Cádiz, tierra de pueblos blancos y laberintos subterráneos

La sierra de Grazalema presenta senderos y grutas para explorar, y la ruta de los pueblos blancos es imperdible en este rincón de Andalucía

Aunque el frío haya asentado sus reales en la Península Ibérica, no se puede dejar pasar la oportunidad de explorar rincones que, incluso en invierno, guardan un bienvenido encanto.

Uno de estos sitios es el Parque Natural de la Sierra de Grazalema. Este se encuentra a mitad de camino entre las provincias de Cádiz y Málaga, y se trata de un sistema de sierras abruptas que resguarda un valle con cañones de singular belleza.

Uno de estos cañones es la Garganta Verde, que tiene 400 metros de profundidad. En la región subyace un auténtico entramado subterráneo de simas y grutas, entre las que destaca la de Hundidero-Gato, la cueva con más longitud de Andalucía, y donde estos meses hiberna una comunidad de 100.000 murciélagos, la población de mamíferos alados más grande de España.

A esta cueva se llega tras recorrer dos kilómetros desde el pueblo de Benaoján, desde donde parte un sendero que remonta el río Guadiaro, y por el que se descubren varios molinos.

La abundante pluviosidad de estos parajes explica la abundancia del abeto pinsapo, que al ser una especie protegida, llevó a que este parque natural sea declarado Reserva de la Biosfera. Esta especie es descendiente de los abetos centroeuropeos que formaban grandes bosques en las épocas glaciares, y cuyo número se ha reducido con los siglos. Por ello, para visitar la zona de reserva hay que solicitar información previa, porque el número de visitantes es limitado.

Otro punto de interés es el curso alto del río Majaceite, donde se puede observar a la nutria, y donde sus olmos, sauces y álamos forman un característico bosque en galería.

La belleza de los pueblos blancos destaca en la región

En los alrededores de este parque se despliegan numerosos pueblos blancos, pequeñas localidades de casas de paredes encaladas, con tejas rojas y balcones vistosos de flores –sobre todo en primavera-.

Uno de los más célebre es Arcos de la Frontera, declarado Monumento histórico-artístico, y edificado sobre un peñón que presenta una impactante vista panorámica. Claro, para transitarlo hay que recorrer sus empinadas calles, y animarse a llegar hasta el castillo de la cima. Entre sus pequeñas calles se descubren las iglesias de Santa María de la Asunción y la de San Pedro, y desde todos los ángulos, se percibe la inmensidad del valle que todo lo rodea.

Otros pueblos blancos recomendados para visitar son Olvar, Gastor, Ubrique, El Bosque, Prado del Rey, Algar, Algodonales, Grazalema, Vejer de la Frontera, Alcalá del Valle y la famosa Ronda, entre otros. La lista se puede extender más, y si bien a primera vista parece que hay una reiteración entre ellos, el visitante descubrirá cómo cada pueblo siempre es diferente a otro.

Dos hoteles para descubrir los paisajes de las cercanías

Para explorar la geografía del Parque de Grazalema y la ruta de los pueblos blancos sugerimos dos hoteles.

Uno de ellos es el Arriadh Hotel, un tranquilo hotel rural de seis habitaciones, a cinco kilómetros de la ciudad de Ronda, con terrazas que presentan recomendadas vistas al valle y al pueblo de Arriate.

Sus habitaciones son amplias y confortables disponen de wi-fi y baño privado. Algunas de ellas cuentan con balcón para disfrutar de espectaculares puestas de sol.

Otro es el Molino del Arco, un cortijo (tradicional casa señorial) andaluz del siglo XVIII, redecorado como hotel boutique, rodeado de olivos, viñedos y árboles frutales en una extensa finca de 10.000 metros cuadrados.

En su remodelación se ha cuidado de conservar el elegante aire del edificio original, que presenta techos abovedados sostenido por vigas de madera, y los suelos de piedra mantienen un aire rústico. Esta ambientación se mantiene con sus muebles, de estética tradicional, que combinan con tonos cálidos para invitar a la relajación.

Su restaurante ofrece una carta conformada por platos de proximidad, con productos de temporada y hortalizas cultivadas en sus propias tierras, que se pueden probar en el salón abovedado.

 

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