Las orcas abren su temporada de cacería

En un paraje de la Patagonia argentina es posible ver cómo las orcas cazan crías de lobos marinos, usando una técnica que pone en peligro sus vidas

En las áridas estepas de la Península Valdés, una extensión de la Patagonia argentina con forma de martillo que se introduce en el Atlántico, un grupo de turistas está a punto de presenciar uno de los espectáculos más fascinantes de la fauna marina austral: cómo las orcas cazan las crías de lobos marinos.

El paraje se llama Punta Norte, y es un sitio desolado, sin más vegetación que algunos matorrales y arbustos. El poblado más cercano, Puerto Pirámides, está a 80 kilómetros, y la ciudad más importante, Puerto Madryn, a 170 kilómetros. Desde fines de febrero a inicios de mayo, un pequeño punto de observación de Punta Norte Orca Research abre sus puertas al público, y con una buena cuota de paciencia, los visitantes esperan a que las orcas hagan su aparición.

Un par de horas después, en el mar azul, asoma una aleta negra, de poco más de un metro de alto. En la orilla, unas cinco crías de lobos marinos juegan con las olas que rompen en la playa de guijarros. Una de ellas se introduce un par de metros en el mar, y este descuido le costará la vida: gracias a su sistema de ecolocalización, la orca detecta que el lobo marino es una presa posible, y emprende la cacería. Un misil negro y blanco se lanza con las fauces abiertas y captura a la infortunada cría. Las otras escapan como pueden de la amenaza.

La orca logró el primer objetivo: atrapar una presa. Ahora viene lo más difícil: reptar y salir del encallamiento en la orilla, movilizar sus cinco (si es hembra) u ocho toneladas (si es macho) entre las piedras sin ayuda del agua, y volver a las profundidades del Atlántico.

Una técnica que marca una pauta cultural

Esta técnica, conocida como ‘varamiento intencional’, es una auténtica rareza entre las orcas: sólo se registra en esta península de la Patagonia y en las Islas Crozet, en pleno Océano Índico. Según el guardafauna Roberto Bubas, uno de los mayores estudiosos de estos gigantescos cetáceos, este método de cacería no es instintivo sino que es “una pauta cultural”. Ha sido una solución de las orcas para enfrentar la escasez de lobos marinos, luego de una salvaje depredación de la población entre 1917 y 1953, y que se ha transmitido de generación en generación.

orca

Esta técnica se aprende de los pocos meses de edad, y requiere varios años de desarrollo. Una de las orcas más famosas, el gigantesco Mel, solía lanzarse contra la orilla y regresar al mar sin que haya una sola presa cerca. Según Bubas, en soledad estaba entrenando su método.

Inclusive, no todas las orcas realizan este tipo de cacería: de la colonia de 30 miembros que merodean por Punta Norte, sólo siete u ocho se animan a practicarlo. Según los guardafaunas, algunos ejemplares como el macho JC (con más de nueve metros de largo) reconocerían que una arremetida de su gran porte significaría la muerte en la orilla.

Varios intentos terminan en fracaso: la orca sólo tiene una oportunidad de lanzarse, y atrapa a una cría en cuatro de cada diez oportunidades. Además, cuando hay un lanzamiento fallido, las crías huyen de la orilla y se refugian a una distancia segura.

Los sentimientos de los turistas, que por protección del entorno asisten en grupos reducidos, son encontrados: algunos quedan fascinados por el vértigo y arrojo del gigantesco cetáceo, y otros desean que el pobre lobo marino se salve de convertirse en un bocado. Llegar hasta Punta Norte o Caleta Valdés (el otro punto de avistamientos, entre octubre y noviembre) no es un recorrido fácil, por lo que se sugiere contratar a los servicios turísticos de Puerto Madryn o Puerto Pirámides.

Las orcas han cargado con una injusta mala fama: el nombre en inglés “killer whale” (ballena asesina) es incorrecto por partida doble, porque no es una ballena (más bien, es un primo más grande de los delfines) ni es asesina: sólo mata para comer, y nunca ataca al hombre.

Eso lo sabe bien Roberto Bubas, que solía pasear por estas frías aguas con una armónica, y con su música lograba que alguna de las orcas se acercaran pacíficamente.

Ballenas, pingüinos y elefantes marinos son otras especies que se divisan en Valdés

El avistamiento de las orcas es la atracción más difícil de la Península Valdés, aunque la paciencia tiene su recompensa. La zona es un auténtico santuario de fauna marina, y allí hay numerosos servicios que ofrecen avistamientos de la ballena franca austral (entre mayo y diciembre), donde las embarcaciones detienen el motor a pocas millas de la costa, y esperan a que alguna curiosa ballena asome su lomo o cola, y vuelva a sumergirse.

Entre septiembre y febrero los pingüinos de Magallanes invaden las siete colonias que tienen a lo largo de la península. La más popular es la de la Estancia San Lorenzo, que presenta una población de más de 270.000 ejemplares que llegan para nidificar.

Los elefantes marinos, esos gigantescos pinnípedos que pueden llegar hasta los seis metros de largo en los machos, tienen una población de 20.000 ejemplares que retozan bajo el sol entre agosto y marzo. Delfines, toninas y un gran número de aves marinas como gaviotas y cormoranes completan el cuadro de uno de los puntos más fascinantes del planeta para conocer la fauna marina.

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