atractivo es subir por la torre de San Olaf, que tiene hermosas vistas de la ciudad y la bahía que la rodea.

Biblioteca diseñada por Alvar Aalto. Foto Wikipedia

Otro sitio histórico destacado son los restos de la fortaleza de Anniskie, en la franja sur de la isla de Tverdysh, esta vez levantada por los rusos para frenar a los suecos. Como corresponde con la exaltación patriota rusa, una estatua de Pedro el Grande domina la zona.

Los años finlandeses

La época de gobierno finlandés dotó a la ciudad de varios edificios de estética art nouveau, mantenidos en diferentes grados de mantenimiento.

Fruto de aquellos años es la biblioteca diseñada por Alvar Aalto en 1935, con su estructura geométrica de un blanco impoluto, con sus puertas con manillares de bronce, sus luces circulares en las salas de lectura y sus elegantes anaqueles de maderas de abedul.

La arquitectura moderna está presente con la biblioteca diseñada por Alvar Aalto y el museo Hermitage creado por Uno Ulberg

Otro es el museo Hermitage de Víborg. Este presenta un fragmento de la fastuosa colección del famoso centro de arte de San Petersburgo, en exposiciones que cambian cada seis meses.

El museo Hermitage de Víborg. Foto Wikipedia

Diseñado por el arquitecto finlandés Uno Ulberg, es interesante ver cómo el edificio moderno adaptó la estructura de un antiguo bastión defensivo.

Pausa en color verde

Los finlandeses que pasean por la ciudad o que pasan la temporada de verano suelen escaparse a los dos parques más importantes. Dos de ellos, el Lenin y el Esplanade, se pueden considerar como una unidad, solo dividido por la avenida Leningradsky.

Hogar de árboles centenarios y grandes estatuas, cada uno tiene un edificio para presumir: el Lenin tiene la citada biblioteca de Aalto y el Esplanade la catedral luterana de San Pedro y San Pablo.

Capilla de Ludwigshtein, en el parque Monrepos. Foto Oleg Kovalenko

El otro parque es el Monrepo. Ubicado frente a la bahía de Zashchitnaya, es una válvula de escape verde con su paisajismo de estilo clásico, sus puentes curvos y sus pabellones que presentan una gran diversidad de estilos; como corresponde con una ciudad de dimensiones pequeñas pero con siete siglos de historia.

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