Roma: cien ciudades en una

Hay muchas Romas en la capital italiana, y todas ellas merecen una visita. La Città Eterna se despereza y empieza a abrazar la modernidad. Sin perder, por supuesto, un ápice de los elementos que la caracterizan como una de las cunas de la cultura occidental.

Hay muchas ciudades distintas en una sola Roma. Y todas ellas pueden atraparnos con delicadeza, con esa seducción que parece inventada por los italianos.  Y todas merecen, claro, una visita tan larga o tan corta como se desee, en la confianza de que en cualquier caso el viaje habrá valido la pena.

Está, por supuesto, la Roma antigua, la imperial, la de edificios gloriosos como ese Coliseo que ahora se rehabilita con un absoluto respeto, sin añadiduras artificiales (tipo Sagrada Familia, por ejemplo), gracias a los 25 millones de euros puestos sobre la mesa por Diego Della Valle, el patrón de Tod’s . Hay poco que añadir sobre ella, es la cuna de nuestra civilización.

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Y la Roma renacentista, la de la mayoría de joyas arquitectónicas que pueden disfrutarse hoy y que datan de los siglos XV al XVII, cuando la ciudad volvió a ser el centro cultural de Europa. La Roma del barroco, de Bernini, la de las fuentes y plazas que dan un respiro a esta ciudad de natural ajetreada. O la medieval, de la que desgraciadamente no quedan muchas muestras, pues una buena parte de sus barrios fueron destruidos para levantar nuevos enclaves en la Italia de la unificación, en la década de 1870.

También la de la colindante Ciudad del Vaticano, sede del Papa de la Iglesia católica y baúl de mil tesoros artísticos, desde la Capilla Sixtina, recientemente restaurada, hasta la Pietà de Miguel Ángelo, por citar apenas un par de muestras, más allá de la emoción que suscita en las personas que tienen en la religión una de sus guías, e incluso en las que no.

Está, evidentemente, la Roma lujosa de la Via Condotti, la Via Borgognona, la de Bocca di Leone o la Delle Vite, junto a la Roma que los nostálgicos de uno de los momentos en los que Italia más aportó a la cultura europea no deben perderse: la de la vecina Via Margutta, una bella, pequeña y sumamente apacible calle a la que Federico Fellini consideraba su cuarto de estar y en cuyo número 10 vivió con su esposa Giuletta Massina. Realmente resulta un lugar encantador con sus tiendas de anticuarios y galerías de arte.

Image and video hosting by TinyPicHay asimismo un intento de Roma de arquitectura vanguardista, que surge de la necesidad de demostrar al mundo que la capital italiana es algo más que pasado y que reivindica todo su derecho a participar en las vanguardias del diseño europeo, pero tengo la sensación de que es una Roma que a los romanos les cuesta digerir.

Que se lo pregunten, si no, al reconocidísimo Richard Meier, cuyo pabellón Ara Pacis, ha sido tremendamente contestado por los contribuyentes italianos que no han entendido que se destine tanto dinero a edificios singulares de difícil encaje en el paisaje de la ciudad cuando hay una larga colección de  monumentos necesitados de una buena rehabilitación.

Menos reprobado ha sido el primer museo de arte moderno que se ha abierto en la ciudad –y esto sí es una noticia: el MAXXI o Museo Nacional de las Artes del Siglo XXI, conocido como «la serpiente de acero» y creado por la arquitecta Zaha Hadid, de origen iraquí aunque residente en Londres. Como también ha sido más fácilmente aceptado el museo Centrale Montemartini, instalado en una vieja central eléctrica de Ostiense y dedicado a albergar las estatuas antiguas de los Museos Capitolinos.

Pero en todas ellas hay una Roma superpuesta que absorbe esa energía heredada y a su vez le aporta en perfecta simbiosis una nueva impronta: es esa Roma caótica por alegre, bulliciosa a fuerza de ser vital, que se desparrama en los barrios que impulsan las nuevas tendencias sea en el terreno del arte, de la gastronomía, de la moda o, simplemente, de las nuevas formas de vivir.

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Por ejemplo, y aunque algo alejado del centro, el barrio que se aglutina en torno a la Via Ostiense, en la esquina del suroeste de la ciudad, junto a la pirámide Cestia del año 12 antes de Cristo; o Monti, junto al Coliseo, con su Mercato vintage que los jóvenes diseñadores y artesanos locales instalan cada domingo; o el antiguo ghetto (palabra por cierto originariamente italiana, más en concreto de Venecia), el barrio donde desde mediados del XVI y durante tres siglos los papas recluyeron a los judíos y del que salieron bajo la ignominia nazi un millar de sus habitantes hacia Auschwitz, convertido hoy en uno de los rincones de los bobos (bourgeois bohèmes) romanos y desde el que sale cruzando el Tíber hacia el Trastevere, un distrito que no ha perdido un ápice de su encanto.

Si usted se decide a viajar ahora, la primavera no le decepcionará y comprobará, una vez sublime el dolor de sus pies por las largas caminatas y el de sus ojos por tanta belleza, la maravillosa mezcla que pueden llegar a formar los ocres y almagres de las fachadas con las hiedras, jazmines y limoneros con los que a menudo conviven. Acomódese entonces en una de las innumerables terrazas diseminadas a lo largo y ancho de la ciudad, disfrute de un buen café o aperitivo  y observe sin pensar en nada más el espectáculo que le proporcionará gratis el ajetreo de turistas y autóctonos.

Comer

Roma tiene 18 estrellas Michelín,
por dar un dato que ya sé que a muchos
de los Image and video hosting by TinyPicenemigos de los criterios de la guía francesa les pondrá de los nervios: La Pérgola tiene 3 estrellas y después hay cinco con dos y otros 12 con una estrella. Más allá de clasificaciones más o menos discutidas y discutibles, usted tiene en la capital italiana una oferta amplia hasta cansarse que va desde la pizza –hay unos cuantos lugares excelentes que le pondrán en el plato un producto que le costará reconocer- hasta la cocina más sofisticada y experimental. Todo lo que tiene que hacer para no meter la pata es fijarse con atención en la clientela del restaurante elegido y evitar los que parecen creados adhoc para los miles de turistas poco exigentes que la recorren. Sin ningún ánimo de ser exhaustivo y ni siquiera selectivo les ofrezco cinco referencias:

Hostaria Capo de Fero, en pleno Trastevere, piazza San Cosimatto 16, magníficos spaguetti alle vongole y precios populares
Alfredo All’Augusteo, en la piazza Augusto Imperatore 30, algo demodé pero sus fetuccine siguen siendo excelentes
Enoteca Capranica, en la piazza Capranica 104, comida correcta en un ambiente muy agradable

Pizzeria Da Baffetto, en la Via del Governo Vecchio 114, para muchos una de las mejores pizzerías de la ciudad

All’oro, Via del Vantaggio 14, tiene una estrella Michelín y ofrece una cocina moderna muy reconocida. Cuando llega el calor abre su terraza y las vistas de noche son espectaculares sobre la capital italiana

Dormir

Como corresponde a una de las capitales mundiales del turismo, la oferta es amplia y de todo tipo, aunque en general cara. La última vez que estuve descubrí un establecimiento muy recomendable: el Albergo Santa Chiara, en la calle del mismo nombre número 21, detrás del Panteón y junto a la Piazza de Minerva. Renovado hace un par de años, creo, ofrece unas habitaciones confortables con unos acabados de calidad y muy actuales. Si tiene un pero es el desayuno que resulta algo pobre. Su precio ronda los 200€

a.
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