Teotihuacán, la ciudad oculta que se descubre al mundo

No se sabe su origen exacto ni quienes fueron sus primeros pobladores, así como tampoco se sabe por qué la gigantesca ciudadela fue abandonada y devorada por la vegetación.

El yacimiento arqueológico más visitado de México no es el asentamiento maya de Chichén Itzá, en Yucatán; sino la ciudad de Teotihuacán, el origen de la civilización mexica, situada a 50 kilómetros de la Ciudad de México. Cuando se camina por los dos kilómetros que tiene la Calzada de los Muertos, la principal avenida de la ciudad, se entiende las razones de la fascinación de los recién llegados: monumentos y más monumentos, templos, restos de viviendas y calles. Son las huellas que diversas civilizaciones fueron dejando en una metrópoli que fue la más grande de Mesoamérica.

Entre los años 450 y 650 la ciudad habría tenido unos 100.000 habitantes (algunos arriesgan hasta 200.000), y su tejido urbano se extendía por 20 km2. Su influencia también se hacía sentir, seguramente bajo el temor de la religión y la fuerza de las armas en los pueblos de los valles cercanos.

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Pero antes del año 900, en la ciudad sólo quedaban 5.000 almas. Y luego fue abandonada, y olvidada en las nieblas de la historia. Cuando Hernán Cortés y sus conquistadores llegaron a Technotitlán, en la actual ciudad de México, hacía siglos que el recuerdo de Teotihuacán sólo persistía en las leyendas mexicas, el pueblo antecesor de los aztecas.

Las leyendas del origen

Estas leyendas hablan de la victoria de la luz y el fuego sobre la muerte y la oscuridad, y de cómo se crearon el Sol y la Luna. Y estos dos astros están homenajeados en dos gigantescas pirámides que coronan el sitio monumental.

La del Sol es impactante: sus lados, en torno a los 225 metros, miden tanto como la Gran Pirámide de Keops. Y sus empinadas escaleras permiten ascender por cada tramo de la construcción, hasta que desde la cima, a 63 metros de altura, se contempla todo el yacimiento, las zonas que todavía siguen siendo exploradas por los arqueólogos, y el valle que rodea la ciudad. ¿Para qué servía? No se sabe con exactitud, pero el descubrimiento de un túnel interior acerca la hipótesis que podría ser una tumba real. Como los egipcios, digamos.

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Las otras pirámides

Ascender a la pirámide requiere una alta cuota de paciencia, más que nada por la multitud de turistas que tuvieron la misma idea al mismo tiempo. Los peldaños pueden causar vértigo a más de un incauto, y para colmo, en la cima nunca faltan algunos místicos que se ponen a meditar y bloquean el
flujo de circulación.

A un costado, casi a la misma altura, se divisa la Pirámide de la Luna. Esta segunda pirámide es de formas más elegantes, y su antigüedad es de un par de siglos anterior a su hermana solar. Desde su cima de 45 metros se ve mejor la Calzada de los Muertos y la tercer pirámide del complejo: la de la Serpiente Emplumada, o Quetzalcóatl, una construcción que había sido tapiada por alguna cultura nativa posterior, y donde se han descubierto bonitos frisos y cabezas de piedra representando a este dios.
 

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Y el paseo sigue fascinando con las casas de la casta sacerdotal, como el Palacio de Quetzalpapálotl (o sea, mariposa de plumas), o descubriendo los elegantes y delicados murales de formas barrocas con que las diversas generaciones de los antiguos habitantes homenajeaban a sus dioses, precisamente, en la casa que los vio nacer.

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