Una suculenta escapada a Cracovia

Todo lo que hay que ver, hacer y, sobre todo, comer en la flamante Capital Europea de la Cultura Gastronómica 2019

Que Cracovia es una ciudad plagada de historia y determinante para el devenir de Polonia no es ningún secreto. Su espíritu se refleja no solo en su arquitectura o cultura, sino también en un patrimonio gastronómico que combina buenas recetas, productos locales de calidad y un magnífico ambiente con hasta 26 establecimientos recomendados por la Guía Michelin y, sobre todo, restaurantes que, desde la Plaza del Mercado a las riberas del Vístula pasando por las calles del barrio judío hacen de ella uno de los destinos europeos más deliciosos.

Durante más de cuatro siglos, Cracovia fue la capital del país y epicentro de su vida económica, cultural, científica y artística. Aquí nacieron, o impartieron doctrina (en su prestigiosa universidad), personalidades de la talla de Copérnico o Karol Wojtyla.

[Para leer más: La Praga de Varsovia: de mercado negro a barrio hípster]

Pero convendría no hablar en pasado. Desde luego, Cracovia ha sabido mantener una vibrante actividad a lo largo de los siglos, incluida la actualidad.

Y por eso se ha hecho acreedora, por parte la Academia Europea de Gastronomía, del recién estrenado título de Capital Europea de la Cultura Gastronómica 2019. Un nuevo reconocimiento continental que, realmente, esta ciudad se tiene muy merecido.

Cracovia. Foto Roman Polyanyk Pixabay
El centro de la ciudad, siempre con los carrozas de caballos. Foto: Roman Polyanyk | Pixabay. 

La Plaza del Mercado

Que Cracovia es una ciudad muy viva es algo que se hace muy patente en la Plaza del Mercado (Rynek GÅ‚ówny). Considerada como la más grande de Polonia, es un inmenso cuadrilátero de 200 metros de lado.

La Plaza del Mercado es el centro de la vida en Cracovia, siempre plagada de cracovianos y visitantes

Aquí están presentes los tres grandes poderes: el religioso, con  la iglesia de Santa María (siglo XIV) y sus dos torres desiguales; el económico, representado por el mercado en sí o Galería de los Paños (Sukiennice), hoy más bien de las artesanías y los souvenirs; y el político, con la torre del Ayuntamiento, que es uno de los emblemas de la ciudad.

Quizás eso explique que éste sea el principal punto de encuentro entre los cracovianos y sus visitantes. La plaza está incesantemente recorrida por carrozas tiradas por caballos y plagada de terrazas y pequeños restaurantes donde degustar tanto cocina local como internacional.

Uno de ellos es The Piano Rouge, situado en un edificio del siglo XII, pero que ofrece una de las ofertas culturales y gastronómicas más actuales de la ciudad.

The Piano Rouge, Cracovia.
The Piano Rouge, Cracovia.

Aquí, al tiempo que se cenan suculentos cortes de carne o platos de pescado de río, se puede asistir a intimistas conciertos de jazz y otros géneros musicales modernos.

Rumbo a la colina de Wawel

Conviene no pasar por alto una visita a la colina de Wawel, donde está la Catedral de San Estanislao y San Wencesalo (siglo XIV) y el Castillo (también de ese mismo siglo).

Esta fue la residencia de los monarcas polacos hasta el traslado de la capitalidad a Varsovia. Un imponente castillo en el que también residió el general Hans Frank y su familia durante el periodo en que el país fue ocupado por la Alemania nazi, en los años 40 del siglo XX.

Castillo Wawel, Cracovia. Foto: Turismo de Cracovia.
Castillo de Wawel. Foto: Turismo de Cracovia.

De aquel periodo quedan numerosas huellas en la ciudad, sobre todo en el gueto, donde las autoridades nazis recluyeron y exterminaron a miles de familias judías. Y, por supuesto en el barrio judío.

Muy cerca del gueto está el lugar en el que Oskar Schindler salvó de una muerte segura a muchas familias judías, “contratándolos” para su fábrica de ollas de cocina.

Hoy, aquel centro de producción, que acabó siendo una factoría de proyectiles militares, se conserva casi intacto y es un enorme museo sobre aquel negro periodo.

Museo Fabryka Oskara Schindlera. Foto Turismo de Polonia.
Museo Fabryka Oskara Schindlera. Foto: Turismo de Polonia.

Dónde comer en el barrio judío

Poco tiene que ver la sensación que provoca la visita a este lugar con el paseo por el actual barrio judío o Kazimierz. Una zona muy agradable que, en cuanto sale el sol, se llena de terrazas animadas por el bullicio de los cracovianos.

Muchos de sus bares y restaurantes se sitúan en estrechos callejones o, incluso, en el interior de patios de vecindad. Un buen ejemplo es la calle Szeroka (o ancha), con sus casas pintadas de colores. Allí está el restaurante y sala de conciertos Ariel, con una carta eminentemente local, contundente y calórica, ideal para reponer energías.

Barrio Kazimierz, Cracovia. Foto: Turismo de Polonia.
Barrio Kazimierz, Cracovia. Foto: Turismo de Polonia. 

En ese mismo barrio está la Plac Nowy (Plaza Nueva), ocupada por un mercado circular que tiene unos 20 puestos hacia el exterior. Es una alternativa muy auténtica a los restaurantes de comida rápida, que también los hay en Cracovia. Aquí es una buena idea probar los pierogis, un tipo de empanadillas hervidas y con los rellenos más diversos: queso, verduras, carne, setas, patatas….

También están los obwarzanek, una especie de rosquillas de pan, preparadas según una receta secular; además de los bretzel (o pretzel), pan cocido y luego horneado, tan habitual en los países que han contado o cuentan con una importante colonia judía.

Pierogi. Foto: Turismo de Polonia.
Pierogi. Foto: Turismo de Polonia.

[Para leer más: Qué ver en Gdansk, la ciudad de la libertad (y ahora de la concordia)]

Alimento para el alma

Alguna recomendación más, siempre combinando cultura y gastronomía: el restaurante Pod Baranem es un clásico frecuentado por artistas e intelectuales, entre ellos la premio Nobel de Literatura Wislawa Szymborska.

De sus paredes cuelgan sorprendentes obras de arte de vanguardia, mientras que en la mesa triunfan (cómo no) los mejores platos de la cocina polaca de siempre. Todo en un ambiente en el que se respira intelectualidad y muy buen gusto.

La cocina polaca es contundente... y suculenta. Foto: Turismo de Polonia.
La cocina polaca es contundente… y suculenta. Foto: Turismo de Polonia.

Para dormir en un lugar algo diferente, está la opción del Hotel Polski Pod Bialym Orlen.

Situado en el interior de lo que fueron las murallas medievales de la ciudad, hoy es un alojamiento de auténtico lujo, decorado con maderas nobles y obras de arte. Tiene solo 23 habitaciones, así que la tranquilidad y el merecido descanso están más que garantizados.

 

a.
Ahora en portada