Guía absurda de París

Un recorrido por cinco lugares inusuales (y dos boulangeries) donde reconciliarse con la gastronomía de la Ciudad de la Luz

Comer casi al lado de ‘La nuit etoilée’ de Van Gogh. Cruzar el Sena para hacerse con la última porción de la mejor tarta de fresa del distrito 10. Reconocer el inconfundible olor de la trufa en los ravioles de la Maison de la Truffe. Admitir que esta ciudad no se acaba nunca gracias a sus nuevos -y viejos- sabores. Un recorrido gustativo y emocional por un lugar a la que es imposible dejar de querer. París nos pertenece.

París es como el Titánic: hay que saber encontrarlo. Una tarea cada día más difícil entre ejércitos de visitantes armados con ‘palos selfie’ y cámaras GoPro que buscan la foto perfecta  o la perspectiva más absurda junto al puente Alexander III, parisinos con un contumaz interés en cargársela y modernos verdugos que la denuestan como algo pasado de moda. Pero hay otro París, una ciudad que nos mira y nos sobrevive por encima de citas baratas a Cortázar, posters del beso en Hôtel de Ville de Doisneau o crepes vendidos a precio de estraperlo. Y nada mejor que reconciliarse con ella a través de su comida.

[Para leer más: Alerta golosos, la joya de la pastelería parisina ya tiene su hotel]

Queda, afortunadamente, algún incauto que cree en el resucitar de las ciudades heridas de muerte. Y posiblemente una de las mejores maneras de conseguir que esto ocurra consista únicamente en concederlas el tiempo suficiente para mostrarse.

Sentarse a una mesa mediocre siempre tiene algo de pecado, pero hacerlo después de recorrer cientos de kilómetros es no tener las ideas demasiado claras

Y eso es lo que hace la Ciudad de la luz si la dejas. En mi caso, por ejemplo, me negué rotundamente en este último viaje a hacer dos cosas que recomiendo encarecidamente evitar. Ni con París ni, si es posible, con cualquier ciudad que lo merezca: llegar en avión y abaratar costes en la comida porque sí, cuando éstos realmente suponen un porcentaje relativamente bajo del total del viaje. 

Llegar en tren a París nos permite tener a la Gare du Lyon como anfitriona primera del viaje. Foto Gonzalo A. Pérez.
Llegar en tren a París nos permite tener a la Gare du Lyon como anfitriona primera del viaje. Foto Gonzalo A. Pérez.

Llegar a París en tren

Viajar en tren (en mi caso desde Barcelona) es uno de los grandes placeres que recomiendo aunque sólo sea por atravesar buena parte de Francia disfrutando de vistas privilegiadas de pueblos como Bèziers, las marismas cercanas a Narbonne o los campos de Avignon, no aguantar los cacheos ni pitidos de un aeropuerto o tener a la Gare du Lyon como anfitriona primera del viaje.

Lo más similar que vamos a encontrar en París a nuestro menú del día es la típica ‘fórmula’ con un plato entrante y un segundo o, también, un segundo más postre (bebida aparte), con precios de entre 20 y 25 euros 

Y es que a París uno no viaja… A esta ciudad, uno se acerca, si ella te deja. Como a un gato.

París. Foto Gonzalo A. Pérez.
Atardecer en el Pont Neuf. Foto Gonzalo A. Pérez.

Qué hacer en París

Una de las mejores maneras de acercarse a un sitio es respetarlo comiendo bien. Sentarse a una mesa mediocre siempre tiene algo de pecado, pero hacerlo después de recorrer cientos de kilómetros digamos que es no tener las ideas demasiado claras.

[Para leer más: París, Saint Tropez y Montecarlo tras las huellas de Karl Lagerfeld]

Es necesario, quizá por ello, explicar que lo más similar que vamos a encontrar en París a nuestro menú del día es la típica ‘fórmula’ en la cual se propondrá un plato entrante y un segundo o, también, un segundo más postre (bebida aparte), con precios que raramente están por debajo de los 20-25 euros si queremos, insisto, disfrutar de una cocina auténtica y de calidad. 

Hay muchos sitios donde comer mal en París pero, si se busca un poco, también es muy fácil también encontrar stándares de calidad muy altos y que harán que nuestro viaje merezca mucho más la pena

Tengámoslo claro: hay muchos sitios donde comer mal en París pero, si se busca un poco (y en este artículo propongo algunos ejemplos perfectamente sustituibles), es muy fácil también encontrar stándares de calidad muy altos y que harán que nuestro viaje merezca mucho más la pena y de paso tratar con gente que cree de verdad en el oficio de dar de comer. Nous sommes a la France!

Vaisseau Vert. Foto Gonzalo A. Pérez.
Le Vaisseau Vert. Foto Gonzalo A. Pérez.

Un mapa gastro-emocional de París

Empecemos este recorrido por el SoPi (South Pigalle), el sur del conocido como Barrio Rojo de París. El que fuera hogar del el Moulin Rouge y epicentro de ciertas actividades nocturnas, muy del gusto de Baudelaire y poetas semejantes, se ha convertido (en un acto de pura justicia cósmica) en polo ineludible para la creme del hipsterismo parisino.

Comer mal en las bajadas del Sacré Coeur y en la propia Avenue de Clichy es tan fácil como encontrarse a un parisino malhumorado, pero buscar un poco y entrar en sitios como Le Vaisseau Vert -en la guía Michelin- es darse cuenta de que al apocalipsis puede que le queden unos cuantos años por llegar a esta ciudad que tanto queremos algunos.

El sur del conocido como Barrio Rojo de París se ha convertido, en un acto de pura justicia cósmica, en polo ineludible de la creme del hipsterismo parisino

Atendida habitualmente por uno de los jóvenes propietarios del local, con una jovialidad que uno espera en otras latitudes, su fórmula de lunes a viernes (20 euros aprox) te hará conocer, de la mano de un producto muy bien tocado, las excelencias de la cocina francesa fusionada con la parisina. Cosa que, supondrán, no es ni mucho menos lo mismo.

Le Vaisseau Vert. Foto Gonzalo A. Pérez.
Le Vaisseau Vert. Foto Gonzalo A. Pérez.

Encomiable es su selección de vinos orgánicos a un precio más que aceptable. Cuenta con tres mesas altas a la entrada donde puedes abrir boca con alguno de estos vinos antes de entrar a un local decorado con bastante más que buen gusto.

Al otro lado de la ciudad (es decir, cruzando el Sena), relativamente cercano a la Torre Eiffel y en el distrito 7, el recientemente abierto Beaupassage (Rue de la Grenelle, 57) propone desde una panadería de lujo -donde comprar sandwiches de primera y tomar un café- hasta una galería de arte en la que invertir la tarde.

En el nuevo Beaupassage se alza como una de las mejores o más imaginativas opciones para comer o cenar MerSea, salido de la manos del biestrellado Olivier Bellin

Allí encontrarás varios establecimientos gastro pero, una de las mejores o más imaginativas opciones para comer o cenar es el MerSea. Una propuesta, rara en su justo punto, salida de la manos del biestrellado Olivier Bellin.

Hablamos de un bistró en el que se cocina todo, absolutament tout, a base de pescado (incluso el ineludible y parisien croque monsieur). Su fórmula de diario parte de los 19 euros sin bebida, y su lobster roll o su black burguer (de pescado, por supuesto) merecen más de un viaje a este lado del Sena que, quizás, puedas evitar si optas por su otra sede en Montmartre.

Coctelería de buen nivel (a alrededor de 10 euros por combinado) y, cómo no, brunch dominguero tres sympa.

Black burger en Mersea.
Black burger en Mersea.

El brunch definitivo en el centro de París

Aunque si hablamos del clásico brunch, o de cocina informal y no necesariamente francesa, pero excelentemente ejecutada, una manera de dar en el clavo siembre es Benedict. Escondido en el siempre alegre e imprescindible Le Marais, muy cerca de Hôtel de Ville, es una de las mejores opciones para abandonar desde ya esa operación bikini que no vas a empezar y entregarte a una cocina que corre por la banda fácil como Mbappé en el PSG, pero haciendo brunchs, hamburguesas o ensaladas, digamos.

En París existen excelentes restaurantes escondidos en museos, como el del Museo de Orsay o el George’s, en la azotea del Centro de Arte Moderno Pompidou

Si buscas algo más auténtico y elevado de concepto en el barrio, tienes también, en la cercana Rue du Temple, Le Grand Coeur. Situado en el patio del Centre du Danse de Marais y conceptualizado por el chef Mauro Colagreco, allípodrás encontrar una cocina de raíces muy mediterráneas que merece con creces los 50 euros mínimo que pagarás por cubierto, aunque tienen también fórmula semanal por 22 euros.

Grand Coeur, París. Foto Grand Coeur.
Grand Coeur, París. Foto Grand Coeur.

Museos donde por fin podrás comer (y muy bien)

En lo tocante a comer en museos, y evitando algunos como el café del Museo Rodin, hay varias buenas opciones en París, como es escondido Restaurant du Musee d’Orsay. Localizado en la antigua estación de tren a orillas del Sena (con una tristísima historia de deportaciones durante la II Guerra mundial) el local responde a una época (1900) en que las lámparas de araña, las vidrieras y los frescos del techo formaban parte de la vida de viajeros que le dedicaban más de tres o cuatro días a esto de viajar.

De hecho, estaciones como esta solían tener habitaciones donde dormir y, cómo no, un buen restaurante. Completar tu visita al museo con una comida o cena temprana en el restaurante Orsay, en una de las plantas superiores del edificio, es uno de los mejores planes que puedes proponerle a alguien. Cuentan con un menú/fórmula creado por el chef Yann Landureau a 30 euros los días de diario.

Restaurante del Museo de Orsay. Foto Gonzalo A. Pérez.
Restaurante del Museo de Orsay. Foto Gonzalo A. Pérez.

Otra opción es George’s, en la azotea del Centro de Arte Moderno George Pompidou. Imprescindible por sus vistas pero con una carta quizá un tanto inflada. El interiorismo de Dominique Jacob & Brendan Mc Farlane es ideal para reconciliaciones (sobrias), pedidas de mano, o quizá cerrar negocios con algún socio de la zona del Mar Caspio.

Larga gloria a la trufa

Tuber melanosporum, diamante negro o, simplemente trufa. Si eres de esos que es capaz de oler un plato elaborado con el hongo más alucinógeno que nunca ha habido y recorrer tres calles hasta dar con la fuente, estamos de suerte pues La maison de la truffe, con sede habitual en Place de la Madeleine, ha abierto dos sucursales.

Una, ruidosa y no sé si excesivamente recomendable, en la zona gastro de Galerie Laffayette. La otra, en el barrio de Sant Germain du Pres, dentro de Le Grand Eppicerie de París, el (inmenso) templo de la gastronomía de lujo de la Rive Gauche situado en los almacenes Le Bon Marché, un lugar donde podrás encontrar todo tipo de artículos de primeros diseñadores y objetos que van desde tinta para estilográfica especialmente fabricada para dicho lugar a libros como un diccionario Francés vs Parisino. Pur Rive Gauche

Le Grand Eppicerie. Foto Gonzalo A. Pérez.
Le Grand Eppicerie. Foto Gonzalo A. Pérez.

En su mercado no sólo es obligatorio perderse entre una apabullante selección de vinos franceses sino además sucumbir a otra de las sedes de la citada Maison de la Truffe donde es mandatorio comer si, y sobre todo si, a uno le dan mesa en la barra.

La otra opción es en su sede habitual en la Place de la Madeleine. Cuentan con una fórmula de sándwiches con copa de vino que pueden alegrar la tarde, mientras que sus ravioli y el boeuf rossinni a la truffe han hecho llorar a París mucho más que los requiebros de Edith Piaff.

Cafés, crepes, hot-dogs fromatge… mon Dieu

Aunque no hace falta recomendar ningún café en París, uno de los mejores que puedes encontrar en el Quartier Latin, obviando los típicos de las guías es el Delmàs, en la Place de la Contrescarpe. Situado en el mismo local en el que Hemingway comienza ‘París era una Fiesta’, reabre tras obras en mayo.

La tarta de fresas de Aux Pêchés Normads de la Rue Faubourg du Temple bien merece cruzar media ciudad

La comida ha sido siempre horrible allí pero el ambiente genial (con sesiones de jazz los jueves). Puede que lo arreglen estropeándolo del todo o arreglando algo, pero si estás cerca de La Sorbonne, es un sitio muy atractivo tanto por el local en sí como por su ubicación: la ineludible y siempre animada Place de la Contrescarpe donde podrás revivir tu época de estudiante de aires sesentayochescos si la tuviste.

Tarta de fresas de Aux Pêchés Normands. Foto Gonzalo A. Pérez.Tarta de fresas de Aux Pêchés Normands. Foto Gonzalo A. Pérez.

Si no, y si de lo que hablamos es de desayunar, es difícil no dar en París con una buena briocherie. Aún así, aquí van dos: al lado de Place de la Republique, la porción de tarta de fresas de Aux Pêchés Normands en la Rue Faubourg du Temple merece literalmente cruzar media ciudad…

Larga vida por tanto a una de las mejores ciudades del mundo… O agonía. Nos sobrevivirá a todos, pero mientras tanto, París nos pertenece

Esto, salvo que uno esté en el barrio de Saint Germain y pueda acercarse a Maison Mulot, un lugar capaz de darle la vuelta a todo (absolutament tout) lo que los parisinos creían saber sobre brioches y pain au chocolat. Irresistible el olor de su horno subiendo por la Rue de la Seine…

Enrique Vila-Matas dijo que París no se acaba nunca. Hemingway que París es una fiesta que nos sigue… Sobre todo si tienes la suerte de haber sido joven allí. Y no se me ocurre mejor manera de ser joven que disfrutar de esta ciudad a través de su comida.

Larga vida por tanto a una de las mejores ciudades del mundo… O agonía. Nos sobrevivirá a todos, pero mientras tanto, París nos pertenece.

a.
Ahora en portada