La remota isla austral que reniega de la modernidad

En la Patagonia chilena se alza una isla que mantiene las tradiciones y con un gran misticismo por descubrir

El volcán Osorno se eleva sobre las nubes, cubierto de nieve, sereno, tranquilo por el momento. El camino conduce a Chiloé, un archipiélago de la costa de Chile al norte de la Patagonia. Una carretera conecta Puerto Montt con la villa de Pargua, donde un ferry llevará a los turistas hasta la Isla Grande de Chiloé. Antes de partir, se sugiere una breve parada en Casa Molino, un pequeño hotel a orillas del lago Llanquihue.

Es cierto que es un hotel que un poco difícil de encontrar, en medio de una carretera sin pavimentar, al que no se recomienda llegar después del anochecer. Sin embargo, es un camino que merece la pena realizar, y que al final develará una gran recompensa a sus visitantes. Un sitio encantador que posee unas increíbles vistas del lago, y trae consigo espectáculo impresionante con cada entrada del sol reflejando su luz transversal sobre las nieves del volcán Osorno.

El ferry a Chiloé

A Chiloé es posible es posible llegar por vía aérea. La isla posee un aeropuerto inaugurado en 2012, pero un viaje en ferry por el estrecho de Chacao será una experiencia única. Aunque los viajes entre el continente y la isla son frecuentes, en algunas ocasiones las lluvias, que son ya parte del encanto de Chiloé, pueden arruinar el viaje cuando pasan de ser simples cielos grisáceos a tormentas con vendavales de fuerza 10.

El turista también se debe preparar con carga extra de gasolina para no tener inconvenientes al momento de explorar la isla. Los autos entran en el ferry desde el puerto de Pargua con destino a Chacao, mientras las focas juegan en la estela del barco y poco a poco se deja atrás las poblaciones del continente.

Volcan osorno

Vista del volcán Osorio desde la Casa Molino. Foto: Lyn Linfield

Misterio e historia

El ferry lanza su carga en un punto casi tan remoto como su punto de partida continental. Una sola carretera pavimentada conduce al sur a las ciudades de Ancud, Castro y Quellón. Sin embargo, el camino más pintoresco es la ruta costera, una senda sin pavimentar, lenta, tortuosa y aislada, salpicada de manera infrecuente con vestigios de civilización, una manera de desconectarse del estrés cotidiano de la modernidad.

iglesia en el campo
Tìpica iglesia en medio de los verdes campos de Chiloé. Foto: Lyn Linfield

El campo es maravillosamente bucólico. Los pequeños pueblos y granjas parecen casi no haber tenido contacto con el mundo moderno. Lo mejor de todo son las iglesias, que dan fama a Chiloé. Muchas están protegidas como sitios de patrimonio mundial. Son estructuras de madera, pintadas en colores brillantes, varias de ellas destacan entre los verdes campos y cielos grises. La favorita de muchos, la iglesia amarilla y púrpura en Castro.

Durante la mayor parte de su historia, los habitantes de Chiloé han estado aislados de la Patagonia continental. Este es un lugar donde la gente cree en la magia. Las leyendas hablan de brujas que deambulan por la isla de noche, sirenas que nadan en las bahías y del barco fantasma ‘Caleuche’, tripulado por muertos vivientes, que navega por los mares que rodean la tierra.

Castro y los Palafitos

En Castro lo típico es hospedarse en uno de los hoteles que funcionan en uno de los palafitos que tanto caracterizan la ciudad. Los palafitos de Castro son casas construidas sobre pilotes que sobresalen sobre el agua de la bahía, dan fácil acceso al mar por un lado y a la tierra por el otro. Muchas habitaciones tienen una vista de la bahía, en las que cada mañana al abrir las cortinas se puede admirar la serenidad de los pescadores locales que parten en sus barcos. Por las noches se ve como retrocede la marea y vuelven a aparecer las marismas y las hierbas marinas.

Quinchao

Junto a la Isla Grande de Chiloé hay varias islas más pequeñas enclavadas en las bahías y ensenadas orientales. Quinchao es una de estas que cuenta con un único acceso vía ferry.

Quinchao
Pequeño puerto del poblado de Quinchao. Foto: Lyn Linfield

Una procesión de coches desembarcan del ferry para recorrer Quinchao. Una isla aún más recóndita que la Grande de Chiloé, remota y con un aire de atemporalidad. Un recorrido por sus carreteras pueden conducir al turista hasta el extremo sur en Chequian, donde se pueden explorar encantadores callejones laberinticos sin salida y caminos que rodean las bahías y los puertos.

Ancud, civilización relativa

Al volver a la gran isla, y con rumbo hacia Chacao para tomar un ferry de vuelta al continente, los turistas pueden desviarse unas horas hacia Ancud. La ciudad más grande de Chiloé no es muy recomendada por las guías, pero lo viajeros se pueden tomar una tarde para conocer uno de los puertos más pintorescos del sur de Chile. Coloridos botes yacen instalados en las marismas de marea baja, mientras los ancianos se sientan a contemplar el mar y hombres más jóvenes trabajan reparando barcas y lanzando redes de pesca. 

a.
Ahora en portada