Monte Snowdon: el Everest de Edmund Hillary en Gales

Si en algún lugar del mundo se celebró la hazaña de Edmund Hillary fue en el pequeño hotel Pen-y-Gwryd, al norte de Gales: allí se había entrenado para su histórica aventura

Monte Snowdon. Foto: Dan Struthers | Visit Wales.

El 29 de mayo de 1953, el alpinista neozelandés Edmund Hillary, y el sherpa nepalí Tenzing Norgay se convirtieron en los primeros hombres en conquistar la cima del Everest. Caía, así, el mito de la indomable montaña más alta del planeta.

A la 1 de la madrugada (hora inglesa) de ese mismo día, en un pequeño hotel de Gales situado a casi 8.000 kilómetros de distancia de la mítica cumbre recién rendida, Chris Briggs –dueño del establecimiento– recibía por teléfono la histórica noticia.

Acto seguido, despertó a todos los huéspedes del hotel Pen-y-Gwryd y les informó que, si no querían ser expulsados en mitad de la noche, tenían diez minutos para bajar al bar y brindar con champagne por la hazaña que acababan de lograr aquellos valientes alpinistas.

Pen-Y-Gwryd Hotel. Foto: Wikimedia Commons.

El Everest galés

Después, reunió a algunos compañeros escaladores, tomaron antorchas y comenzaron su ascensión al cercano monte Snowdon, que con sus modestos 1.085 metros puede, sin embargo, presumir de ser el punto más elevado de Gales e Inglaterra.

Y es que, en invierno de 1953, las técnicas y complicadas laderas del macizo Snowdon, en el noroeste de Gales, habían servido de campo de prácticas para la expedición de Hillary, quien eligió el hotel Pen-y-Gwryd como residencia mientras duró el entrenamiento.

Esa fue la magnífica e hipnotizadora historia que me narró la Jane, hija de Briggs y actual gerente del Pen-y-Gwryd, cuya fachada de piedra oscura ha sido tomada por la hiedra bicolor.

Nos encontrábamos en el famoso bar en el que se celebró la hazaña como una victoria propia. Ponía los pelos de punta pensar que en aquella misma mesa se habían reunido los componentes de la expedición británica que conquistó el Everest. Allí se discutió –pinta de cerveza en mano- sobre el clima, posibles rutas, cómo resolver inconvenientes inesperados, víveres, equipo y, cómo no, se valoraron las posibilidades de perecer en el intento.

Tenzing Norgay y Edmund Hillary en el Everest. Foto: Getty Images.

Un pub congelado en el tiempo

Aquella estancia parecía congelada en el tiempo. El mobiliario era del siglo pasado y en las paredes lucían, enmarcadas, antiguas fotos firmadas por los famosos alpinistas.

De las vigas del techo, viejas botas de montaña colgaban suspendidas sobre nuestras cabezas, y en una vitrina de cristal se exhibían auténticos tesoros. Según me contaba mi anfitriona, allí se hallaban la cuerda que unió a Norgay y Hillary en la cima, unas cuantas piedras del Everest, una botella de oxígeno usada durante la ascensión, y otros utensilios del equipo de los miembros de la expedición, como sacos de dormir, botas y crampones.

A la vista de tales reliquias, no me costaba entender por qué este pequeño hotel, enclavado en el corazón del bello Parque Nacional de Snowdonia, se había convertido en centro de peregrinaje para alpinistas de todo el mundo.

Imán de escaladores

Pero la relación del Pen-y-Gwryd con el alpinismo no empezó con Hillary. En este lugar se fundó, en 1898, The Climbers Club, una de las asociaciones de escaladores más antiguas del Reino Unido.

Monte Snowdon. Foto: Dan Struthers | Visit Wales.

Tras el éxito del Everest, la expedición británica se reencontró en el bar del Pen-y-Gwryd en numerosas ocasiones, siendo la última en 2013. En noviembre de 2020, falleció la última superviviente de aquel grupo: la corresponsal del The Times, Jan Morris.

Monte Snowdon

A la mañana siguiente de mi charla con Miss Briggs, me desperté temprano para ascender al Snowdon. Aunque existe un bonito tren turístico escénico –el Snowdon Railway– que parte de la población de Llanberis y cubre el trayecto hasta el pico desde 1896, no hay nada como ganarse la cima con el esfuerzo propio.

El de Snowdon es un macizo complejo formado por cordilleras radiales que conducen al punto más alto, Yr Wyddfa. En el camino, circos cubiertos de hielo, estrechas crestas esculpidas en la oscura roca e imponentes acantilados que atraen a los espíritus aventureros.

Para coronar el pico hay varias rutas diferentes. La más sencilla – y larga (14,5 km) – es la que comienza en Llanberis y, prácticamente, sigue, en paralelo, el recorrido del tren turístico. Sin embargo, opté por la preferida de los británicos en 1953, que parte del hostal Snowdon Ranger, en la carretera que une Caernarfon y Beddgelert, y se aproxima a la montaña desde el oeste.

Snowdonian. Foto: Dan Struthers | Visit Wales.

De esta ruta, Hillary destacaba sus espectaculares vistas sobre la península de Lleyn. Además, en los escasos días claros que tuvo en ese invierno de 1953, decía que podían divisarse, a través de las grisáceas aguas del mar de Irlanda, las irlandesas montañas de Wicklow.

El indomable corazón de Gales

El terreno es aquí escarpado y complicado, con varios pasos técnicos que resultaban sencillos en la época veraniega en la que viajé, pero que durante el invierno del 53 sirvieron para probar el equipo y emular, salvando las distancias, algunas de las dificultades que encontrarían en la montaña reina del Himalaya.

Al coronar la cima, tras un importante esfuerzo y decenas de paradas para admirar las vistas, observé al suelo y pensé que estaba pisando las mismas rocas que pisaron Sir Edmund Hillary y sus hombres. Al levantar la mirada, la espectacular panorámica me sacó de mi ensoñación.

Desde lo alto del Snowdon, se divisaban, y adivinaban, las montañas, pequeños pueblos, lagos, bosques y castillos que conforman el precioso y salvaje Parque Nacional de Snowdonia, en el que late el indomable corazón de Gales.

Un tren permite subir al Monte Snowdon. Foto: Dan Struthers | Visit Wales.

Bosques de robles y abedules, matorrales y hierbas cubrían las laderas de los montes circundantes. A mis pies se hallaban las profundas y oscuras aguas del lago Llyn Llyndaw, que clama ser la tumba final del mayor símbolo de las leyendas artúricas: la espada Excalibur.

Quizás Hillary también creía en esta leyenda y, en realidad, vino a Snowdonia en busca de un poder ancestral que le ayudase a doblegar a la montaña más alta del mundo. Merlín y Arturo pusieron la magia. Hillary y Norgay el arrojo.

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