Menorca en clave ‘slow’ o cómo enamorase de la isla más bella de Baleares

Auténtico paraíso azul en el Mediterráneo, Menorca evidencia un logro admirable: la armonía lograda entre el hombre y la naturaleza

Menorca del interior a la costa. Foto: Fontenille.

Menorca del interior a la costa. Foto: Fontenille.

Idílica, encantadora, responsable. Pocos lugares del mundo son comparables con Menorca. Un enclave paradisíaco repleto de rincones por descubrir, capaz de transmitir una paz y una serenidad inigualables. La clave de esta tranquilidad reside en la valiosa naturaleza que alberga entre sus 216 kilómetros de costa, un auténtico tesoro paisajístico por el cual ha sido declarada Reserva de la Biosfera por la Unesco.

Gracias a la armonía conseguida entre el hombre y la naturaleza, la segunda de las islas del archipiélago de Baleares en tamaño puede estar orgullosa de haber conseguido una explotación equilibrada de sus recursos, así como una urbanización sensata a lo largo y ancho de todo el territorio. Un insólito triunfo al que se suman la continuidad de los métodos agrícolas tradicionales y la conservación de una ganadería y una pesca sostenibles.

Más que un destino, Menorca es una forma de vida y una filosofía de la que quiere impregnar a sus visitantes. Dejarse ‘convencer’ es un auténtico placer: solo hay que respirar, mirar alrededor y tomar consciencia de que el respeto por el medioambiente y la calma son aquí las claves para disfrutar.

Mimetizarse con el entorno

Como la mejor toma de contacto se posicionan los nuevos alojamientos que están guiando a la isla hacia la dirección correcta, rehabilitando con mucho mimo antiguas fincas, granjas y parcelas abandonadas y respetando la riqueza de su tradición, así como patrimonial y arqueológica.

En tu próxima escapada a Menorca, elige un agroturismo boutique. Foto: Torralbenc.
En tu próxima escapada a Menorca, elige un agroturismo boutique. Foto: Torralbenc.

Buen ejemplo de ello es Torralbenc (inaugurado en 2013), el que podría decirse que es el rincón más exquisito de Menorca. Un paraíso inmerso en otro paraíso. Rodeado de viñedos con los que desde hace cuatro años elaboran su propio vino -gracias a los cuales se alzaba con el premio al Mejor Hotel Enoturístico en los International Wine Challenge Merchant Awards Spain 2019-, y con vistas al horizonte azul, este agroturismo boutique recupera la esencia de la arquitectura de un conjunto de casas que se remontan al siglo XIX, así como el entorno natural que lo abraza.

En Torralbenc encontrarás un alojamiento ecológico y plastic free (y en el que se puede ir descalzo a cualquier parte)

Paisaje, arquitectura, confort, gastronomía y propuestas de bienestar se conjugan aquí para hacer de la estancia una experiencia absolutamente única. Quedarse en una de sus 27 habitaciones es el primer paso para no querer marcharse nunca.

Serenidad, comodidad e intimidad se suman a una delicada decoración donde se combinan texturas de piedra caliza, madera noble y tejidos naturales en tonos blancos y tierras con un suave aroma a romero y a un concepto ecológico y plastic free, con el que conquistan a cualquier huésped. Andar descalzo, no solo por la propia estancia, sino por cualquiera de las inmediaciones del hotel, es solo uno de los grandes placeres de la experiencia.

Foto: Torralbenc.
Foto: Torralbenc.

Un amplio catálogo de tratamientos y productos -gestionados por la reconocida firma Natura Bissé- disponibles también para disfrutar al aire libre pone el broche de oro a los mimos ofrecidos por Torralbenc. Sin embargo, nada como rendirse a la calma absoluta contemplando la belleza de su piscina salada, con el mar de fondo y los aromas de sus olivos inundando la atmósfera.

Agroturismos eco-sostenibles

En julio de 2019 aterrizaba en Menorca el concepto del grupo Les Domaines de Fontenille, que combina el arte de vivir francés con descubrimientos culturales, gastronómicos, de bienestar, sencillez y elegancia. Su premisa pasa por regresar a lo básico: apreciar la belleza de un lugar, disfrutar de los beneficios de la naturaleza, saborear el tiempo.

En la isla han recuperado las fincas de Santa Ponsa y Torre Vella, combinando en una misma propuesta hotelera dos alojamientos que, a pesar de tener personalidades diferentes, comparten una misma filosofía.

Fontenille Menorca.
Fontenille Menorca es una de las aperturas más recientes, también en estilo agroturismo de lujo.

En sus más de 300 hectáreas de terreno -entre las que se incluyen diferentes huertos, viñedos, una almazara y una destilería de aceites esenciales para uso propio-, Fontenille ha reconvertido un antiguo palacio del siglo XVII con reminiscencias moriscas con el resultado de Santa Ponsa; así como una histórica torre de vigilancia en Torre Vella. Ambos honrados con el sello Relais & Châteaux.

El primero de los alojamientos, Santa Ponsa, supone adentrarse en un escenario colonial. Sus 22 habitaciones con aire aristócrata invitan a perderse en el tiempo rodeándose de elementos menorquines y curiosos detalles con influencias españolas y moriscas, como un centenario sistema de riego que da vida a sus frondosos jardines, un histórico aljibe, hoy piscina, y majestuosas cisternas que hacen las veces de spa.

Pasear por la finca es como hacerlo por un escenario de Las mil y una noches, rodeados de cítricos y olivos, palmeras, higueras gigantes, flores exóticas y estanques que son testigos del esplendor que vivió esta antigua casa principesca, totalmente dedicada en la actualidad al equilibrio saludable y autosostenible.

Foto: Fontenille Menorca.
Foto: Fontenille Menorca.

Por su parte, Torre Vella presenta una propuesta más rural en lo que se podría considerar la finca menorquina por excelencia, extendiendo sus secretos a los acantilados que bordean los 1.700 metros de costa de la propiedad. El resultado es un sencillo y bohemio retiro que transmite paz y serenidad en cada rincón: desde en su idílica zona de piscina o en el bar efímero situado a 60 metros sobre el mar, a sus almuerzos entre robles o las encantadoras cenas bajo la luz de las estrellas.

Hormigón, madera, paredes encaladas, naturaleza cruda… Y habitaciones delicadamente decoradas y desbordantes de luz natural, algunas incluso con piscina privada, el mejor lujo para desconectar y olvidarse del mundo.

Experiencias en sintonía con la isla

El mismo espíritu de paz de estos alojamientos se traslada a sus propuestas: olvida los madrugones para plantar la toalla en una cala, Torralbenc, por ejemplo, invita a descubrir los secretos de las aguas turquesas que bañan la isla desde su clásico llaut balear, una embarcación que refleja la tradición marinera menorquina y gracias a la cual es posible alcanzar puntos naturales de difícil acceso, visitar praderas de posidonia y conocer la rica biodiversidad marina practicando snorkel o paddle surf.

El Camí de Cavalls es otro de los grandes atractivos de Menorca. A través de 185 kilómetros de recorrido -dividido en 20 tramos de diferente duración y dificultad-, este histórico sendero que cubre la totalidad de su costa es una de las propuestas más auténticas para contemplar su belleza e identidad.

En paralelo, desde Torralbenc proponen un interesante paseo a caballo a través de la cultura del vino que, saliendo de sus inmediaciones y sorteando las vides, atraviesa un espectacular barranco de árboles frutales para finalizar en una playa cristalina de arena blanca.

Foto: Menorca Experimental.
Foto: Menorca Experimental.

Y para poner un toque de glamour, alojarse en Menorca Experimental es como hacerlo en la casa de vacaciones de un artista. Un equipo de artesanos locales bajo la dirección de la diseñadora de interiores Dorothée Meilichzon trabajó para restaurar una finca del siglo XIX que emerge entre pinares, arbustos de enebro y flores silvestres. Piedra seca, hormigón encerado y madera local tosca se combinan con baldosas de terracota esmaltadas a mano, tonos azulados, dorados y terracotas que beben directamente de la inspiración menorquina.

Cualquiera puede explorar su creatividad a través de experiencias con artistas y artesanos locales, pero también relajarse con actividades de yoga y meditación o abandonarse al placer y la relajación en su exquisito spa, donde colaboran con la innovadora marca francesa Biologique Recherche.

Paraíso de playas y calas

Los más de 200 kilómetros de costa menorquina suponen un auténtico tesoro de rincones bañados por aguas turquesas que brindan la oportunidad de descubrir paisajes muy diferentes. En el Norte, más rocosas y escarpadas, destaca la Playa de Cavallería -con su extensión a una más salvaje Cala Roja- donde ver un precioso atardecer con los pies sobre su peculiar arena rojiza.

Binibeca. Foto: Cristina Rodríguez Bareño.
Binibeca. Foto: Cristina Rodríguez Bareño.

En cuanto al Sur, además de la tan conocida y extensa Playa de So Bou, merece la pena perderse por unas horas en Caló Blanc, en las terrazas de piedra de Sala de Alcaufar, Macarella o Cala Turqueta, todas ellas de arena más blanca y fina.

Riqueza cultural e histórica

La pequeña isla nos sorprende también con un cuidado patrimonio histórico y cultural para admirar sin prisa. Los cascos históricos de las ciudades más destacadas, Mahón y Ciutadella, se complementan con yacimientos, restos prehistóricos -como la Naveta des Tudons- o pequeños poblados pesqueros que aún preservan sus tradiciones, como la aconsejable Binibeca.

La Torre de Fornells, el Fuerte de Marlborough, el Monte Toro o el Parque Natural de la Albufera del Grao son algunas pistas más para apuntar en una ruta tranquila que bien puede finalizar en Lithica o las Pedreres de S’Hostal, al sur de la isla. Se trata de un recinto de canteras que, tras cerrar su actividad en 1994, se ha convertido en un genuino espacio dedicado a conciertos y otras citas culturales, con jardines y una laberíntica arquitectura invertida digna de ser admirada.

Fornells. Foto: Cristina Rodriguez Bareño.
Fornells. Foto: Cristina Rodriguez Bareño.

Gastronomía para reconectar

Son muchas, y más que apetecibles, las propuestas para deleitar el paladar en la isla menorquina empezando por las calderetas de langosta, la receta tradicional por excelencia que prepara a la perfección David de Coca en Sa Llagosta en el puerto de Fornells, y terminando por las huertas y cultivos ecológicos que nutren ya muchas de las cocinas.

En el precioso Alcaufar Vell cuentan con un restaurante propio en mitad del campo perfecto para una cena para dos de lo más especial bajo los árboles y cientos de farolillos de su idílico Jardí dels ullastres. En cuanto a su propuesta gastronómica, bucea en la tradición culinaria menorquina, mezclando pasado y presente para elaborar alta cocina recuperando los sabores más rurales.

También Torralbenc cuenta con una propuesta más que interesante. Bajo el mando del chef Luis Loza, su restaurante ofrece una carta basada en los productos locales de temporada, muchos de ellos de cosecha propia, como las verduras de su huerto, los huevos procedentes de las gallinas del corral, el aceite o los vinos. Su cocina, muy ligada a las raíces del propio territorio, le otorga extrema importancia a la calidad de la materia prima, conservando la pureza y frescura del producto de calidad, al que se acerca desde una mirada actual.

Torralbenc también es una opción gastronómica a tener muy en cuenta.
Torralbenc también es una opción gastronómica a tener muy en cuenta.

Inevitable no mencionar Sa Pedrera des Pujol, una cuidada modernización de las recetas más tradicionales en las que se da un inigualable culto al sabor en manos del chef Daniel González Mora.

En El Rais, ubicado en el puerto de Mahón, Raquel Yagüe prepara algunos de los mejores arroces de la isla, bajo el sello de Ses Forquilles, una taberna ilustrada que homenajea cuidadosamente el mundo del vino y a través de la cual es posible viajar hasta Asia con el paladar.

Y como apuesta de coctelería triunfa en el puerto de Cales Fonts el Lemon, de Juan José Marcos, un coqueto bar que recupera con sumo cuidado y mucha pasión esos combinados clásicos con los que iniciar cualquier plan gastronómico o rematar una velada.

a.
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