Marrakech, arena y decepción

"Vibrante", "dinámica" o "mágica" son los calificativos dedicados a Marrakech en las guías turísticas. Sobre el terreno, los occidentales teclean furiosos en Tripadvisor: la ciudad ocre es una decepción en la que prima la ecuación turista igual a dinero.

«En la Medina veo siempre la misma imagen: turistas blanquitos sudorosos con cara de preguntarse qué es lo mágico de este lugar». Es una hiriente crítica de la ciudad vieja de Marrakech (Marruecos) en la página de opiniones turísticas Tripadvisor. Si bien la capital del sur presume de rincones hechizados, lo cierto es que el turismo en la capital necesita, y de forma urgente, un plan de choque.

El tour de sudor y arena empieza en la bulliciosa Plaza de Yamaa el Fna, la más famosa de Marrakech y –dicen- la mayor de África. En ella se agolpan todo tipo de comerciantes: recuerdos, zumos naturales, agua, camisetas falsas y comida de varios tipos. Al caer la noche el griterío de la plaza alcanza el cénit: música, cuentacuentos, timadores, encantadores de serpientes y domadores de monos.

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Exotismo, sí, pero –palabra de Lonely Planet– «sólo el 20% de marrakechíes compra en la Medina«. Mucho menos auténtica que la laberíntica Fez, la ciudad vieja de los Almorávides huele a cloaca y a perfume con descuento y errores ortográficos en la etiqueta. Se regatea constantemente, se esquiva vendedores enfadados y menores de edad que guían al turista a bufés de los que cobran comisión.

Paradas obligadas

Además del estresante ‘hub’ de Marrakech, lo imprescindible es la escuela coránica Ben Youssef y el zoco. Olvide los tanneurs o curtidores de pieles: no es sólo el hedor: es que en la rival Fez encontrará lo que busca, si lo que quiere es ver tratar el cuero de forma manual.

Después, relájese en Les Bains d’Azahara. Allí, el tratamiento hammam es menos agresivo que en otros baños (esta vez no hay manguera), cuesta poco más de 20 euros y la higiene es total. Se habla español, lo que no es baladí.

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Tras el frotado y tratado con barros y aguas, el lugar para recuperar el tono es el Cafe Arabe. Situado en la Rue Mouassine, garantiza que el visitante no se perderá ni lo llevarán a callejones oscuros. Olvide las plantas inferiores, suba a la terraza y relájese –al menos un momento- escuchando las llamadas a la oración de la tarde. Cócteles caros, sí, pero estamos en la Medina, ¿recuerda?. 

El Marrakech que viene

Pelo alborotado y camisa pegada al cuerpo, la necesaria descompresión ocurre en la Ville Nouvelle o villa nueva.  Un «aquí me quedo» imprescincible es el Comptoir Darna. En este restaurante-pub-café de variedades se come caro per bien, si se acepta que el menú lo complementan bailarinas de danza del vientre y un ambiente ligeramente gay.

La exploración de la villa nueva la completan una visita al impresionante Jardín Majorelle, donde pervive la huella de Yves Saint Laurent, las galerías de arte de Guéliz, el ‘soho’ marrakechí, y el Mercado Central Ibn Toumert, donde sí, lo volverán a hostigar los venedores, pero por lo menos se quedará con la sensación de que éstos sí son genuinos.

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En síntesis, ¿una decepción? Depende, claro, de las expectativas. No aguarde rampas para viajeros minusválidos, no confíe en los anuncios de «wifi gratuita y de alta velocidad» y prepárese para las molestias estomacales. Regatee consciente de que le empiezan cobrando cuatro veces más del precio justo. Y si ve una tormenta de arena, protéjase, no vaya a desorientarse, una sensación que experimentará más de una vez, tal y como describen los occidentales indignados en Tripadvisor.

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