San Petersburgo: palacios, iglesias, canales, agujas… y el Hermitage

Extravagantes palacios y catedrales, fortalezas, canales, museos y teatros moldean una ciudad a medio camino entre la tradición imperial y la modernidad

Hay mil formas de llamar a San Petersburgo. Para los nostálgicos del viejo régimen, seguramente Leningrado. Para los más tradicionalistas, y tras haberlo leído en alguna antigua enciclopedia, Petrogrado. Para los locales, Piter, más familiar. Para los guiris, tal vez la Venecia del Norte… Pero, la llame como la llame, le va a ser fácil enamorarse de ella.

Para ello quizás podría bastar su colección de iglesias ortodoxas. La inmensa mayoría de ellas hoy perfectamente restauradas, con sus fachadas pintadas en colores pastel que le atraparán tanto como su barroco interior. Por ejemplo, la más icónica de todas ellas, la Iglesia del Salvador sobre la Sangre Derramada, en la orilla del canal Griboedova.

Como una de esas muñecas rusas, las matrioska, San Petersburgo se descubre por capas; y cada una de ellas esconde otra en su interior

La iglesia está levantada, dicen, sobre el lugar donde fue asesinado el zar Alejandro II el Libertador -de ahí lo de la sangre derramada-. Los mosaicos que adornan profusamente sus paredes interiores son una de las joyas de la decoración ornamental y constituyen una de las mayores colecciones de Europa, como lo son sus coloreadas cúpulas.

Iglesia Salvador sobre la Sangre Derramada. Foto: Dusan Smetana | Unsplash.
Iglesia Salvador sobre la Sangre Derramada. Foto: Dusan Smetana | Unsplash.

Las últimas huellas imperiales

Por cierto, si es la hora de comer, no tenga dudas. A unos doscientos metros, siguiendo el brazo del canal, suba a la terraza del Hotel Kempinski y escoja una mesa junto al ventanal que inunda de luz el comedor. Allí podrá disfrutar de un magnífico filete Strogonoff mientras observa la fachada del Hermitage. Le aseguramos que le costará levantarse.

O la catedral de San Pedro y San Pablo, donde reposan los restos del último zar, Nicolás II, y su familia. Entre otros, los de la hoy hollywoodiana Anastasia. La iglesia ostenta una aguja de 123 metros. Se encuentra en el interior de la fortaleza del mismo nombre, la primera arquitectura que se levantó en la ciudad y cuyo objetivo era la defensa del invasor sueco.

Si está por allí, ponga una alerta en el reloj a las 12 de la mañana. A esa hora, si no está avisado, puede sobresaltarse por el estruendo de un cañonazo como Dios manda, una atracción turística que reúne cada mañana a numerosos grupos de curiosos y que remite a una tradición que se remonta al parecer a 1730.

Catedral de San Pedro y San Pablo. Foto: Luidmila Kot | Pixabay.
Catedral de San Pedro y San Pablo. Foto: Luidmila Kot | Pixabay.

Más sobrecogedor resulta uno de los muelles, el de la Puerta del Neva, el río que divide o une San Petersburgo, y que era la salida hacia el exilio en el mejor de los casos o la ejecución.

Una iglesia colosal

Uno de los edificios religiosos más imponentes es la catedral de San Isaac, todo un monumento clásico de colosales dimensiones. Su cúpula es una de las mayores del mundo y la iglesia tiene un aforo de 14.000 personas. Más allá del museo que alberga, una de las principales atracciones es subir precisamente a la cúpula desde donde se tiene una visión 360º de San Petersburgo.

Las catedrales de San Isaac y Nuestra Señora de Kazán son otros de los lugares que no debemos perdernos en San Petersburgo

Catedral de Nuestra Señora de Kazán. Foto: Yash Bhargava | Unsplash.
Catedral de Nuestra Señora de Kazán. Foto: Yash Bhargava | Unsplash.

Si ha decidido ya su viaje, o si tras la lectura de este artículo se va a poner manos a la obra, y aún es hora de buscar alojamiento, una apuesta segura es el Angleterre Hotel, precisamente junto a la catedral de San Isaac, donde podrá disfrutar de sus instalaciones y de los decorados art-decó que las adornan.

Debe dedicar asimismo algún rato de su estancia a la catedral de Nuestra Señora de Kazán, dedicada a la Virgen de Kazán, uno de los iconos más venerados de la ciudad, a la que se accede a través de una columnata de 96 columnas en semicírculo.

Más allá de los tesoros que se descubren en su interior, la iglesia permite hacerse una idea de la ironía bolchevique que, a poco de asentar la revolució, decidió convertirla en un museo del ateísmo.

Iglesia de San Nicolás de los Marinos. Foto: Dušan Smetana | Unsplash.
Iglesia de San Nicolás de los Marinos. Foto: Dušan Smetana | Unsplash.

Y, desde mi punto de vista, es imprescindible la iglesia de San Nicolás de los Marinos, menos apabullante que las anteriores, pero cuya sencillez y la delicadeza del azul de sus fachadas la convierten en una visita obligada.

Callejear en San Petersburgo

Por supuesto que una estancia en San Petersburgo, aunque breve, debe incluir también algunos recorridos por la avenida Nevski, la principal arteria ciudadana, que exhibe con naturalidad brillantes palacios como el que alberga la Biblioteca Nacional Rusa o el Beloselsky junto a restos decadentes de la época soviética, como las galerías Gostiny Dvor.

Puestos a buscar comercios son mucho más interesantes los almacenes Yeliseev en la misma avenida, cuya tienda delicatesen en su planta baja es apreciable.

Pero callejear por San Petersburgo es ir recorriendo mojones de historia más allá de la celebridad que hayan alcanzado en la memoria de cada uno.

San Petersburgo es también una bellísima ciudad de canales. Foto: Pixabay.
San Petersburgo es también una bellísima ciudad de canales. Foto: Pixabay.

Es difícil obviar, por ejemplo, una posible visita al crucero Aurora, cuyos cañones iniciaron la Revolución Rusa y una parte muy importante de la historia del siglo XX. Sin embargo, yo he guardado para el final tres edificios que a buen seguro le deslumbrarán a usted tanto como a mí: el palacio Moika o Yusupov, el teatro Mariinsky y el Hermitage.

Palacios y teatros

El palacio Yusupov ha ganado más fama casi como el lugar donde fue asesinado Grigori Rasputin en 1916 que por la riqueza que llegaron a acumular los Yusupov, una familia de la nobleza rusa que sobresalió por su filantropía y su amor al arte. Llegaron a poseer 57 palacios, cuatro sólo en San Petersburgo.

Dicen que el palacio hoy visitable (21 Dekabristov) llegó a contener más de 40.000 obras de arte, una colección que fue nacionalizada y distribuida por diferentes museos.

Muy cerca de allí está el teatro Mariinski. El Mariinski es uno de los templos mundiales del ballet y de la ópera. Pero como nada es eterno, en 2003 se puso en marcha el concurso para el Mariinski 2, una ampliación del anterior -en realidad un completo edificio anexo separado del anterior por el canal Kryukov- que multiplicó todos los presupuestos inicialmente previstos, pero que se considera hoy acústica y visualmente perfecto.

Aseguran que es el único escenario donde los bailarines no hacen ruido al caer de sus saltos.

El Hermitage atesora en su interior más de tres millones de obras de arte

El Hermitage

Y, por supuesto, el Hermitage, santo y seña de San Petersburgo, antiguo Palacio de Invierno de los zares, cuya combinación del verde oscuro de su fachada y el ocre de los remates es de una elegancia inigualable. Eso en el continente.

Hermitage. Foto: Juan García.
El Hermitage. Foto: Juan García.

El contenido son salones y más salones, todos con una decoración distinta, todos creados para disfrutar de las maderas de sus parquets, del estuco de sus techos, de las piedras preciosas empleadas como en el Salón de Malaquita o de los más de tres millones de obras de arte que hay en su interior. Es imposible describir en unas líneas la belleza que contiene su interior.

Afortunadamente, todo ello, está hoy bastante cerca y a precios más que asequibles. La globalización es lo que tiene.

Lo más engorroso son los trámites, visados y demás, que se necesitan. Lo demás es fácil. Vueling, por ejemplo, tiene una elevada frecuencia de vuelos aunque, eso sí, hay que transnochar un poco.

Pero San Petersburgo, créanme, bien vale unas horas de sueño.

a.
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