Costa Amalfitana: el roadtrip de la ‘grande bellezza’

Sorrento, Ravello, Amalfi o Positano nos deslumbran entre las curvas de esta sinuosa carretera asomada al mar Tirreno

Italia es más bonita a cada paso. Y aunque el país posee paisajes fantásticos, historia y arte allá donde vayas, el verano es el momento de lugares como Cinque Terre, el Lago di Como o las islas de Capri y Cerdeña. Pero hay mucho más, otro lugar al que los italianos conocen como la Costiera Amalfitana, una ruta de pueblos de color pastel encaramados sobre montañas mirando al mar Tirreno. Un lugar donde el hedonismo y la grande bellezza se dan la mano.

Declarada Patrimonio Mundial por la Unesco en 1997, la Costa Amalfitana se ha de visitar, preferiblemente, en coche. Uno ha de armarse de paciencia, porque esta carretera, la Strada Statale 163 y a la que han llamado Sendiero degli Dei (Camino de los Dioses), está hecha a prueba de conductores impacientes: nos espera una ruta de curvas sinuosas, con montañas a un lado y acantilados vertiginosos a otro salpicado de encantadoras localidades. ¿Miedo? Ninguno, porque nos hallaremos en una de las carreteras costeras más hermosas del mundo, asociada a imágenes de estrellas de cine de los años 50 en descapotables con pañuelos y grandes gafas de sol. La dolce vita era esto.

Apenas 30 km de la Strada Statale 163 (ambién conocida como Camino de los Dioses) concentra la belleza mayúscula de pueblos como Sorrento, Ravello, Amalfi y Positano

Sorrento. Foto Pixabay.

Nuestra ruta arranca en Sorrento. Foto: Pixabay.

[Para leer más: La Sicilia de Montalbano: una ruta bella y decadente]

Sorrento, punto de partida

Una de las rutas ideales arranca en Nápoles y nos permite, de camino, visitar las ciudades sepultadas por el Vesubio, Pompeya y Herculano. Sin embargo, para la mayoría el punto de partida hacia la Costiera Amalfitana es Sorrento, tanto es así que muchos incluso la toman como base de operaciones y para acercarse al resto de localidades en excursiones de un día.

Sería pecado viajar a la zona y no dedicar un tiempo a una de las poblaciones más amables y bellas del oeste de Italia. Cuna del limoncello y al abrigo de la bahía de Nápoles, Sorrento puede visitarse en un día. Tomando como punto de partida el centro neurálgico de la ciudad, la Piazza Torquato Tasso, repleta de vida y terrazas, conviene pasear por la Via San Cesareo, donde comprar recuerdos, artesanía o limones con D.O., y visitar el valle de los Molinos, el Museo Correale o Agruminato, un jardín con más de 11.000 metros cuadrados de árboles cítricos.

El parque Villa Comunale es otro de los imprescindibles, un jardín con un acantilado como telón de fondo, desde el que divisar la costa de Sorrento. Vale la pena bajar al mar y disfrutar de la Marina Picola y la Grande, con diques que han ganado como terreno al mar, donde disfrutar del sol en sus hamacas.

Un plan de sol y mar en Sorrento. Foto Maria Bobrova Unsplash

Un plan de sol en la marina ganada al mar de Sorrento. Foto: Maria Bobrova | Unsplash.

Lo que desde luego no se puede hacer es marcharse de Sorrento sin probar el plato típico, los gnocchi alla sorrentina, con tomate, albahaca y queso, y terminar la comida con un limoncello. Hasta se puede visitar el lugar donde se produce una de las marcas más conocidas del licor, Villa Massa, en la que organizan visitas por su jardín privado de limoneros y explican todos los secretos de tan delicioso elixir.

Positano, la más conocida

Si alguien busca imágenes de la Costa Amalfitana, una de las más célebres es la que ofrece Positano: las casas de colores en la montaña y sus vistas la han convertido casi en una postal que, por suerte, mantiene su esencia pese a los miles de visitantes. De calles estrechas y multitud de escaleras, Positano es, sin duda, uno de los más pintorescos de toda la costa.

La iglesia de Santa Maria Assunta es uno de sus mayores reclamos turísticos, así como el centro histórico con sus tiendecitas y la fotogénica playa Marina Grande, a la que se accede bajando infinitas escaleras. Estar en buena forma es necesario para visitar la ciudad, porque después de llegar a la playa, hay que volver a subir.

Vistas Positano. Foto Agencia Nacional Turismo Italia

Vistas de Positano. Foto: Agencia Nacional Turismo Italia.

Otras entradas al mar que no hay que perderse son la playa Fornillo, menos masificada que la anterior y el icónico Fiordo Di Fuore, bañado por aguas azul turquesa.

Hay muchos espacios que ofrecen vistas panorámicas sobre el pueblo, pero uno de los más mágicos es el que oculta el hotel La Sirenuse (y no hace falta alojarse para disfrutarlas). Uno de sus bares emblemáticos, el Franco’s Bar, es el lugar perfecto para tomar un aperitivo y disfrutar del espectáculo que se despliega ante nuestros ojos.

 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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Amalfi, la más poderosa del medievo

De camino al municipio que da nombre a toda la costa, hay varias paradas que merecen la pena. Praiano es una de ellas. Menos turístico que sus vecinos, es un pequeño pueblo de pescadores que puede jactarse de tener los mejores atardeceres de toda la zona, con vistas a la isla de Capri.

Lo mismo sucede con Ravello, la única parada alejada del mar y para el que hay que desviarse hacia la montaña. Como premio nos espera un balcón sobre el mar a unos 350 metros de altura que te hará pensar que estás tocando el cielo.

Amalfi fue la primera de las cuatro Repúblicas Marítimas italianas en el medievo. Paseando hoy por sus calles, uno no puede imaginársela como la potencia que fue en su día. Entonces, ¿cómo hizo este pequeño pueblo para ser conocido más allá de los mares? El comercio con Oriente la puso en un lugar privilegiado y su esplendor todavía es hoy palpable en algunos vestigios de la época, aquellos que quedaron en pie tras el terrible terremoto que sufrió en 1343.

Amalfi. Foto Alessio Bachetti Unsplash

Amalfi. Foto: Alessio Bachetti | Unsplash.

Sin duda, su monumento más grandioso es el Duomo di Sant’Andrea, un espectacular edificio religioso que aúna múltiples estilos arquitectónicos e influencia bizantina y que domina el centro histórico de Amalfi. Otra de sus principales atracciones es el Museo della Carta, donde conocer muchos detalles y curiosidades de la historia (y el auge) de la población.

Para reponer fuerzas, la mejor opción es La Caravella, un restaurante frecuentado por artistas como Andy Warhol, que cuenta con galería de arte propia donde admirar curiosas piezas de cerámica y con una carta basada en mariscos y pescados con un toque creativo.

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