Eastern & Oriental Express: la aventura en tren más lujosa de Asia

Entre la magia, el lujo y el exotismo nos embarcamos en uno de uno de los trenes más seductores del mundo

Sentirse la dama de Shanghái o el rey Mongkut, ser atendido por un mayordomo, tomar el té de las 5 en la biblioteca y la copa de las 8 en el piano bar son algunos de los muchos atractivos del exótico tren que nos descubre, a ritmo lento, Tailandia de norte a sur.

El Eastern & Oriental Express emprenderá el viaje hacia el noroeste de Tailandia, Chiang Mai. Durante seis noches y siete días días se visitarán templos budistas e hindúes, fábricas de seda y de celadón. En el tren viajan tres historiadores que cada tarde informarán a los pasajeros sobre las visitas del día siguiente.

Solo con ver el mítico ferrocarril Belmond de color verde en la estación Hua Lampong de Bangkok se acelera el pulso, fantaseando con la aventura que está a punto de comenzar

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El tren parte de la estación Hua Lamphong de Bangkok. Con solo ver el ferrocarril verde de persianas sinuosas y acogedoras lámparas se acelera el pulso, fantaseando con la aventura que está a punto de comenzar.

VagoÌn Observatorio Easter Oriental Express. Foto: Manena Munar.
El vagón Observatorio ofrece ventanas panorámicas para no perderse nada del paisaje. Foto: Manena Munar.

Viajeros al tren

Al subir lo primero es situarse, recorriendo los pasillos de regias maderas un par de veces,  hasta consiguir aprender donde están el Piano Bar y el Observatorio que, idénticos en apariencia, al principio confunden. Esa confusión podría ser la  causa de perderse la puesta de sol sobre los campos de arroz desde el Observatorio (único vagón abierto) ya que el sol en los trópicos no espera para irse a dormir.

Amanecer con el ronroneo del tren es una experiencia inigualable. Un vistazo fugaz a través de los ventanales muestra los mercados mañaneros y la gente preparándose para el día.

La laxitud dura lo que tarda en llegar Mon– el mayordomo de a bordo- con la bandeja del desayuno repleta de exquisiteces y anuncia los horarios, para acto seguido,esconder las camas que quedarán convertidas en sillones o sofás. 

El templo khmer de Pahnom Rung. Foto: Manena Munar.
El templo khmer de Pahnom Rung. Foto: Manena Munar.

Chiang Mai, la Rosa del Norte

La vida vuelve a los corredores del tren cuyos pasajeros se preparan para la excursión del día que será la visita al templo de Phanom Rung, patrimonio de la Unesco, y en cuya restauración el Departamento de Bellas Artes Tailandés invirtió 17 años.

Este simbolismo de la arquitectura Khmer donde los elementos del universo hindú  transforma a las montañas en lugares especiales de culto es impresionante. Los relieves hablan sobre episodios de las leyendas hindúes y ceremonias religiosas.

Un séquito de bienvenida espera en la estación ferroviaria de Chiang Mai, alias la Rosa del Norte, y segunda ciudad más grande de Tailandia  

La jornada siguiente estará dedicada a Chiang Mai donde, según dicen, la vida es mucho más tranquila que en Bangkok y el corazón de la gente es bueno y grande, a pesar de las luchas contra birmanos y thais del reino de Ayuthaya que ha tenido que bregar a lo largo de los siglos, desde que el rey Mengrai la fundó en el 1296 erigiéndola en capital del reino de Lanna.

Las delicadas y acrobaÌticas bailarinas tailandesas. Foto: Manena Munar.
Músicos y bailarinas nos regalan un ritual de danza. Foto: Manena Munar.

La  exclusiva artesanía de Chiang Mai

El grupo de músicos acompaña a las bailarinas a las que no les falta un detalle en los adornos y las flores que embellecen la seda de sus vestidos y engalanan el ritual con el que homenajean al pasaje del tren, danzando con ritmo y delicadeza. 

Sus manos, entrenadas desde niñas, son las protagonistas de la ceremonia; las doblan, las voltean y las alargan, imitando el lenguaje alado de los pájaros.

Aunque gran parte de la ciudad amurallada ha desaparecido, sus cuatro bastiones permanecen intactos y guardan celosamente la zona antigua de la ciudad por la que fluye el río Ping.

La comunidad alimenta y cuida de sus monjes. Foto: Manena Munar.
El Easter & Oriental Express es un viaje que alimenta el alma. Foto: Manena Munar.

El monasterio de Wat Phra Singh, levantado en el siglo XIV para albergar las cenizas del Rey Kham Fu es una de las joyas de los trescientos templos representantes de la arquitectura Lanna, embellecida con pan de oro y  magníficas incrustaciones de vidrio y tallas de madera.

EL Hotel Rachamankha, un ejemplo de arquitectura tailandesa en el centro de Chiang Mai, ofrece un almuerzo con las especialidades del norte de Tailandia e invita a sus huéspedes a disfrutar de la bella colección de porcelanas y objetos valiosos de su galería.

Son famosas las tiendas de  tallas de teca y sólidos muebles- idóneos para jardines-  que se encargan de enviar la mercancía por un precio razonable allende los mares

En la localidad dominan a la perfección el arte del ‘celadón’ herencia de  la vecina China, y hacen maravillas con la cerámica que pasa por diversos tratamientos de glaseado con cenizas de madera, pintura en relieve y horneado, para acabar convirtiéndose en una pieza delicada con su característico tono verdoso-azulado que imita al jade -la piedra sagrada-.

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En ruta de nuevo

De vuelta a ‘casa’ el chef ha preparado para cenar un pudding de pescado con ensalada de recula y vinagreta, al que seguirá una pata de pato confitada y, de postre, un pastel de arroz con compota de mango y salsa de coco y sésamo.

La gastronomiÌa es de muy alto nivel en el tren. Foto: Manena Munar.
La gastronomiÌa es de muy alto nivel en el tren. Foto: Manena Munar.

El pianista nos espera con lo mejor de su repertorio para dar por finalizada una jornada memorable.

El tren se integra con la jungla que casi entra por las ventanas del vagón Observatorio, dejándonos un sensual perfume a jazmin, ilang-ilang, frangipane…

Así atravesamos lagos y aldeas con sobresalientes pagodas hasta llegar a Lampang, la conocida como Ciudad de Teca.

Lampang, la Ciudad de Teca

Las calesas esperan a la entrada de la estación ferroviaria y, una vez más, nos hacen volver a la infancia, buscando el carro más colorido, más nuevo o el conductor más simpático para, discretamente, sin prisa pero sin pausa, saltar al elegido.

La primera parada es el mercado callejero de Kad Kong Ta, tan bullicioso como ‘aromático’.  Carnes, vegetales, frutas, y todo tipo de hierbas y chiles se suceden en los numerosos puestos.

El templo de Wat Sri Rong Muang en Lampang. Foto: Manena Munar.
Templo de Wat Sri Rong Muang en Lampang. Foto: Manena Munar.

De vez en cuando llaman nuestra atención los productos más variopintos, como unas cestas envueltas en papel de celofán que contienen detergentes, jabones y productos de limpieza y que se venden para convertirse en obsequio a los monjes que cuentan con la generosidad de los fieles para su supervivencia, tanto alimenticia como higiénica.

La ruta continúa por las calles de Lampang, pasando por lugares significativos en la historia de la ciudad como la Torre del Reloj o la Expendeduría de Tabacos.

Trotamos por el antiguo asentamiento chino, reflejo de  los estilos chinos, birmano e inglés que  conforman la ciudad.

Al tirón de los cocheros, los caballos frenan en seco frente a una mansión de teca que se la conoce como Baan Sao Nak – la Casa de los Múltiples Pilares, pues la sostienen 116 columnas de teca.

Fue edificada por un mercante birmano cuyos descendientes, hoy terratenientes, viven en Chiang-Rai y utilizan la casona como museo y espacio para celebrar bodas y eventos, cuenta la biznieta del mercante, una mujer delicada de rasgos asiáticos y ojos azules, mientras invita a sus huéspedes a beber leche de coco -tan sana como el suero, dice-, pastelitos de arroz dulce y frutas, antes de enseñarnos los muchos tesoros que su casa guarda.

A Lampang le llaman la Ciudad de las Calesas. Foto: Manena Munar.
A Lampang le llaman la Ciudad de las Calesas. Foto: Manena Munar.

De camino al templo de Wat Sri Rong Muang, célebre por sus tejas multicolores, se ven las banderas reales, cada una de uno tono diferente. 

Y es que en Tailandia los días son de colores y cada color significa algo. Quizás el rojo no encaje con el rosa, o el rosa con el amarillo, es algo a tener muy en cuenta a la hora de elegir pareja, amigos, o  trabajo.

De vuelta al tren, en el comedor, al que la gente va a cenar engalanada, aguarda  un menú exquisito compuesto por una tarrina de foie gras con chutney de piña y puré de manzana, a la que seguirá el Gulai ikan (curry de pescado con arroz de jazmín) y mousse de lichis como postre.

De regreso a Bangkok

El viaje va llegando a su término cuando el Eastern & Oriental se ha vuelto un «hogar». Ya se sabe quien irá  a dormir la siesta después de comer, normalmente aquellos de origen mediterráneo, y quien disfrutará del tea o´clock  que el mayordomo  llevará  a la cabina acompañado de muffins y finger sandwiches, y quien pasará las horas de luz al fresco en el vagón panorámico para no perderse nada del paisaje, e incluso ver crecer al bambú.

Adaptarse a lujo del Eastern Oriental Express es un placer. Foto: Manena Munar.
Adaptarse a lujo del Eastern Oriental Express es un placer. Foto: Manena Munar.

Parque Nacional de Khao Yai

Los historiadores han ido informando puntualmente sobre el viaje. Al llegar el turno del Parque Nacional de Khao Yai se esmeran por transmitir su entusiasmo sobre uno de los parques más grandes y mejor conservados de Tailandia, patrimonio de la Unesco, donde habitan setenta mamíferos, trescientos tipos de pájaros, reptiles, anfibios, y cuyo punto culminante es la cascada de Heo Suwat.

Tailandia no tiene solo vino de arroz, el vino de uva cada vez es más popular, muestra de ello son los viñedos Gran Monte a 155 Km. de Bangokok, que dirige la pionera de las mujeres enólogas del país Nikki Lohitnavy.

La ‘Gran dama del vino’ lleva a sus invitados al restaurante Vincotto, al lado del lago donde la flor de loto se nos presenta como una reina acuática. Tras el almuerzo enseña sus viñas de las que se siente orgullosa.

El cultivo de la uva es cada vez maÌs popular en Tailandia. Foto: Manena Munar.
El cultivo de la uva es cada vez maÌs popular en Tailandia. Foto: Manena Munar.

En la última noche las estrellas brillan en un cielo impoluto, ideal para la sorpresa que aguarda al pasaje como despedida. Los fuegos artificiales explotan formando coloridas fuentes celestiales mientras que, a su lado, con timidez, flotan unos farolillos de luz que el staff del tren ha ido soltando paulatinamente para hacer aún más bella, si es posible, aquella última velada a bordo del Eastern & Oriental Express.

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