El modelo franquicia en los grandes museos: ¿arte o sólo negocio?

Expertos del mundo del arte critican el enfoque mercantilista de centros como el recién inaugurado Pompidou malagueño y el próximo Louvre con sede en Abu Dabi. El director dal Reina Sofía madrileño habla de "colonización cultural" 

El pionero fue el Guggenheim de Bilbao. La primera sede fuera de Nueva York de la marca museística de la familia de origen suizo cambió para siempre la ciudad vasca y la convirtió en un destino turístico de referencia. Tras ella llegó Venecia y, en el 2017, está prevista la inauguración del Guggenheim Abu Dabi. El poder de atracción de los petrodólares también ha conseguido que el Louvre parisino, quizás la marca de más prestigio en el mundo del arte, instale el año que viene una sucursal en la capital del emirato árabe.

En España, el relevo de Bilbao lo ha cogido Málaga. La ciudad de la Costa del Sol inauguró hace apenas dos meses un Centro Pompidou propio, que aspira a revitalizar la llegada de visitantes y diversificar la tradicional oferta de sol y playa malagueña. En Barcelona, por su parte, desde hace años está prevista la apertura de una delegación del museo Hermitage de San Petersburgo.

«Colonización cultural»

¿Pero hay algo más que negocio en este modelo de museos franquiciados? El director del Museo Thyssen-Bornemisza, Guillermo Solana, abrió el debate este martes durante un acto en el que estuvieron presentes varios de los responsables de las principales pinacotecas españolas. En su intervención, Solana criticó que España, un país «con un patrimonio antiguo y moderno asombroso», se haya posicionado como «un cliente que recibe tesoros de aquí y de allá».

Además, el director del centro madrileño calificó de «patético» que nuestro país haya sido «colonizado culturalmente con unos presupuestos que no podemos permitirnos», en referencia a las grandes cantidades que se han invertido, por ejemplo, en traer a Málaga una de las grandes marcas del arte francés. Algo que calificó como «una operación de propaganda política».

Objetivo último

En la misma mesa, Manuel Borja-Villel, director del museo Reina Sofía, calificó como «interesante a corto plazo» este tipo de políticas para atraer visitantes. Sin embargo, advirtió que el problema aparece «cuando el objetivo nada tiene que ver con el conocimiento y el arte».

No son sólo los directores de grandes museos los que cuestionan que este modelo vaya más allá del negocio. Iñaki Esteban es autor del ensayo periodístico El efecto Guggenheim. Del espacio basura al ornamento (Anagrama, 2007). En un texto publicado en las páginas del suplemento cultural Babelia, Esteban analizaba recientemente cómo los «objetivos» últimos de estos museos –atraer turistas–, precisan de una «arquitectura llamativa, espectacular», al mismo tiempo que centran la mayor parte de sus esfuerzos «en comercializar su oferta» y no tanto en valorizar su parte artística.

a.
Ahora en portada