Mantua, una bella flor de loto posada sobre las aguas de tres lagos

En la Lombardía italiana, la ciudad de Mantua fue el lugar donde se representó la primera ópera de la historia y una de las capitales del Renacimiento italiano. Añádele una rica gastronomía y unos alrededores de gran belleza natural, y obtendrás un destino total

Mantua. Foto: Rosy Torelli | Pixabay.

Una fría noche del carnaval de 1607, se estrenó en Mantua La fábula de Orfeo, primera obra de la historia que era catalogada como ‘ópera’. También Mantua es el escenario en el que ocurren los hechos de la famosa ópera Rigoletto del gran Giuseppe Verdi. Y no lo digo yo, sino mi gran amigo Lorenzo Bianchi, un entusiasta profesor de historia del arte que tuve la suerte de conocer durante un viaje por Myanmar.

Tras tres años y varias promesas incumplidas, por fin pude visitarle en su ciudad natal, Mantua (Mantova, en italiano), a la que él siempre describía como “una bella flor de loto posada sobre las agua de tres lagos”.

Yo, que había podido contemplar la exultante belleza de las flores de loto flotando en el birmano Lago Inle, siempre dudé de tal afirmación, pero en un par de días Lorenzo logró demostrarme que no había exagerado lo más mínimo.

Mantua es uno de los iconos del Renacimiento italiano. Foto: Riccardo Braccaioli | Pixabay.

Mantua

Mantua es una pequeña ciudad del norte de Italia que, debido a que se encuentra a medio camino entre dos gigantes turísticos de talla mundial – Venecia y Milán –, pasa prácticamente desapercibida para los viajeros que pululan por la zona.

Yo dudo de ese dato, pues mientras paseo por la bellísima Piazza Sordello junto a Lorenzo veo a muchos turistas con sus cámaras de fotos y teléfonos móviles, buscando lograr el selfie perfecto en el que aparezcan ellos, la catedral de Mantua y, a ser posible, algunos de los bellísimos palacios renacentistas que la acompañan. En ese orden.

Pero claro, estamos en el epicentro de Mantua, lugar en el que la ciudad fue fundada y en el que se encuentran algunos de los edificios más bellos de ese casco histórico que ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Además, nos encontramos en el mes de agosto y, como bien dice Lorenzo: “En agosto los únicos lugares vacíos en el norte de Italia son los cementerios”.

Piazza Sordello, Mantua. Foto: Pixabay.

Los ‘Médici’ de Mantua’

En el fresco interior de la catedral, ajenos al alboroto del exterior, nos encontramos con un templo bonito, pero no tanto como el de la cercana Basilica di Sant’Andrea. En la catedral descansan los restos de los miembros más importantes de los Gonzaga, la familia que dirigió el destino de Mantua entre 1328 y 1707. “Mucho más tiempo que los Tudor en Inglaterra o los Médici en Florencia”, me comentaba Lorenzo.

Y es que a este poderoso clan italiano se le atribuye gran parte del esplendor con el que brilla Mantua.

Para conocer un poco mejor a los Gonzaga, visitamos el Palazzo Ducale, el enorme complejo palaciego que les sirvió como residencia principal y cuartel general durante los casi 400 años que duró su dominio sobre la ciudad.

Frescos de Andrea Mantegna en el Castello di San Giorgio. Foto: Paola Rangognini | Pixabay.

El palacio, que se halla entre las aguas del Lago Inferior y la adoquinada Piazza Sordello, posee varios edificios del siglo XVI que suman cerca de 500 habitaciones. El núcleo original está formado por el Palazzo del Capitano y la Magna Domus. Después llegaron nuevas construcciones, jardines y patios.

En el interior de los edificios pudimos admirar frescos de Pisanello, pinturas de Rubens y tapices de Rafael, pero nada tan bello como los frescos del gran Andrea Mantegna que decoran las paredes y techo de la Cámara Nupcial (Camera degli sposi) del Castello di San Giorgio, también en el recinto palaciego.

Piazza delle Erbe

Dejamos ese centro de poder atrás para mezclarnos de nuevo con la plebe en la vibrante Piazza delle Erbe. En ella se encuentra la iglesia más antigua de Mantua: la Rotonda di San Lorenzo, construida, en el siglo XI, a imagen y semejanza del Santo Sepulcro de Jerusalén.

En su interior, el paso del tiempo ha ejercido su cruel castigo a los frescos que decoraban todas las paredes del templo. Ahora solo quedan restos de aquellos.

Muy diferente es la vida que se esparce en el centro y entre los arcos de los soportales de la plaza. No hace falta que Lorenzo me explique nada para que me dé cuenta de que la gente que pasea o puebla las terrazas son, en su gran mayoría, mantuanos de pura cepa.

Piazza delle Erbe. Foto: Wikimedia Commons.

Su forma de vestir, hablar y gesticular les delata. Lo hacen mientras comparten un trozo de tarta o una bebida en el histórico café Bar Caravatti, situado bajos los pórticos. Aprovechamos para tomar algo allí mientras hago una de las cosas que más disfruto durante mis viajes: observar cómo se comportan las personas locales.

No es nada especial, pues una pareja se besa a escondidas detrás de una columna, tres amigos ríen de la historia que cuenta uno de ellos – de la que tan solo he cogido una coletilla final que decía ¡vaffanculo! – y un matrimonio de unos 60 años mira al infinito sin dirigirse la palabra. Pero me encanta observar ese “nada especial” mantuano.

Gastronomía mantuana

En el centro adoquinado de la plaza, unos niños desafían al calor húmedo que aún se siente a las 7 de la tarde y juegan al balón. Le pregunto a Lorenzo si está permitido hacerlo. “Bueno, ¡Es Italia!”, me contesta.

Pues sí, y como es Italia, espero cenar realmente bien.

Il Cigno dei Martini es un buen lugar para descubrir la gastronomía mantuana.

La gastronomía en Mantua no decepciona. La probamos en el restaurante Il Cigno (Piazza Carlo D’Arco, 1). Los reyes de la huerta y las granjas mantuanas son la calabaza y el cerdo, respectivamente.

El plato más típico de Mantua son los tortelli alla Mantovana, una pasta del estilo de los raviolis rellena de calabaza, mostaza de compota de manzana y amaretti. También está riquísimo el risotto local: risotto alla pilota, que está hecho con salchichas de cerdo. En cuanto pescados, el lucio en salsa verde es lo más común y rico.

Gloria al postre

Sin embargo, el arte culinario de Mantua encuentra su glorificación en los postres y pasteles. En el segmento de lo sencillo, pero muy sabroso, se encuentra la sbrisolona (una especie de tarta hecha con miga crujiente, almendras, ralladura de limón, vainilla, harina, mantequilla y huevo).

La torta Sbriolona es una especialidad de Mantua. Foto: F. Tronchin | Flickr.

Ya más elaboradas son la torta delle rose (como un ramo de rosas de hojaldre con crema de mantequilla) y la torta helvetia, una tarta hecha con capas de merengue de almendras, crema de mantequilla y sabayón.

En Navidad, según me contaba Lorenzo, todo el mundo toma el Anillo de Múnich (anello di Monaco), una rosquilla en forma de anillo rellena de una crema hecha de avellanas, nueces y castañas confitadas, con un glaseado de azúcar en la parte superior. Como su nombre indica, la importaron a Mantua una familia de pasteleros de Múnich en el siglo XVIII.

La Bella Durmiente

No sé si en el siglo XVIII, pero en otra época antigua me encuentro al pasear por la Mantua iluminada. Al caer la noche, la ciudad parece otra y el silencio más profundo se abate sobre ella. Quizás por eso la llamen ‘La Bella Durmiente’.

Mantua de noche es un espectáculo. Foto: Francesco Toscani | Pixabay.

Me tengo que marchar al día siguiente y en el tintero se me quedan muchas cosas, como la visita a la cercana Sabbioneta, una preciosa ciudad fortificada – que también forma parte del área declarada Patrimonio de la Humanidad –construida en tan solo 30 años por Vespasiano Gonzaga.

De lo que no me privo antes de irme es de un paseo en barca al amanecer por las aguas del Lago Inferior. Las flores de loto se abren en verano, formando un paisaje tan oriental y bello que recuerdo, y doy por válidas, las palabras de mi amigo Lorenzo. Y es que Mantua es una bella flor de loto posada sobre las aguas de tres lagos.

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