De vivero de langostas a piscina natural: Arnuero estrena baños frente al Cantábrico

El municipio cántabro de Arnuero estrena piscinas: unos antiguos viveros dedicados a la cría de langostas ofrecen ahora baños de agua salada y vistas al Cantábrico

Piscinas naturales de Arnuedo. Foto: Miguel Ramos | EFE.

Enclavado en el Ecoparque de Trasmiera, en la costa oriental de Cantabria, el municipio de Arnuero ya era uno de los destinos turísticos más importantes de la región, gracias a playas como las de El Sable y La Arena, ambas con Bandera Azul, así como una deliciosa gastronomía basada en mariscos como la langosta de Isla y el bogavante procedentes de los viveros naturales de la zona.

Precisamente dos de esos viveros que tantas satisfacciones dieron en forma de platos a los visitantes están preparados para ofrecer ahora una nueva diversión. En la localidad de Isla, una de las cuatro que integran el municipio, se han transformado este verano en unas originales piscinas naturales de agua salada totalmente integradas en el medio natural.

Chapuzón con agua del Cantábrico

El proyecto, que busca recuperar el patrimonio natural y arquitectónico, pero también una parte de la historia y las tradiciones locales (especialmente gastronómicas) se ha estrenado este año con la apertura de 2 piscinas.

Ya se han convertido en la sensación del verano. Foto: Miguel Ramos | EFE.

Una está en el campo de San Sebastián, y la otra en una zona más natural, dentro de un islote que cierra la playa de El Sable, un conocido arenal ubicado en el núcleo de Isla Playa, de arena fina y dorada y preferida por las familias, gracias a sus aguas tranquilas y cristalinas.

En su puesta a punto, especialmente en la primera de ellas, se han mantenido antiguos elementos de los viveros, como las balsas construidas para las langostas aprovechando las paredes que conforman las rocas naturales erosionadas por el mar, Además, se ha completado su perímetro con tramos de muros de mampostería.

Las piscinas se llenan de agua del Cantábrico, que se renueva con los pleamares que cada día engullen las instalaciones

Además, se ha instalado una pasarela de madera y unas escaleras que facilitan el descenso al recinto, que se ha rodeado de zonas verdes y de descanso y se ha levantado un pequeño anfiteatro desde el que se observa el vivero y todo el arenal de la zona.

Las piscinas se llenan de agua del Cantábrico, que se renueva con los pleamares que cada día engullen la instalaciones (aunque también se han instalado bombas que permiten mantener el agua durante los ciclos contrarios).

Muchos bañistas no saben que se trata de antiguos viveros. Foto: Miguel Ramos | EFE.

Alrededor, hermosas vistas de la campiña, salpicada de encinares, huertas, casonas y algunas torres medievales, especialmente la de ‘Cabrahigo’, que vigila desde lo alto de una pequeña loma y desde donde se puede divisar todo el municipio y el mar.

Viveros en desuso

Las piscinas se han convertido ya en unas de las zonas preferidas para el baño, especialmente para los niños, que pueden jugar sin temor a las corrientes marinas. Muchos de los bañistas, sin embargo, desconocen su pasado como criaderos de mariscos, posteriormente en desuso.

La pesca de la langosta fue una práctica muy habitual en la zona, ya reconocida en 1906, cuando el Ministerio de Hacienda habilitó al barrio de Quejo de Isla como punto de embarque de langosta en régimen de exportación.

Ahora son los veraneantes los que ocupan unas aguas que en el pasado pertenecieron a uno de los crustáceos más apreciados en el norte (y también una de las especialidades culinarias más exquisitas de la zona, que pueden (y deben) degustarse en alguna de las callejuelas del Casco Histórico).

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