De la Atlántida a Formentor, un verano de cine y libros en Mallorca

En la cuenta atrás para que empiece el Atlántida Film Fest, que nos tendrá distraídos hasta el 27 de agosto, visitamos anticipadamente Formentor

Los hoteles, véase el Overlook de El resplandor, siempre tienen más fantasmas de los que imaginamos. Gracias al documental Formentor: el mar de las palabras, descubrimos que el pasado del Hotel Formentor, sede de las conversaciones y del homónimo premio literario, está habitado por muchos más rutilantes nombres propios de lo que nos imaginábamos. No cabrían en este artículo.

En una no tan recóndita sección dedicada al talento balear dentro del Atlántida Film Fest, que arranca el próximo 27 de julio con una primera semana de proyecciones en Palma, encontramos en efecto este documental del dos veces goyificado José Luis López Linares, que nos permite viajar anticipadamente a Formentor, con el escritor Basilio Baltasar como guía espiritual.

El poeta argentino Adan Diehl levantó el hotel Formentor para que sirviera de idílico refugio a poetas y artistas

[Para leer más: Siete hoteles que todo amante de la literatura debería visitar]

Un hotel con los fundamentos escritos en verso

Es en 1929, de espaldas al crack cuya onda expansiva todavía no había llegado a la isla, cuando Adan Diehl, un acaudalado poeta argentino, decide levantar el hotel en un lugar tan edénico que sólo se puede llegar a él por barco. Su sueño era que pudiera acoger tanto a sus pelados amigos poetas como a hipotéticos clientes. Las primeras fueron dos inglesas que llegaron muy mareadas.

 

 

Aunque cada verano voy a Mallorca, y he estado en las Conversaciones de Formentor, no conocía, o había olvidado, la historia de Diehl. Lo que sí recuerdo perfectamente son aquellas ponencias disfrutadas en silencio, las charlas después con todo el batiburrillo literario –Nadal-Suau, Daniel Gascón, Fernández-Mallo y otros muchos–, para acabar dándome un chapuzón de marco incomparable.

Baltasar también ha visto el paraíso: “El escenario natural de Formentor, la teatralidad de su paisaje, nos devuelve al ágora de la Grecia clásica. Siempre he pensado que Mallorca forma parte del Mar Egeo. Lo de conversar, debatir, escuchar al aire libre es un ejercicio de plenitud intelectual. Hay en estas jornadas un énfasis añadido de sentido que ralentiza el paso del tiempo y nos devuelve al placer original de la palabra”.

Breve interludio, entre sobrio y etílico

En el documental, me hacen gracia unos versos de Robert Graves –el tótem de Deià– traducidos por Camilo José Cela, que activó a finales de los 50 las Conversaciones poéticas de Formentor:

El sol brilla aquí tan fuerte

que no se puede pensar:

nada, poeta, en las aguas.

¡A copear, poeta, a copear!

Baltasar asegura que los tiempos han cambiado: “Esa pasión pagana por el jugo etílico no existe hoy con aquella intensidad beoda. Obviamente, los poetas brindan con la copa en alto pero no acaban desmayados. Aquella generación de fumadores y bebedores nos resulta hoy algo extraña. Yo mismo, por ejemplo, me veo incapaz de aguantar más de dos brindis sin perder la cabeza”.

Formentor. Foto Hotel Formentor.

El hotel se oculta en uno de los rincones más mágicos de Mallorca. Foto: Hotel Formentor.

La mitología de Formentor

Aquellas Conversaciones poéticas, como también el Coloquio internacional sobre novela, luego impulsado por Carlos Barral, fueron el preludio para la creación, a principios de los años 60, de los Premios Formentor. A Baltasar, aquel evento le pilló con pantalones cortos, pero lo guarda en la memoria: “Tendría 5 o 6 años, en 1960, cuando oí a mis padres hablar de los escritores reunidos en Formentor. Lo raro es que siempre retuve ese fragmento de la conversación”. Predestinaciones.

Me resulta particularmente fascinante que aquellas primeras Conversaciones, que dieron al hotel su definitivo prestigio internacional como núcleo literario, se produjeran precisamente cuando las nuevas formas de novela, al igual que en el cine, derrotaron a las formas más tradicionales; que además de un primer premio compartido por nada menos que Beckett y Borges, andaran por ahí estrellas del Nouveau Roman como Michel Butor o Alain Robbe-Grillet, en un alarde de insuperable modernidad, que contrastaba con la España Franquista.

Como bien explica Jaime Salinas en Cuando editar era una fiesta (Tusquets), que imagino habrá sido uno de los libros de este Sant Jordi fantasmal, la proyección internacional se pagaba con sobredosis de censura. Lo que triunfaba fuera, dentro era visto con sumo recelo.

El hotel Formentor fue siempre un refugio de poetas y artistas.

El hotel Formentor fue siempre un refugio de poetas y artistas.

Baltasar aclara que aquella fue “una época de exploración”. Ahora, desde que las conversaciones se reinstauraron en 2008 y el Premio Formentor en 2011, ha cambiado la perspectiva, pero la esencia es la misma: “Nuestra época es más de recapitulación. Si ellos buscaban libros, las nuevas formas de la narrativa. Nosotros, buscamos autores con la obra de su vida hecha, aunque no necesariamente acabada”.

Empezar de nuevo, 50 años después

El sueño de reactivar el Premio Formentor parecía tan imposible como el del poeta Diehl de levantar un hotel en medio de la nada, sin carretera alguna que le trajera clientes.

“Cuando dirigí el periódico El Día del Mundo abrimos el Club Internacional Formentor, un foro cultural”, recuerda Baltasar, y “cuando dirigí la editorial Seix Barral abrí la colección Biblioteca Formentor dedicada a las literaturas extranjeras. Jaime Salinas se lamentaba de que no fuera a recuperarse jamás el premio, pero con Carlos Fuentes hablamos muchas veces de resucitarlo”.

La oportunidad surgió cuando Simón Pedro Barceló, viejo amigo de Baltasar, compró el hotel: “Me escribió una carta llamándome para reanudar lo interrumpido. Él ha sido el promotor y sostén de este fascinante retorno, cincuenta años después de la primera edición. Formentor viene a ser el caballo del ajedrez saltando sobre las casillas del tiempo”.

Como la del Atlántida Film Festival, la programación de las próxima Conversaciones, del 18 al 20 de septiembre, viene muy fuerte, y podrá consultarse pinchando aquí.

Formentor. El mar de las palabras
 

Tres grandes cabezas de cartel

En sintonía con las conversaciones originales, que congregaban a los editores más prestigiosos del planeta, se dará este año un encuentro de editoriales independientes. Estarán absolutamente todas, de Alpha Decay a Sexto Piso, pasando por Blackie Books o Libros del Asteroide. Siempre han habido editores en Formentor, pero esta vez se trata de “subrayar la magnitud del patrimonio cultural que gestionan estas editoriales llamadas ‘independientes’.

Estará también, por supuesto, el gran merecedor del premio de este año, el holandés Cees Nooteboom cuya “minuciosa mirada”, según el Jurado presidido por Baltasar (y formado por Judith Thurman, Alexis Grohman, José Enrique Ruiz Domènec y Alberto Manguel) “revela el sentido de un mundo en perpetua transformación, y su curiosidad no deja lugar alguno libre de la inquietud creativa que lo ha llevado de un lugar a otro desde los comienzos de su fértil trayectoria literaria”.

La visita de J.M. Coetzee, que vendrá a hablar del cruce entre la literatura y la vida, ha levantado una gran expectación, no sólo por ser un gran premio Nobel, también porque no acostumbra a prodigarse en público. “No tuve que convencerle”, explica Baltasar, “simplemente le invité. Le envié las ediciones y programas de Formentor y aceptó venir. Es un hombre sobrio y amable. Ya veremos en septiembre si las normas generales de la pandemia permiten vuelos de larga distancia, pero por el momento vamos a suponer que sí, que este otoño nos liberamos todos y salimos de una vez de esta escena ionesca”.

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