París, más allá de la Torre Eiffel

No hay por qué centrarse en los atractivos de París: en las cercanías hay toda clase de opciones de naturaleza, arte y gastronomía para descubrir

De acuerdo, París puede ser maravillosa: sus amplios boulevares, la opulencia de los edificios revestidos en láminas doradas, la modernidad de la Défense, la sutil elegancia de la torre Eiffel, la placidez de ver pasar la vida en la terraza de un bistró…razones sobran para exprimir la ciudad.
Pero pocos turistas, excepto los mismos franceses, se lanzan a recorrer las cercanías. Y no se trata de ir a Versalles o a Euro Disney, que seguramente valen la pena, sino de probar otras alternativas a menos de media hora de ferrocarril o bus.

5 Fontainebleau -- Huellas imperiales

Con su castillo marcado por la huella de los soberanos de Francia, esta ciudad imperial, rodeada de un bosque clasificado como reserva de biosfera por la Unesco, constituye una visita ineludible. En el corazón de 130 hectáreas de parque y de jardines, Fontainebleau y sus 1.500 habitaciones es el único castillo real e imperial continuamente habitado durante siete siglos, lo que lo convierte en un resumen de historia del arte y de la arquitectura franceses.
Con 1500 piezas, es uno de los más grandes palacios de Francia, y el más amueblado de Europa. Testigo de la vida de la corte oficial e íntima de los soberanos a lo largo de los siglos, encarna, mejor que en otros lugares, el arte de vivir a la francesa. Aquí se pueden descubrir las obras de arte del Renacimiento, encargadas por el rey Francisco I, las grandes obras de Enrique IV, los interiores refinados de María Antonieta, el apartamento de Napoléon I y la pomposidad de Napoleón III y Eugenia.

4 Dourdan -- Herencia medieval

En el sur de París, entre el bosque y la llanura de Beauce, el apacible Dourdan conserva un patrimonio arquitectónico rico y medieval, destacando la fortaleza del siglo XIII y las largas murallas de 1.700 metros. Terminado en 1222, el castillo es una de las pocas fortalezas que han conservado sus estructuras: torres, fosos secos y una imponente torre del homenaje de 26 metros, de forma circular, desde la que hay una vista sobre la ciudad es impresionante.
También se puede hacer un viaje a la Edad Media, gracias a actividades y demostraciones de oficios de en otro tiempo. Además, los miércoles y el sábado por la mañana, la plaza del siglo XIII y el centro de Dourdan se convierten en mercado. Una buena ocasión para un recorrido goloso.

3 Vaux-le-Vicomte -- Champán bajo las velas

Cada sábado, el palacio de Vaux-le-Vicomte, obra maestra del siglo XVII, propone una tarde mágica bajo el parpadeo de luz de 2.000 velas que iluminan el castillo y el jardín francés. Como novedad se ofrece un paseo luminoso y sonoro en compañía de comediantes que encarnan a grandes personajes míticos.
Este año, para terminar la noche fuera del tiempo, el visitante puede presenciar los fuegos artificiales que se ofrecen cada sábado por la noche a las 23:00 horas.
En el corazón de este decorado de excepción, el restaurante efímero Le Songe de Vaux conjuga los placeres de la vista y la cocina refinada, en la parte más tranquila del parque, invitando al descanso y a la contemplación, con tumbonas, champán y música clásica.

2 Royaumont -- Desconectar en una abadía cristerciense

Alrededor de la mayor abadía cisterciense de la región, la de Royaumont, obra maestra del gótico, se encuentra un parque de seis hectáreas certificado como ‘jardín notable’ y clasificado como monumento histórico, que conserva sus características medievales: jardín de plantas aromáticas, de plantas medicinales y huerta que permiten descubrimientos múltiples y pedagógicos, gracias a los letreros didácticos que jalonan el trayecto. 

1 Chatou -- El país de los impresionistas

A mediados del 1800 el Sena era la vía de comunicación más efectiva entre los poblados de las cercanías si los caminos estaban en mal estado (lo que sucedía casi siempre). Y en la actualidad se pueden revivir esos años a bordo de las ‘guinguettes’, restaurante amenizados con música, que recorren el curso fluvial siguiendo la ruta de los impresionistas.
Las huellas de Renoir se pueden descubrir en Chatou y la casa Horno, que la inmortalizó en ‘El almuerzo de los remeros’. Aquí, como en Croissy-sur-Seine, Louveciennes, Marly-le-Roi o Pecq, los paisajes pintados por Sisley, Monet, Pissarro, Berthe Morisot (además de Renoir, claro) se desvelan a través de cuatro trayectos marcados con reproducciones de las obras, situadas en el mismo lugar dónde los pintores ponían su caballete.
En Bougival, un recorrido al borde del agua permite descubrir otros puntos de vista escogidos por los dueños de la luz.
En tanto, el paseo ‘Tras los pasos de Sisley’ permite encontrar los motivos y los puntos de vista que inspiraron al pintor Alfred Sysley en Veneux-Les Sablons y Moret-sur-Loing, particularmente a lo largo del río Loing, un curso que es agradable de navegar en canoa.

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