La mejor forma de conocer Río de Janeiro

Aunque esté rodeada de cerros, los barrios más bonitos de Río de Janeiro se descubren en bicicleta

Con 435 kilómetros, Río de Janeiro tiene la red de bicisendas más extendidas de Latinoamérica. Si bien la ciudad carioca está rodeada de altos cerros, como el Pan de Azúcar o el Corcovado, los sectores más interesantes y bonitos, como sus playas y el centro, se encuentran en terrenos planos y son ideales para descubrirlos a golpe de pedal.

La ciudad cuenta con el sistema Bike Rio, que puede ser usado tanto por lugareños como por extranjeros, aunque hay que hacer un trámite de registro previo. Como el Bicing en Barcelona o el BiciMAD de Madrid, las bicicletas se pueden usar gratuitamente durante una fracción de tiempo, y luego se paga un adicional. En este caso, se puede pedalear durante una hora sin recargos, y la sugerencia es combinar el paseo con pequeñas caminatas o pausas para disfrutar de los barrios para evitar los coste extras.

A lo sumo, el usuario tiene que pagar 2,6 euros por el abono mensual, o si sólo se quiere usar la bici por el día, se puede acceder por 1,3 euros.

Recomendaciones para recorrer Río

Río es una ciudad muy grande, con 6,32 millones de habitantes, y si bien la delincuencia ha bajado notablemente, hay que ser precavido. Además de evitar la ostentación de móviles y cámaras, es mejor no recorrer el centro financiero los fines de semana, que queda prácticamente deshabitado y los robos son más frecuentes.

Aunque algunas favelas llegan hasta ofrecer recorridos turísticos, son sitios que crecen en las alturas de los ‘morros’ y además de los problemas de seguridad, es imposible recorrerlas en bicicleta sin reventar las piernas.

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Bike Rio, el sistema de movilidad en bicicleta del Ayuntamiento de Río de Janeiro.

Cómo descubrir por la ciudad maravillosa

Más allá del sistema Bike Rio, hay numerosas empresas que ofrecen tours guiados desde 25 euros por las tres horas. Los paseos son más o menos similares, y si se trata de sugerir un recorrido de cinco horas, podría ser el siguiente :

Desde la playa de Copacabana, una de las más populares de la ciudad, se sigue hasta el barrio de Botafogo y desde allí a la playa Vermelha. Cabe destacar que casi todas las playas del sur, las más bonitas para descubrir, están enlazadas por bicisendas, bien señalizadas y diferenciadas del tránsito de locos que circula a toda velocidad.

En la Vermelha se pueden contemplar una de las vistas más bonitas de la costa, con la silueta del Pan de Azúcar dominando la bahía. Hacia el norte se llega al Parque do Flamengo y la playa homónima, donde luego se encuentra la innovadora figura de plato volador del Museo de Arte Moderno.

Desde este punto el turista puede alejarse de la costa y pedalear hasta el centro histórico, donde además de las bonitas plazas de abundante vegetación y las callejuelas con pequeñas tiendas y comidas al paso se encuentran perlas de la arquitectura barroca, como el Palacio Imperial o la Iglesia de Nuestra Señora de Candelaria, mientras que la maciza Catedral recuerda que la arquitectura más moderna se puede encontrar a la vuelta de la esquina.

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El cerro Pan de Azúcar, una de las postales más famosas de Río.

Para reponer fuerzas, al final del recorrido, se encuentra el barrio de Lapa, el nuevo epicentro de la bohemia y al que hay que volver por la noche, cuando los bares y discotecas se encuentran en su apogeo. Pero como todavía faltan varias horas para ello, el recorrido sigue por la costumbrista Escalera de Selarón y de allí a la Plaza Cinelandia, rodeada de edificios emblemáticos como la Biblioteca Nacional, el Museo de Bellas Artes y el Teatro Municipal.

Dos imperdibles

Hay dos paseos que ningún viajero amante de la bicicleta puede dejar de lado. Uno es el recorrido desde la playas de Ipanema y Leblon hasta la laguna Rodrigo de Freitas, que se puede rodear mientras se pasa por los barrios más elegantes de la ciudad, como Lagoa, Jardín Botánico y Gávea. Desde las alturas, siempre vigila la figura pétrea del Cristo Redentor.

Otro es derivar por los paseos costeros al atardecer, y cuando llegue el momento, contemplar el atardecer en alguno de los chiringuitos en la playa o en los bares que se despliegan en la Avenida Atlántica.

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