Cómo descubrir las huellas británicas en Menorca

Los británicos ocuparon Menorca durante gran parte del s.XVIII, pero siglos después su influencia en la arquitectura, la gastronomía y hasta en el idioma sigue presente

Ayuntamiento de Es Castells, ex Georgetown. Foto Fundació Foment del Turisme de Menorca

«¿Qué han hecho los británicos por nosotros?», se podrían preguntar con un guiño a Monty Phyton los residentes de Menorca más de 200 años después de la retirada de las tropas de Su Majestad de la isla balear.

En Ciutadella y Mahón, así como en enclaves de su geografía y en sus calles, en la comida y en el idioma, las huellas de los ingleses han perdurado con el tiempo. Porque aunque eran enemigos de España los británicos habían hecho bastante por Menorca.

La estocada a Ciutadella

Ciutadella conserva el esplendor que los años le han dado mientras fue la ciudad más importante de Menorca. Dueña de grandes palacios, interesantes edificios religiosos y civiles y de un puerto que se despliega en un paisaje espectacular, en sus callejuelas y murallas resuenan los ecos de batallas, cañones, invasiones y resistencias.

Hasta que los británicos desembarcaron a principios de 1700 tras la firma del tratado de Utrecht Ciutadella era la capital insular. Pero fue perdiendo influencia a manos de Mahón, que aún conserva el centro administrativo.

Pero la influencia británica persiste siglos después en ambas ciudades, y se puede descubrir en un fin de semana con toque british.

Puerto de Ciutadella. Foto Fundació Foment del Turisme de Menorca

La herencia inglesa en Ciutadella

Esta escapada se puede iniciar en la plaza Dels Pins, donde se encuentra el ayuntamiento, donde se despliegan terrazas que permitirán desayunar un café con greixera dolça (variante del pudin inglés).

Al caminar por el dédalo de calles que se despliegan en el barrio histórico se pueden ver las boinders, ventana con guillotina cuyo nombre proviene de bow windows, y que describe los grandes ventanales de las casas tradicionales de Menorca.

En detalles como las ventanas de estilo georgiano llamadas boinders, o en el culto al gin, se ve cómo la influencia británica persiste siglos después

Para conocer la historia de la ciudad y de la isla balear se puede visitar el Museo Municipal de Ciutadella, que recorre las raíces desde la prehistoria y permite saber cómo fue creciendo con la presencia musulmana y su expansión desde que Alfonso III de Aragón la convirtió en capital; hasta que inició su decadencia con la invasión británica.

Estilo británico en Lloc Golden Farm. Foto Fundació Foment del Turisme de Menorca

Una pausa gastronómica en Ciutadella

Para hacer una pausa gastronómica se recomienda visitar alguno de los bares y restaurantes que están en la calle de Les Voltes, que se distingue por sus arcadas.

Desde allí se divisa la catedral Santa María de Ciutadella, uno de los templos más bonitos de Menorca con su austera estampa gótica, levantada entre los siglos XIII y XIV en el punto más alto de la antigua ciudad.

Castell de Sant Nicolau. Foto Fundació Foment del Turisme de Menorca

Más temprano que tarde hay que pasar por la plaza del Born y probar el gin Xoriguer, mientras que se contempla el ritmo del puerto.

La pasión menorquina por esta bebida blanca es otra de las huellas que han dejado los británicos.

Las fortalezas británicas de Ciutadella

Los militares e ingenieros llegados de las islas anglosajonas prefieron construir una nueva capital en el otro extremo de la isla, en Mahón; pero no abandonaron a Ciutadella sino que reforzaron sus defensas frente a la amenaza napoleónica con la torre Dels Castellars, junto al castillo de Sant Nicolau.

Desde aquí se pueden tener bonitas vistas de la Cala Santadria, así como del puerto y el resto de la ciudad.

Antes de que caiga el sol, hay que apresurarse para visitar algunos de los parajes faro de Artrutx, la Cala d’en Bosch, Son Xoriguer, Cala Macarella o Macarelleta.

Otra de las huellas británicas. Foto Fundació Foment del Turisme de Menorca

El camino de los ingleses

Tras haber recorrido la Ciutadella histórica, el segundo día se puede dedicar a seguir las huellas británicas en otros puntos de la ciudad y alrededores.

Uno es el Camí d’en Kane, un camino que los ingleses abrieron al llegar a la isla y que se encuentra en su centro, entre El Mercadal, El Toro y Mahón.

Camino a la actual capital se pasa por zonas de cultivo afincados en antiguos humedales que aquellos gobernantes secaron en el siglo XVIII, algo impensable en la actualidad en esta isla que es Reserva de la Biosfera.

También se ve la Torre de Fornells, levantada entre 1801 y 1802 para proteger el castillo de San Antonio.

Torre de Es Fornells. Foto Fundació Foment del Turisme de Menorca

Mahón, la nueva plaza fuerte británica

Los británicos convirtieron a Mahón en una fortaleza aprovechando su ubicación estratégica como puerto natural, y le otorgaron varios baluartes defensivos en los 70 años de presencia en la isla.

Entre ellos se encuentra la torre de La Princesa, la de Sant Clair en Cala Teulera y la de Stuart.

Los británicos convirtieron a Mahón en una fortaleza aprovechando su ubicación estratégica como puerto natural

El islote Illa del Rei es otra parada obligada dentro de la ruta de la Menorca británica pues se trata del hospital militar más completo y que más ha estado en funcionamiento dentro de las aguas del Mediterráneo.

Con poco tacto los ingleses la llamaban Bloddy Island (Isla sangrienta), pero en esas instalaciones ahora funciona una elegante galería de arte.

El antiguo hospital en la isla que los británicos llamaban Bloody Island. Foto Hauser Wirth

Los barrios y fuertes que levantaron los británicos en Mahón

Otro es el fuerte Malborough ubicado en la zona de El Castell, en la Cala de Sant Esteve y excavado en la roca, cerca del puerto mahonés.

El Castillo de San Felipe fue levantado por españoles pero los británicos lo ampliaron y reforzaron, y en el toma y daca en las guerras del siglo XVIII los españoles volverían para demoler parte de su estructura.

La presencia arquitectónica de los británicos también persiste en las viviendas de VillacarlosEs Castells fundada como Georgetown en 1771 en honor a su rey Jorge III, construidas en estilo georgiano y que conservan las citadas boinders.

El pudin fue otra de las aportaciones inglesas. Foto Fundació Foment del Turisme de Menorca

Las huellas en la gastronomía y el lenguaje

Habíamos hablado del gin, pero otras huellas gastronómicas que han dejado los años de presencia inglesa son el gravy, salsa de caldo de carne para la pasta; la pasión por los pepinillos (llamados piquéis, deformación de pickles), el sengri –especie de punch caliente con vino aromatizado- y la cultura del púdin.

Y la influencia persiste, siglos después, en el lenguaje; con palabras como tornescrú y escrú (por screw, destornillador), fingles (de fingers, dedos) o miledi (de milady), y frases como no val quatre penis (No vale cuatro peniques) o fer un trinqui (de drink, echar un trago).

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