Varsovia a ritmo de Federico Chopin

Nadie como él supo convertir en música la esencia de Polonia que fluye en sus polonesas, mazurcas y nocturnos

Tierras de Mazovia, finales del invierno de 1810: nace un niño frágil y delicado que seduciría al mundo con la belleza de su música y con la destreza de sus dedos. Hijo del francés Nicolás Chopin y la polaca Tekla Justyna Kryzanowska, Fryderyk pasaría los primeros años de su vida en Zelazowa Wola, a 60 km de Varsovia. Le marcarían para siempre.

Su naturaleza y su folklore influyeron decisivamente en las composiciones de Federico Francisco Chopin, el padre de la música polaca, que supo fundir como nadie sus notas con los campos nevados, las veredas alineadas por sauces invernales, la dorada vegetación que adorna los recodos del río Vístula en otoño, o la explosión floral de la primavera.

Cuarto vástago de la familia Chopin, el único varón, creció al amparo de su madre, hija de la nobleza polaca venida a menos, y sus tres hermanas Lukwika, Izabella y Emilia. De hecho, su madre y especialmente su hermana Ludwika fueron sus primeras profesoras de piano, un mundo en el que pronto destacaría: ya a los seis años dominaba el instrumento y poco después compondría su primera obra la polonesa en Sol Menor, tutelado por su maestro Wojciech Zywny.

Casa natal de Chopin en Zelazowa Wola. Foto Pixabay.

Casa natal de Chopin en Zelazowa Wola. Foto: Pixabay.

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Del campo a la ciudad

El ciclo de Zelazowa Wola llegó a su fin cuando Nicolás fue destinado a Varsovia como profesor de la universidad. Allí la aristocracia abrió sus puertas al joven Federico, maravillada por su ingenio. Con solo 8 años dio su primer concierto en público en el palacio de los Radziwil

Las calles varsovianas con sus fachadas barrocas, su castillo a orillas del Vístula, su barbacana y su elegancia natural acogieron al pequeño Chopin y le ayudaron a desarrollar esa fuerza que se escondía en un cuerpo pequeño y delicado: “era un niño pálido, sentimental y lunático, con una intuición musical apabullante, una habilidad innata para la mímica, y una naturaleza enfermiza” decían de él. Con tal pasión quería poseer al piano con sus pequeñas manos que, se dice, calzaba cuñas en los dedos por la noche para poder abarcar las teclas.

Creció dando conciertos en los palacios de la aristocracia polaca que le mimaba y le aplaudía, paseando por unas calles en plena efervescencia política y cultural y disfrutando de los veranos de Mazovia en donde se empapaba del romanticismo y folklore del que llenarían su música.

Es faÌcil imaginar al pequeño Chopin por los jardines de los palacios de Varsovia. Foto Turismo de Varsovia

Es faÌcil imaginar al pequeño Chopin por los jardines de los palacios de Varsovia. Foto: Turismo de Varsovia.

Pero nunca pudo obviar su delicada constitución ni silenciar las recomendaciones de su familia ¡Abrígate Federico! prevención un tanto inútil ya que debajo de su chaqueta se desarrollaba un proceso lento y fatal que ocasionó su prematura muerte.

Durante su corta pero plena vida escribió 4 baladas para piano inspiradas en el poeta polaco por excelencia, Adam Mickiewicz, su gran amigo, también exiliado en Paris

Todos sus males desaparecían entre los pentagramas. El piano le hacía crecer y su vanidad se colmaba al poner en pie a un público extasiado por esa música cargada de fuerza y de romanticismo.

Compuso 140 polonesas, la danza nacional de Polonia que se bailaba en las fiestas de alta alcurnia. Gracias a la agilidad y la alegría de sus notas, la polonesa permitía al anfitrión mostrar la riqueza de su mansión con los bailarines danzando entre salones, jardines y demás estancias.

La influencia de los campos polacos está reflejada en sus 61 mazurcas, el baile más popular de la Polonia campesina. La belleza de sus 21 nocturnos fue su gran obra, representada una y otra vez por músicos de la talla de Arthur Rubinstein o de Jan Ignacy Paderewski y llevada a la pantalla en innumerable filmografía.

Su Nocturno en Do Sostenido Menor fue uno de los temas centrales de la película ‘El Pianista’ de Roman Polanski

Polonia, entregada a su música

Tocó en todos los palacios de la nobleza que disputaban la presencia del “pequeño Federico, de Frycek” para que les amenizara las veladas. Su fama traspasó fronteras y en 1829 viajo a Viena. La conquistó igual que hizo con Praga y Dresden. Durante el periplo comprueba además que no es el único representante de esa ola romántica que acaricia Europa en todas las dimensiones del arte: Balzac, Baudelaire, Víctor Hugo, Franz Liszt, Mickiewicz o Mendelssohn, las primeras operas de Verdi y de Wagner

La ciudad vieja de Varsovia. Foto Turismo de Varsovia.

La ciudad vieja de Varsovia. Foto: Turismo de Varsovia.

Varsovia era en tiempos de Chopin una ciudad estilosa, culta y refinada, era la ‘París del Este’

En Polonia sigue dando conciertos, aumentando su fama y su prestigio y alimentando su primer y transitorio amor por la cantante Konstancja Gladkowska. Esta le acompañó cantando las arias de la opera de La dama del lago, en el que sería su último concierto en Polonia, el 11 de octubre de 1830. Dejó su tierra natal para siempre el 2 de noviembre.

La Varsovia de Chopin era una ciudad cosmopolita con una marcada influencia francesa ya que el mismo Napoleón Bonaparte en 1807 había fundado el Gran Ducado de Varsovia para restaurar la II partición de Polonia del 1793: el francés se hablaba en los salones de la aristocracia, se seguía la moda de Paris y las corrientes románticas de los galos.

La finesse francesa, el carácter melancólico y apasionado de los eslavos o la comunidad judía formaban un cocktail con todos los ingredientes necesarios para hacer de Varsovia ‘la Paris del Este’, una de las ciudades con más atractivos de la época.  

Sin embargo, bajo esta capa de glamour y vitalidad se escondía una realidad política compleja desde que, en 1813, el gran ducado fue ocupado por los rusos por el Tratado de Viena concertado tras las guerras napoleónicas. Los polacos no soportaban el sometimiento. Los estudiantes urdían la revolución y Chopin fue apremiado, especialmente por su gran amigo Tito Wojciechowski, a dejar Polonia, donde era la hora de la acción y no de la contemplación.

BasiÌlica de la Santa Cruz. Foto Tomasz Nowak Turismo de Varsovia.

BasiÌlica de la Santa Cruz. Foto: Tomasz Nowak | Turismo de Varsovia.

Federico Chopin se exilia, no sin remordimientos y nostalgia al alejarse de sus padres y de sus amigos en aquellos tortuosos momentos. Parte a Paris con un puñado de tierra poco antes de que rusos que aplasten la revolución. El músico nunca regresaría del exilio, aunque sí lo hizo su corazón que descansa en la iglesia de la Santa Cruz de Varsovia, según el propio deseo del compositor.

La Varsovia de Chopin

Duramente castigada durante la segunda guerra mundial, apenas quedó nada de Varsovia, pero una restauración de la Ciudad Vieja siguiendo los cuadros de Canaletto permite hoy evocar aquellos tiempos en los que Federico Chopin paseaba por sus calles, recorría la llamada ‘Ruta Real’ poblada de palacetes, cafés y restaurantes. Rastreamos sus huellas en el Restaurante Bazyliszek en la Plaza de la Ciudad Vieja donde la decoración, la vestimenta del servicio y los platos son un viaje a la Polonia histórica y tradicional.

Chopin paraba en este o aquel café para su tertulia y finalmente llegaba a su casa situada en la calle Krakowskie Pzrzedmiescie 5 donde se respiraba un ambiente cultural, gracias a los contactos de su padre en la universidad, que ayudaron enormemente en la educación del gran compositor. Hoy la aristocrática calle está llena de hermosas mansiones, entre ellas las que albergan el legendario Hotel Bristol y la chocolatería más famosa de Varsovia, el café Blickle, cuna del donuts, y una de las más antiguas de Varsovia. Imprescindible también visitar el Museo de Federico Chopin.

Museo Fryderyk Chopin. Foto Filip Kwiatkowski

Museo Fryderyk Chopin. Foto: Filip Kwiatkowski | Turismo de Varsovia.

Las notas de Chopin siguen dulcificando el aire de Varsovia y lo hacen en los numerosos conciertos que se celebran en la ciudad. Los veraniegos, a los pies de la espectacular estatua del artista, obra de Waclaw Szymanowski de 1926, en que la mano del compositor parece fundirse con uno de los sauces del parque Lazenki igual que sus melodías se fundieron con los paisajes polacos o en el Palacio de Verano del parque, a orillas del lago, donde navegan los cisnes rodeados de vegetación exuberante y jardines versallescos.

En invierno los recitales se suceden en las numerosas salas de conciertos de la ciudad, desde la Filarmónica hasta el Gran Teatro de la Opera y, cómo no, en el mítico Palacio de la Cultura y de la Ciencia frente al Hotel Polonia Palace, uno de los más bellos de la ciudad.

Este próximo otoño de 2020 se iba a celebrar la decimoctava edición del Concurso Internacional de Piano de Federico Chopin (de los pocos consagrados a un solo autor), una cita inaugurada en 1927 y que tiene lugar cada cinco años, siempre en el mes de octubre, en el que murió el gran músico. La pandemia lo ha retrasado en esta ocasión a 2021; tendrá lugar del 2 al 23 de octubre en la Filarmónica de Varsovia.

Museo Federico Chopin. Foto Filip Kwiatkowski Turismo de Varsovia.

Museo Federico Chopin. Foto: Filip Kwiatkowski | Turismo de Varsovia.

Ignacy Jan Paderewski, ferviente admirador de Chopin

El gran Jan Paderewski, 1860-1941, compositor, pianista, político y tercer ministro de Polonia, fue un hombre de personalidad exuberante con carácter extrovertido y simpático, líder por condición y gran músico por devoción.

Tuvo en común con Federico Chopin su patriotismo polaco, su amor por la música y su tremenda sensibilidad. Consideraba a Chopin el maestro de la música polaca y solía honrarle en sus conciertos alrededor del mundo tocando siempre alguna de sus composiciones, como aquella famosa interpretación que hizo en Nueva York el 23 de mayo de 1917 de uno de sus vals.

Una maravillosa escultura representa al gran compositor en el parque Ujazdowski de Varsovia, vecino al de Lazenki donde posa la estatua de aquel al que tanto admiró y a quien tanto glorificó con sus conciertos.

Cuando volvía a casa, a descansar en el balneario de Sopot a orillas del Báltico y la ciudad le recibía con honores, Paderewski se alojaba en el Grand Hotel y daba un concierto en el Casino. Empezaba con Chopin y terminaba con él. Aunque volviera de una gira alrededor del mundo que lo hubiera llevado al Carnegie Hall de Nueva York, ansiaba llegar a su refugio en Sopot, uno de los enclaves con más encanto y glamour donde se reunía la flor y la nata del siglo XIX  y principios del XX de la aristocracia centroeuropea.

Varsovia fue en eÌpoca de Chopin la PariÌs del este. Foto Turismo de Varsovia.

Varsovia fue en eÌpoca de Chopin la PariÌs del este. Foto: Turismo de Varsovia.

Su mata de cabello pelirrojo, su figura poderosa y su atrevimiento con las notas  -y con la vida en general- hicieron de él uno de los personajes más atractivos de su tiempo. Fue uno de los pianistas que más veneró y engrandeció la música de Federico Chopin del que solía decir “fue un contrabandista que hacía salir de sus pentagramas la música que representaba la libertad y la esencia de su país”.

Entre muchos otros, estos dos libros, El Pequeño Chopin, de Michal Rusinek y Sol de Invierno, de quien firma estas letras, se centran, el primero en la infancia de Chopin, y el segundo en el Concurso Internacional de Piano Federico Chopin.

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