El verano es perfecto en Ribadesella

Entre los Picos de Europa y el mar Cantábrico, se encuentra Ribadesella, una población señorial asturiana que guarda el secreto de la felicidad

Ribadesella, en Asturias.

De Cabárceno a Ribadesella: Cantabria y Asturias en autocaravana. Foto: Turismo de Ribadesella.

Su silueta a lo lejos se antoja colonial, salpicada de palmeras y construcciones indianas. A un lado, el rugido del mar Cantábrico, al otro, los impresionantes Picos de Europa. Y allí, enmarcada como si de una obra de arte se tratara, se levanta gloriosa la villa asturiana de Ribadesella, paraíso de veraneantes, surferos y deportistas.

Cada primer fin de semana de agosto, las orillas del río se llenaban de turistas y locales para vivir un espectáculo único, el Descenso del Sella. Ya van dos años que, a causa de la pandemia, se ha cancelado esta competición deportiva, pero no por ello pierde Ribadesella un ápice de su encanto, porque aquí, el verano, es sencillamente perfecto.

Y nos invita a descubrir cada uno de sus rincones. Desde los murales creados por Antonio Mingote para explicar la historia de la población, hasta el impresionante mirador de Punta del Pozu, pasando por las icnitas de Tereñes o la cueva prehistórica de Tito Bustillo. Ribadesella puede presumir de ser el pueblo marinero asturiano ideal y uno de los mejores enclaves del veraneo en el Cantábrico.

Ribadesella. Foto: Turismo de Asturias.

Casas de indianos en el paseo marítimo

El centro neurálgico del verano en Ribadesella es la playa de Santa Marina. Atravesando el puente, se llega al paseo marítimo. Es aquí donde se encuentran esas casas indianas que dominan el paisaje. La mayoría de ellas fueron levantadas a principios del siglo XX por todos aquellos veraneantes de clase alta y grandes fortunas de indianos, que siguiendo el ejemplo de la Marquesa de Argüelles, quisieron sumar, para crear aquí una colonia de chalés de alto standing.

La playa de Santa Marina es el centro neurálgico del verano en Ribadesella

Si fantaseas pensando cómo serían por dentro estas casas de aquellos que hicieron las Américas, puedes entrar en una muy especial que, además de ser una auténtica joya, hace tiempo que se reconvirtió en hotel, el Villa Rosario. No la hay igual.

En el paseo destaca especialmente una casa de indianos. Foto: Villa Rosario.

Desde lejos impone su arquitectura de torres desiguales y, al acercarte, es imposible no caer rendido ante su imponente fachada azul y sus tejas vitrificadas de colores que forman escamas que rematan el techo de la construcción.

Levantada en 1914, perteneció a Antonio Quesada González, almacenista de tabaco que hizo fortuna en Cuba. Hoy se ha convertido en uno de los hoteles míticos del litoral asturiano, con ese bellísimo palacete que acoge a huéspedes entre sus muros con vistas al mar.

Excelencia gastro a pie de playa

La gastronomía siempre fue punta de lanza de este hotel y desde finales de 2019, acoge el restaurante Ayalga (hallazgo o tesoro en asturiano) del chef Marcos Granda. Tras triunfar en Marbella con su dos estrellas Michelin Skina o en Madrid con Clos (1 estrella Michelin), Granda decidió volver a casa. Natural de Oviedo, asumió como un reto ponerse al frente de las cocinas del Villa Rosario.

Comedor Ayalga. Foto: Villa Rosario.

No es de extrañar que los viandantes que discurren por el paseo marítimo, se detengan ante sus grandes ventanales. Lo que allí dentro ocurre, es la excelencia a pie de playa.

El restaurante funciona con dos menús degustación, ‘Sabores de la Tierrina’ y ‘Experiencia Ayalga’. En ambos, se apuesta por trabajar con producto de temporada y muchos guiños a la zona. Por ejemplo entre sus snacks destaca un sabroso ningyo-yaki (buñuelo) de queso Tres Leches de Pría o los mejillones en un escabeche asturiano. El mar toma especial protagonismo en platos principales como una delicada gamba blanca y su esencia, un ceviche de bonito o pescado de rula con matices salinos.

Playas de surfistas y estetas

Cuando cae la tarde, el mar se llena de ávidos surfistas que tratan, algunos con más éxito que otros, de coger las olas. Si el tiempo lo permite, en la playa de Santa Marina se dan las condiciones perfectas para practicar este y otros deportes acuáticos.

Las escuelas de la población, históricamente unida con el mar, organizan campamentos para adultos y jóvenes para aprender o simplemente perfeccionar la técnica, como hacen en el Surf Camp Ribadesella, todo un referente en la materia, ubicado en pleno arenal.

Pero no todo ocurre en la playa. A escasos pasos de allí, atravesando el puente del mismo nombre y a orillas del arroyo de San Pedro, nos encontramos el Hostal Puente del Pilar. Parecerá que en un abrir y cerrar de ojos te has trasladado a la campiña inglesa. Fernando Codesal y su madre Feli regentan este espacio shabby chic que acoge habitaciones y un comedor imprescindible en la zona.

En verano conviene reservar en su terraza. Bien podría tratarse del patio más coqueto que habrás visto, donde cada objeto viene de un sitio y cada silla es diferente, pero que encajan a la perfección en un todo.

Más allá del ‘efecto wow’ que produce su exuberante jardín rodeado de coloridas hortensias, en el restaurante se come realmente bien. Desde cocina asturiana que se refleja en unos tortos con huevo frito, un pote asturiano o el tradicional rollo de bonito reversionado como si de un fiambre se tratase, hasta platos viajeros, vegetarianos o veganos.

Camino al casco histórico

El puerto de Ribadesella tampoco tiene desperdicio. El paseo de la Grúa, que toma su nombre de la construcción de antaño que servía para remolcar a los veleros que entraban a puerto, hoy es un museo al aire libre, diseñado por Toni Silva y materializado en seis paneles por el humorista gráfico Antonio Mingote.

Al final del paseo, el casco histórico brilla como aliciente turístico, con el barrio del Portiellu, desde el que recorrer edificios de gran interés histórico. Aquí se encuentran excelentes ejemplos para hincar el diente a uno de los platos emblemáticos de la cocina asturiana, como el cachopo que elaboran en la sidrería La Guía.

Casco histórico de Ribadesella. Foto: javier alamo | Pixabay.

Y cómo no hablar del Sella. Aunque la competición se haya suspendido, numerosas empresas que se dedican a promulgar el turismo activo en la zona y organizan el descenso del Sella para particulares. Durante cuatro horas, proponen descender el río en canoa o kayak, desde Arriondas hasta su desembocadura en Ribadesella.

Con vistas al río que da sentido a todo, se encuentra La Huertona, un templo del producto a las afueras de Ribadesella y última para imprescindible en esta villa asturiana.

Foto: La Huertona.

Rosa Ruisánchez y José Manuel Viejo hacen levitar a sus comensales con nada más que materia prima de excelente calidad y la excelencia en puntos de cocción de piezas como birrey, salmonetes o pixín.

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