Los Pirineos en 10 experiencias mágicas

Del tren amarillo de la Cerdanya a la selva de Irati pasando por Foix, Beget y la ruta de los Cátaros, resumimos los Pirineos en 10 propuestas para disfrutar de las montañas

Aigüestortes. Foto: Jan Padilla | Unsplash.

Cumbres de más de 3.000 metros de altura, valles y lagos glaciares, laderas cubiertas de nieve, aguas bravas, senderos de extraordinario magnetismo, iglesias románicas y pueblos que parecen detenidos en el tiempo se suceden a lo largo de sus 430 km. Desde el Cap de Creus, en el Mediterráneo, hasta la Cordillera Cantábrica, y tanto en la cara española como en la francesa, los Pirineos despliegan su magia. 

47 estaciones de esquí alpino y otras 26 de esquí de fondo son un poderoso imán para los amantes del esquí y el snowboard en invierno. Sin embargo, cuando la nieve se funde y explota la primavera, la cordillera se convierte en meca de senderistas, pero también de quien ansía desconectar en sus pueblos presididos por preciosas iglesias o saborear su gastronomía entre guisos, sopas, carnes, quesos o embutidos. 

De la selva de Irati al románico de la Vall de Boí pasando por el tren amarillo de la Cerdanya, Roncesvalles, el Parque Natural de Ordesa y Monte Perdido, la Ruta de los Cátaros o la espectacular Transpirenaica, viajamos junto a Lonely Planet y su nueva guía Lo mejor de los Pirineos que edita Geoplaneta a algunos de los lugares más extraordinarios y magnéticos de la península. 

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Vall de Boí 

Un total de nueve templos diseminados por todo el valle integran el conjunto de iglesias de la Vall de Boí declarado Patrimonio Mundial por la Unesco en 2000. De hecho, no deja de resultar sorprendente que un lugar de dimensiones tan reducidas concentre este increíble patrimonio arquitectónico medieval.  

San Climent de Taüll, quizás la más espectacular de todo el conjunto, con su esbelto campanario y sus pinturas murales del siglo XII (su imponente pantocrátor es todo un símbolo de la Vall de Boí), Santa Maria de Taüll, Sant Joan de Boí, Santa Eulàlia d’Erill la Vall, Sant Feliu de Barruera, Nativitat de Durro, Santa Maria de Cardet, Assumpció de Cóll y Sant Quirc de Durro integran este conjunto que tiene su origen en la familia Erill, que invirtió parte de sus ganancias en las campañas militares impulsadas por Alfonso el Batallador para mostrar su poderío ante sus vasallos a través de estas formidables iglesias y ermitas. 

Sant Climent de Taull. Foto: Marc Pascual | Pixabay.

Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido 

Es el segundo parque nacional más antiguo de Europa y razones no le faltan. En el corazón de los Pirineos, encajado entre cuatro valles glaciares, el de Ordesa y Monte Perdido cuenta con algunos de los parajes más hermosos de la cordillera, incluidas vertiginosas cumbres por el Monte Perdido, de 3.355 metros de altura, valles y cuencas glaciares, tupidos bosques de abetos, pinos y hayas, cuevas y cañones. 

Con acceso desde los cuatro valles (Ordesa, PIneta, Añisclo y Escuaín), la mayoría de los viajeros accede a través del de Ordesa, en Torla. Las excursiones a la cascada de la Cola de Caballo, el ascenso a los Llanos de la Larri, el cañón de Añisclo y la garganta de Escuaín son algunas de las más deseadas, con diferentes niveles de exigencia y distancia. 

Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Foto: Pedro Sanz | Unsplash.

Transpirenaica 

Aunque realmente está al alcance de cualquier persona con un buen nivel de entrenamiento físico y equipamiento, lo cierto es que enfrentarse a la Transpirenaica puede impresionar, sobre todo por sus 810 km y 78.000 metros de desnivel acumulado a través de los cuales cruza la cordillera de los Pirineos de un extremo al otro conectando el cabo de Higuer, a orillas del mar Cantábrico, con el Cap de Creus, en el Mediterráneo.  

Hay que tomárselo con calma –se recomiendan entre 44 y 46 etapas, aunque siempre puede hacerse por tramos- y seguir las marcas blancas y rojas que señalizan el GR11. Como recompensa, parajes inolvidables como la selva de Irati, los valles del Batzán de Hecho, lagos glaciares de color turquesa, preciosos pueblos como Ochagavía, Ainsa y Ansó o cumbres como el Aneto y Monte Perdido.

Valle del Baztán, Navarra. Foto: Leyre | Unsplash.

Ruta de los Cátaros 

Otro sendero de Gran Recorrido, en este caso el GR367, permite zambullirse en una parte de la historia mientras se recorren los 250 km que unen Fox y Port-la-Nouvelle, en la cara francesa de los Pirineos. 

A lo largo de 12 etapas se descubren fortalezas como las de Roquefixade, Montségur, Puilaurens, Peyrepertuse, Quéribus o Aguilar. Elevados sobre promontorios rocosos, estos castillos erigidos en defensa de los seguidores del catarismo, un movimiento religioso extendido entre los siglos XI y XIV en la Occitania francesa, perseguido por herético por Roma, son capaces de transportarnos de un vistazo 800 años atrás. 

Castillo de Roquefixade. Foto: Laurent Jegou | Unsplash.

Además del paseo por la historia, esta ruta, señalizada en rojo y blanco, permite deja ver también abruptos paisajes entre ríos y viñedos. 

Roncesvalles 

Con su espectacular Real Colegiata de Santa María, desde la que cada año inician el Camino de Santiago miles de peregrinos, Roncesvalles es un enclave fascinante que rezuma historia y arte. 

Fundado como hospital de peregrinos en un llano rodeado de macizas montañas en el Pirineo navarro, fue aquí donde los vascones derrotaron, en el año 778, al ejército de Carlomagno dirigido por Roldán, una gesta recogida en el poema épico medieval Cantar de Roldán

Claustro Real Colegiata de Santa María, Roncesvalles. Foto: Wikimedia Commons.

Selva de Irati 

Este enorme bosque de más de 17.000 hectáreas que se extiende por el Pirineo navarro y cruza la frontera francesa se jacta de dar cobijo al hayedo más extenso de la península ibérica y segundo de toda Europa. 

Entre los pueblos de OchagavíaOrbaizeta, regada por el río Irati, esta inmensa selva pirenaica luce sus mejores galas durante el otoño, cuando las hojas de las hayas se tiñen de colores de mil y un matices. Una vez recorrido el Centro de Visitantes de las Casas de Irati, merece la pena explorar las rutas que conducen al embalse de Irabia, la cascada del Cubo o el sendero de Errekaidorra. 

Colores de otoño en la selva de Irati. Foto: Ana Cruz | Unsplash.

Foix 

Es una de las prefecturas más antiguas de Francia y, desde luego, Foix no pasa desapercibido gracias a las tres poderosas torres de su antiguo castillo condal que domina desde lo alto el valle del Ariège. Fue construida alrededor del año 1000 y es símbolo del poder de la dinastía de los condes de Foix, que residieron aquí hasta el siglo XIV. 

De gran actividad comercial, minera y textil durante la Edad Media, su pasado pervive en su centro histórico plagado de callejuelas, casas con entramado de madera, plazas con fuentes y animadas terrazas, entre las que surgen lugares como las Allées de Villote (el mercado de cereales) y una imponente iglesia del gótico meridional. 

Castillo medieval de Foix. Foto: Patrice Soudier | Pixabay.

Tren Amarillo 

Si un tren-cremallera ofrece las mejores vistas de la Vall de Núria, a 2.000 m de altitud en el Pirineo catalán, otro ferrocarril, en este caso el Tren Amarillo, garantiza una de las experiencias más impactantes del Pirineo catalán francés, en el departamento de los Pirineos Orientales

Construido a principios del siglo XX para reducir el aislamiento del Captir y la Cerdanya, este Tren Groc, pintado de intensos amarillo y rojo y apodado ‘Canari’ es toda una proeza técnica con 650 estructuras de ingeniería y 19 túneles a lo largo de sus 62 km entre Villefranche-de-Conflent y Latour-de-Carol. 

Especialmente emocionante en verano y a bordo de sus coches abiertos, este tren que salva casi 1.200 m de desnivel –es el más alto del continente de vía métrica- escala las gargantas del Têt a través de escarpados salientes e imponentes puentes como los de Séjjourné o Gisclard, desde los que se obtienen las mejores vistas, para serpentear después de pueblo en pueblo hasta llegar a la estación de Bolquère y Latour-de-Carol, su destino final.

Tren amarillo. Foto: Thierry Llansades | Flickr.

Circo de Gavarnie 

Integrado en el Parc National des Pyrénées y Patrimonio Mundial por la Unesco desde 1997, el Circo de Gavarnie es un enorme circo glaciar que Víctor Hugo definió como “una montaña y una muralla al mismo tiempo” y “Coliseo de la naturaleza”.  

El gigantesco anfiteatro de piedra y neveros a 1.500 m de altitud, al que solo se puede acceder a pie, guarda entre sus increíbles vistas la de la cascada de Gavarnie, la más elevada de Francia.  

Cirque de Gavarnie. Foto: Gaetan Detournay | Unsplash.

Beget 

Situado entre la Alta Garrotxa y los primeros desniveles de los Pirineos, en la Vall de Camprodon (Girona), nos espera uno de los municipios más bellos de Cataluña: Beget

Situado al final de una estrecha carretera, apenas un puñado de casas conforman un coqueto conjunto arquitectónico de edificaciones medievales de piedra y estrechas y empinadas calles. Aquí se encuentra la iglesia románica de San Cristóbal, con un campanario de cuatro pisos y una espectacular talla policromada de 2 metros, también románica, que representa a Jesucristo en Majestad. 

Beget. Foto: Antomonta | Pixabay.

Un breve paseo nos descubrirá, desde sus dos puentes medievales, algunas de las mejores vistas de los alrededores. 

(Foto de portada: Parc Nacional d’Aigüestortes i Estany de Sant Maurici. Jan Padilla | Unsplash)

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