Viaje por cuatro estados europeos que duraron menos que un suspiro

La pendular historia de Europa ha creado y desvanecido estados a lo largo de los siglos. Sus huellas se pueden reconocer en estos recorridos

Guerras, alianzas dinásticas y fusiones políticas han creado y desvanecido estados en Europa durante toda su historia. De estos vaivenes han quedado numerosas huellas en sus costumbres, dialectos, en monumentos y palacios.

Descubrimos algunas trazas de cuatro estados de una existencia efímera, que fueron un suspiro en la larga historia del continente.

Schleswig

Schleswig-Holstein es uno de los 16 estados (länder) de Alemania, pero antes de su fusión bajo la batuta de Prusia fue un ducado independiente, encajonado entre los mares Báltico y del Norte con dos vecinos poderosos en sus flancos, el reino de Dinamarca y la Confederación Germánica.

Palacio de Gottorf, recuerdo del antiguo ducado de Schleswig. Foto: Wikipedia.

Palacio de Gottorf, recuerdo del antiguo ducado de Schleswig. Foto: Wikipedia.

De esos años en el lado del Báltico se pueden ver el castillo de Gottorf, en la ciudad de Schleswig, que tiene un interesante museo; mientras que el barrio de pescadores le da un bonito toque nostálgico.

Schleswig cuenta con numerosos castillos que recuerdan los años en que era un ducado independiente

En tanto en la faz del Mar del Norte destaca el puerto de Husum, catalogado como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Su castillo, construido en estilo renacentista holandés en el siglo XVI, tiene varios añadidos barrocos del siglo XVIII.

Tradicional residencia de verano del duque Adolfo de Schleswig-Holstein-Gottorp, ahora revive como centro cultural dedicado a exposiciones y espectáculos musicales.

Rumanía Oriental

Plovdiv fue la capital del breve estado de Rumanía Oriental, derivado de Rumelia, que era la porción de Rumania y Bulgaria que pertenecía al Imperio Otomano.

El tratado de Berlín de 1878 le concedió una autonomía que derivó en la creación de un estado que duró hasta la Primera Guerra Mundial.

[Para leer más: 48 horas en Plovdiv, la Capital Cultural Europea 2019]

Plovdiv fue la protagonista de este tira y afloja político, en la que se acuñaron monedas e imprimieron sellos postales buscados por los coleccionistas. Esta ciudad tiene un anfiteatro romano construido en el siglo I, la interesante mezquita Dzhumaya que data del siglo XIV, y un bonito casco antiguo de callejones estrechos.

Residencias creadas durante el Renacimiento Nacional Búlgaro, en Plovdiv. Foto: Pxhere.

Residencias creadas durante el Renacimiento Nacional Búlgaro, en Plovdiv. Foto: Pxhere.

Kapana, el antiguo barrio de artesanos, hoy es una meca hipster, mientras que las casas y palacios de las familias burguesas permiten conocer cómo fue el período conocido como Renacimiento Nacional Búlgaro, en el siglo XVIII, que se refleja en la decoración de las casas, con tallas de madera impresionantes y detalles decorativos sobre los muros de gran belleza.

Reino de las Dos Sicilias

Desde los siglos XIII y XV los territorios de Nápoles y Sicilia formaron parte de la Corona de Aragón con una rama de los Borbones en los tronos, pero una serie de guerras, alianzas y tratados a lo largo del siglo XVIII daría nacimiento al Reino de las Dos Sicilias en 1816, que duraría 50 años hasta la unificación italiana emprendida por Giuseppe Garibaldi.

[Para leer más: Ahora es Nápoles la que marca tendencia en Italia]

La huella de los Borbones, con sus claros y oscuros, se pueden ver en Nápoles en el Castillo Nuevo, en la iglesia de Santa Ana dei Lombardi, el Palacio Real, y otras residencias reales como las de Portici, la de Capodimonte y la de Caserta; algunas barrocas y otras renacentistas.

Palacio Real de Nápoles, una de las huellas de los Borbones en el sur de Italia. Foto: Wikipedia.

Palacio Real de Nápoles, una de las huellas de los Borbones en el sur de Italia. Foto: Wikipedia.

En Sicilia cabe destacar los palacios reales de Palermo, Messina, la Palazzina Cinese de la capital de la isla y el Real Pabellón de Caza de Ficussa; muchas de ellas abiertas al público en forma de museos y con espléndidos jardines.

Fiume/Rijeka

En italiano es Fiume, en croata es Rijeka, pero es la ciudad del Adriático que durante cuatro años se convirtió en un estado autónomo bajo la dirección de Gabriele d’Annunzio.

Fue entre 1920 a 1924, hasta que la Italia de Mussolini la absorbió, y que luego la Yugoslavia de Tito se encargó de aplastar cualquier intento posterior de autonomía.

[Para leer más: Una ruta por las capitales europeas de la cultura más desconocidas]

Pero la ciudad sigue manteniendo su espíritu de culturas mezcladas. Elegida como Capital Europea de la Cultura para 2020, al visitarla hay que pasar por el animado barrio de Trsat, en lo alto de una colina, al que se accede por una escalera de 560 peldaños y que nos reserva como premio tras la ascensión un impresionante castillo y varias hermosas iglesias.

Rijeka Riva promenade aerial

Vista del puerto de Rijeka, también conocida como Fiume.

En Korzo, el paseo marítimo, se puede deambular entre hermosos edificios de la época de los Habsburgo y, muy cerca, apreciar el decimonónico Teatro Nacional de Croacia, en cuyo texto admirar pinturas de Gustav Klimt.

A poca distancia y conectada por un puente tenemos la isla de Krk. Además, Rijeka es una buena base para descubrir la región de Istria.

a.
Ahora en portada