Por las carreteras de Aragón, tras las huellas de sus reyes

La Ruta de los Reyes de Aragón atraviesa la geografía de la comunidad de norte a sur, un viaje de cinco etapas entre valles, montañas y desiertos descubriendo castillos, pueblos y monasterios

El castillo de Loarre, el mas grande de Aragon. Foto Angel – Flickr

Las solitarias carreteras secundarias de Aragón son ideales para los amantes del turismo a baja velocidad, ese que no tiene prisas en llegar a destino porque el verdadero viaje es el viaje mismo.

Hay una docena de rutas que presenta el área de turismo aragonesa, pero ninguna es tan larga como la Ruta de los Reyes de Aragón, que abarca desde la muralla de los Pirineos hasta el límite con la Comunidad Valenciana.

El hilo conductor son las ciudades y pueblos que los diferentes monarcas fueron fundando o que han sido claves en sus reinados.

Las huellas de los reyes aragoneses

Por ello se elige como punto de partida el puerto de Somport, la entrada histórica del reino instaurado por Ramiro I de la casa Jimena; y que sigue por Jaca, fundada por su sucesor Sancho Ramírez, Huesca (a cargo de Pedro I), Zaragoza y Daroca (donde se siguen las gestas de Alfonso I) mientras que Teruel, en la etapa final, recuerda a Alfonso II, el primer rey de la Casa de Aragón, que nació de la reina Petronila y el príncipe Ramón Berenguer IV, de la casa condal de Barcelona.

Plaza del Torico en Teruel.

En cada ciudad o pueblo importante se puede descubrir la huella que ha dejado alguno de los reyes de las casas de Aragón

Son en total 440 km que es cierto que se puede hacer en siete horas y media. Pero eso no tendría gracia, porque lo interesante es dividir el viaje en cinco etapas para conoce desde los picos nevados a los campos de viñedos, desde los parajes desérticos a los prados fértiles por el Ebro, con castillos, monasterios, ciudades de diferente tamaño y pueblos que sobreviven al paso de los siglos.

Desde Somport a Jaca

La primera etapa va desde Somport a Jaca. Desde los 1.700 metros de altura, en el corazón de los Pirineos, se desciende entre bosques de pinos y hayedos pasando por fortalezas como el Coll de los Ladrones y la espléndida estación de Canfranc, en camino de convertirse en un elegante hotel de lujo y con fascinantes historias de refugiados, espías y trenes llenos de oro.

Además del pueblo de Canfranc también se pueden visitar la Torre de los Fusileros (de fines del s.XIX) y la villa medieval de Villarúa.

La estación de Canfranc se transformará en un hotel de lujo.

El punto final es Jaca, la capital del Pirineo aragonés, la primera ciudad documentada de esta CCAA, dueña de monumentos como su ciudadela, las casas burguesas y la torre del Reloj. Y de una repostería magnífica.

De Jaca a Ayerbe

La segunda etapa conduce al pueblo de Ayerbe. Desde Jaca se sigue al sur, donde se ve el monte de Oroel donde hay un bonito parador, y luego se llega a Bernués, un típico ejemplo de calle-pueblo con casas de los siglos XVII y XVIII.

Jaca, la capital del Pirineo aragonés. Foto Juanedc | Flickr

Otros pueblos a visitar en esta parte del trayecto son Anzánigo, Triste (con ejemplos de arte románico), Murillo de Gállego (rodeada de los imponentes Mallos de Riglos) y finalmente Ayerbe; dueño de torres como la de San Pedro, palacetes y el recuerdo de la juventud de Santiago Ramón y Cajal.

De Ayerbe a Zaragoza

El tercer tramo del viaje lleva a Zaragoza. Previo a ver las cúpulas de la catedral del Pilar a la distancia, esta ruta de reyes se visita la colegiata de Santa María, obra maestra del renacimiento aragonés con un fascinante retablo mayor y el castillo de Loarre, el más grande de Aragón, con su estilo románico y su sólida muralla.

La fortaleza de Loarre es el castillo más grande de Aragón

Otro castillo, el de la Ballesta, llama la atención que está en medio de un terreno bajo.

Entre las llanuras de Somontano y las huertas del Ebro está el santuario de Nuestra Señora del Salz, cerca del pueblo de La Paúl; hasta que se llega a Zaragoza.

La catedral del Pilar con el Puente de Piedra en primer plano.

La larga historia de la capital aragonesa se remonta a la época romana, con huellas de los estilos árabe, románico, renacentista, barroco y modernista que llega hasta las muestras de arquitectura contemporánea.

Hay tanto para ver que a la ciudad habría que destinarle un par de días en exclusiva. Pero hay que seguir viaje.

De Zaragoza a Daroca

La cuarta etapa conduce a Daroca. Otro monasterio importante que aparece en el camino es el de Santa Fe, que data del s.XIV, aunque su estampa es barroca.

En el pueblo de Muel, a 40 km, hay una rica tradición de trabajos en cerámica, que se puede descubrir junto al patrimonio histórico de sus calles, con varias casas-palacio de estilo renacentista.

El poblado de Muel por la noche. Foto Miquel González Page | Flick

Más casas de esos siglos se ven en Longares, pueblo entre viñedos y con la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción que presenta un elegante estilo mudéjar en su torre.

Pero más vinos se pueden encontrar en Cariñena, sede de una de las cuatro DO de Aragón, y en donde hay una fuente -de la Mora- que en las fiestas de la vendimia en vez de agua mana el famoso tinto.

Antes de llegar a Daroca hay que detenerse a contemplar las vistas del balcón de Encinacorba, en el puerto de Paniza, con panorámicas a 360 grados de la comarca.

Otros pueblos cercanos son Mainar, con la iglesia de Santa Ana que es una excelente muestra de arte mudéjar y Cerveruela, construido sobre una gran roca.

De Daroca a Teruel

A Daroca, ya en la quinta etapa, hay que caminarla un buen rato, para ver sus calles dispuestas como medialuna, donde se pueden conoce la judería, la morería, sus torreones con las sólidas murallas, los palacios y las numerosas iglesias, que recuerdan el pasado como centro de peregrinación.

Teruel tiene una de las mayores concentraciones de arquitectura mudéjar de España

Estamos en una de las mecas del arte mudéjar, como se ve en la iglesia de San Martín de Tours de San Martín del Río (que tiene un interesante museo de trajes tradicionales), o en la torre de la iglesia de la Asunción, en Báguera.

Anento suele estar en el listado de los pueblos más bonitos de España, con sus casas de piedra y fachadas de color tierra.

El pueblo de Anento. Foto Miguel Rubira García | Flickr

Y más pueblos se suceden como en un rosario de recuerdos entre los valles, como Burbáguena, Luco de Jiloca, Calamocha (importante productora de jamón, como lo atestigua un monumento) y Monreal del Campo (donde el cultivo del azafrán es rey).

Teruel es el punto final de esta ruta, una de las ciudades con mayor concentración de monumentos de estilo mudéjar, huellas históricas que no son las únicas; porque en la región hay valiosos restos prehistóricos de los dinosaurios que hace millones de años reinaron en estas tierras.

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