Setúbal entre bodegas de moscatel, chocos fritos y delfines

Un sabroso recorrido por la cuarta ciudad portuguesa y hogar de descubrimientos que van del vino moscatel de Setúbal a los salmonetes y chocos fritos

Sí, es cierto: imposible que otra ciudad portuguesa pueda igualar la belleza, la cultura, el ocio y resto de reclamos que forman parte de las señas de identidad de Lisboa, sin duda, una de las urbes más interesantes de Europa. Pero quizás no se trate de competir, sino de complementar y descubrir. La propuesta está a dos pasos (50 kilómetros) y se llama Setúbal.

La cuarta urbe por población de Portugal que, pese a una injusta fama de ciudad dormitorio e industrial, alberga muchas e interesantes sorpresas.

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Capital del vino

Para empezar, esta urbe es el epicentro de una de las zonas vinícolas más celebradas del país. En ella se produce, sobre todo en la vecina localidad de Palmela, el célebre moscatel de Setúbal, regulado por su Denominación de Origen. Se trata de un vino generoso al que, durante su fermentación, se añade alcohol vínico y que luego se deja madurar en viejas barricas de roble durante largos años. A veces, más de 20.

Se puede comprobar la manera en que se produce, y de paso llevarse un buen sabor de boca, durante una visita a alguna de las bodegas tradicionales. Es el caso de Venâncio Costa Lima, donde se siguen técnicas ancestrales de pisado, trasiego y embotellado para elaborar sus deliciosos moscateles.

Más espectacular puede parecer la bodega histórica José Maria da Fonseca, perteneciente a una familia que lleva algo más de dos siglos produciendo apreciados moscateles y aguardientes que se distribuyen por todo Portugal.

Bodegas innovadoras

Pero no solo de moscatel (blanco y tinto) vive el panorama enológico de Setúbal. También de otras uvas autóctonas como castelão, aragonez, touriga nacional o fernão pires. Con ellas se elaboran vinos blancos, rosados, tintos y espumosos que están alcanzando un gran reconocimiento tanto a nivel nacional como internacional.

Por ejemplo, las diferentes etiquetas que se producen en Bacalhôa, innovadora bodega de finales del siglo XX, con un concepto arquitectónico realmente rompedor, incluido su museo que, más que un homenaje a la enología, parece una galería de arte de vanguardia.

También son muy recomendables las diferentes etiquetas que se producen en la bodega Quinta de Alcube. En la visita a esta, además, al placer del vino se une la degustación de productos gastronómicos locales como chacinas y quesos.

Mucho más que vino

Entre estos últimos brilla con especial intensidad la torta de Azeitão, también con Denominación de Origen, que se elabora en el cercano pueblo que le da nombre. Una variedad untuosa realizada a partir de la leche de ovejas que pastan en algunos de los más bonitos parajes naturales de la zona.

Buena parte de las bodegas locales están englobadas en la Ruta de Vinos de la Península de Setúbal que, aparte de ofrecer visitas a los centros de producción y a las viñas, organiza diferentes actividades de enoturismo. Estas tienen lugar tanto en las principales localidades de la comarca (Setúbal, Palmela, Sesimbra) como en su magnífico entorno natural, con lugares tan llamativos como el Parque Natural de la Sierra de Arrábida (o de la Rábida).

Por supuesto, en esas actividades no faltan experiencias gastronómicas. Y en este capítulo siempre hay que incluir una visita al Mercado do Livramento, con seguridad uno de los más espectaculares del país, no solo por el continente (los paneles de azulejos que decoran varios de sus muros son de una gran belleza) sino por el contenido: en sus muchísimos puestos se ofrecen los mejores pescados capturados frente a las costas lusas, además de frutas, verduras y otros productos locales.

Luego merece la pena subir hasta las alturas en que se asienta el Hotel do Sado y, desde allí, admirar buena parte de la ciudad, del río Sado y, algo más lejos, del Océano Atlántico. Fundamentalmente a través de los amplios ventanales que rodean su restaurante, en la última planta del edificio.

Por cierto, que este hotel es el primero en Portugal reconocido como allergy friendly, algo que se constata tanto en la elección de los tejidos de cama y de decoración, como en los elementos constructivos, en el sistema de ventilación y, por supuesto, en la carta de su restaurante. Esta incluye platos de la gastronomía local como el bacalao con queso de Azeitão o la cataplana de pescado al estilo de Setúbal. 

Entre chocos y salmonetes

Aquí o en cualquiera de los restaurantes de la ciudad convendría no perderse tampoco una buena ración de alguno de los platos estrella de la zona. A saber: los chocos fritos y los salmonetes a la setubalense.

Algo más refinada es la propuesta del restaurante Padaria, en Sesimbra, especializado en los suculentos pescados y mariscos locales, pero siempre abierto a influencias de lugares lejanos. Por ejemplo, de América, con esos deliciosos ceviches o el acompañamiento de la tapioca.

En las últimas décadas, además, Setúbal ha adquirido una cierta fama por ser la puerta de entrada a la Península de Troia, cuyas enormes playas de arena, fundamentalmente Comporta (ya en la región de Alentejo), son el punto de encuentro habitual para muchos de los miembros de la alta sociedad portuguesa. Algunos de ellos se permiten el lujo de llegar hasta este magnífico entorno natural en sus propios helicópteros.

Pero los comunes mortales suelen hacerlo en los barcos de línea de Atlantic Ferries (que varias veces al día cruzan el estuario que forma en su desembocadura el río Sado).

El corto trayecto es realmente espectacular, sobre todo si coincide con alguna de esas impactantes puestas de sol sobre el Atlántico que ofrece este privilegiado lugar de la Península Ibérica.

El río Sado también ofrece la posibilidad de avistar una nutrida colonia de delfines que viven de forma permanente en este lugar. Para ello varias empresas de la zona organizan excursiones, como Rotas do Sal. Admirar las evoluciones de estos inteligentísimos animales puede ser un buen punto y final a esta escapada por Setúbal y su privilegiado entorno. Desde luego, hay mucho y bueno que ver (y degustar) más allá de Lisboa.

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