Montpellier: la ciudad francesa que se adelanta al siglo XXI

La ciudad occitana cuenta con un nuevo museo de arte contemporáneo y un barrio donde grandes arquitectos presumen de vanguardistas

Cuando se desciende del tren de alta velocidad de Renfe-SCNF en Cooperación y se entra en la estación de Montpellier, su diseño que asemeja al esqueleto de un pez anticipa lo que el visitante se encontrará en esta ciudad de Occitania: un deseo de anticiparse al futuro.

Esta ciudad del sur de Francia no llega a los 300.000 habitantes, pero su rápido desarrollo urbanístico (el más acelerado del país) se convirtió en un campo fértil para las ideas de los arquitectos más importantes del mundo.

El coleccionismo de grandes arquitectos

Pareciera que Montpellier practicara un coleccionismo de diseño y urbanismo, que tiene su epicentro en los barrios de Antigone y Port Marianne.

Para llegar allí se puede tomar el tranvía de la línea 1, cuya estética de gaviotas en un cielo azul coincide con la idea de modernidad que presume la ciudad: los convoyes están recubiertos de una composición artística que representan los cuatro elementos de la vida según los antiguos.

Los tranvías de Montpellier fueron elegidos como los más bonitos de Francia, y cada línea representa a uno de los elementos básicos de la vida

Esta línea es el aire, la 4 y sus motivos dorados son el fuego, las redes y peces de la 3 son el mar, y las flores algo psicodélicas de la 2 son la tierra.

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HoÌ‚tel de Ville de Montpellier. Foto: Ch Ruiz

 

 

Clásico y moderno

El barrio de Antigone fue diseñado por Ricard Bofill en los años 80. Su nombre no es el único homenaje a la antigua Grecia, sino que su diseño se inspiró en esta cultura, con una disposición urbanística que mira hacia el mar con áreas monumentales que se transitan como un moderno ágora.

[Para leer más: Tradición y modernidad en los sabores de Occitania]

Tras pasar por los edificios neo clásicos, bordeando el curso del río Lez, el edificio del Hôtel de Ville (ayuntamiento) prologa el festival de arquitectura moderna que es el barrio de Port Marianne.

El arquitecto Jean Nouvel con François Futès diseñaron una estructura que asemeja a un gigantesco cubo de tonos azules, que según el momento del día cambia de tono.

Si París tiene los Campos Elíseos, Montpellier presume de la avenida Raymond Dugrand, donde se concentran vanguardistas ejemplos de edificios de viviendas y oficinas. El más bonito, sin dudas, es Le nuage (La nube), donde el famoso Philippe Starck creó una estructura inflable para albergar restaurantes, una piscina y un gimnasio.

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L’Arbre Blanc, de Fijumoto, Laisné y Rachdi. Foto: ValeÌrie Paduano

Más diseños de arquitectos estrella

Bernard Bühler firmó la moderna residencia Koh-i-noor, que parece un poliédrico juego de Rubik a medio armar, mientras que en la zona está una de las joya de la corona arquitectónica de la ciudad, el Árbre blanc (árbol blanco).

Zaha Hadid, Jean Nouvel y Philippe Starck son algunos de los arquitectos que dejaron su huella en Montpellier

Este edificio, creado por Sou Fijumoto, Nicolás Laisné y Manal Rachdi, se eleva con 17 pisos con todos sus balcones desplegados como el lomo de un puercoespín, que miran tanto al río Lez como al resto de la ciudad.

Aquí hay una cervecería de los chefs Charles Fontes y Eric Cellier que vale la pena conocer mientras se toma una copa desde una terraza panorámica.

No podía faltar la huella de Zaha Hadid, con el edificio de Pierrevives, una estructura de 200 metros con su famoso diseño de ola posmoderna que acoge una importante biblioteca multimedia y los archivos comunales. Y volviendo a Port Marianne, cabe conocer la curvilínea y metálica estructura del instituto hotelero Georges Frêche.

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Centro de diseño RBC. Foto Marie Caroline Lucat

Arte contemporáneo

Pero la modernidad no se agota en la arquitectura. La ciudad occitana tiene una fuerte pasión por el arte moderno que se canaliza de dos maneras: a través de su ecosistema Montpellier Contemporain y en el arte urbano.

El primero se divide en tres espacios. El Hôtel des Collections, La Panacée y la Escuela Superior de Bellas Artes de Montpellier.

[Para leer más: Narbona, la puerta de entrada a la herencia occitana]

El Hôtel des Collections, abierto en junio del año pasado, es más que un centro de exposiciones. Se entra por el moderno bar (atención a su lámpara de tubos fluorescentes que parece un nido de cigüeñas), y luego se transita por los espacios diáfanos de 3.100 metros cuadrados para descubrir sus exposiciones, que cambian cada cuatro meses, y que se provee de diferentes colecciones públicas privadas.

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Entrada al Hôtel des Collections-Mo.Co. Foto: JP Chuet

Desde ayer y hasta el 31 de mayo en el Mo.Co., se puede ver la muestra Mecarõ, con 100 obras de la colección de Catherine Petitgas. El leit motiv es el Amazonas, su degradación ecológica, y también la crítica al colonialismo europeo y el expolio de los recursos.

En el piso inferior, la muestra Feminismo tropical reflexiona sobre el concepto europeo de la mujer latina (no se pierdan la recreación kitsch de la peluquería), y su lucha frente a la inmigración, el machismo y la marginación.

El centro La Panacée es un hub de creación de arte, debate e intercambio de ideas, tanto en sus salas de exposiciones como en su café, su residencia para artistas y su terraza. Actualmente allí se presenta Permafrost. Formas del desastre, que denuncia el deterioro de diversos ecosistemas en el mundo.

  

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En el Mo.Co. cualquier persona puede contribuir al arte. Foto: JP Chuet

Arte urbano

El arte urbano tiene a Montpellier como un lienzo gigante, como se puede ver mientras se recorren las callejuelas medievales de su centro histórico.

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Arte urbano en el casco histórico de Montpellier. Foto: JP Chuet

Allí se puede descubrir un pez que emerge de una pared descascarada, a escaleras de colores que recuerdan a las de los barrios populares de Latinoamérica; a ojos, bocas y notas musicales realizados por el artista L’Original (Nicolas Bamert), a una topografía montañosa al pie de la iglesia de Saint-Roch, y enfrente, a un gigantesco trampantojo que imita a una falsa fachada con un reflejo del templo en ventanas que no existen.

Gastronomía de vanguardia

En medio de este recorrido por las tendencias de Montpellier hay que hacer una pausa para reponer fuerzas, y el lugar elegido es el mercado gastronómico Halles du Lez. Ubicado a un lado de Port Marianne, en su gigantesca superficie se despliegan más de 50 puestos de comida rápida pero de excelente calidad, una babel de sabores que pueden ir desde empanadas argentinas a pato preparado al estilo occitano, pasando por pastas italianas y hasta jamón español con cerveza San Miguel.

 

Allí se encuentra Manitas, de los gemelos Jacques y Laurent Pourcel (tres estrellas Michelin por su restaurante Le Jardin des Sens), que presenta una inédita fusión mexicana-francesa, como el ceviche con dorada o los tacos con pato, que se sirve mientras mira una estatua estridente de la Virgen de Guadalupe.

El Montpellier que queda por conocer

Hay muchas más cosas para descubrir en esta ciudad, con más museos de arte como el Fabre, edificios góticos como la facultad de Medicina (con 800 años de historia), elegantes residencias del siglo XIX frente a fuentes de mármol clásicas, pequeños restaurantes gourmet entre sus calles de un ancho mínimo, tiendas artesanales de chocolate, etcétera.

Pero como los trenes AVE-TGV acercan desde tres horas desde Barcelona con seis frecuencias diarias, no hay excusas para no volver a Montpellier.

Los trenes de alta velocidad conectan en tres horas a Montpellier con Barcelona. Foto: Renfe-SNCF en Cooperación

Los trenes de alta velocidad conectan en tres horas a Montpellier con Barcelona. Foto: Renfe-SNCF en Cooperación

 

 

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