Bouquinistes del Sena: la postal de París que más echamos de menos

Guardianes de la cultura francesa, los puestos de venta de libros antiguos junto al Sena tienen una historia que se remonta al siglo XVI

En pleno proceso de reinvención, el Sena no deja de sorprendernos a su paso por París. De una galería de arte flotante a una fábrica de cerveza artesana pasando por un complejo acuático, las riberas del río ganan en atractivo. Sin embargo, también hay cosas que querríamos que nunca cambiasen, como el cuadro que componen los bouquinistes.

Imponente librería a cielo abierto, en la ribera derecha del pont Marie hasta el Louvre y, en la izquierda, desde la rue du Bac hasta el Instituto del Mundo Árabe, nos esperan unas 900 cajas verdes (boîtes) repletas de tesoros en forma de libros: se estima que unos 230 bouquinistes ofrecen cada día alrededor de 300.000 obras literarias antiguas o contemporáneas.

Son los únicos comerciantes de París que no pagan impuestos, pero están sujetos a estrictas reglas que marcan, especialmente, cómo deben ser las famosas cajas verdes donde venden sus tesoros

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Guardianes de la cultura francesa

Descendientes de los vendedores ambulantes del Antiguo Régimen y protegidos como patrimonio cultural intangible francés (toda la ribera del Sena es, además, Patrimonio Mundial de la Unesco desde 1991), estos puestos tienen un estatus especial.

Foto Sarah Sergent. Paris Tourist Office

Son los únicos comerciantes que no pagan impuestos en París. Foto: Sarah Sergent | Paris Tourist Office.

No pagan impuestos ni alquileres, aunque sí están sujetos a una regulación estricta sobre su comercio y el servicio que prestan. Por ejemplo, deben abrir al menos cuatro días a la semana y como máximo ocupan cuatro cajas por bouquiniste (cada una de 2 m con una separación de 20 cm, lo que hace un total de 8,6 m por unidad). Abiertos, su tapa no puede superar los 2,10 m de altura para no obstruir la vista.

Parte indiscutible del paisaje parisino que tanto echamos de menos estos días, esta regulación se remonta a 1930.

Sin embargo, antes de las famosas cajas verdes -en armonía con el mobiliario urbano de la época- tienen orígenes mucho más antiguos.

De dónde vienen los bouquinistes del Sena

La palabra bouquiniste aparece en el diccionario de la Academia Francesa en 1762 para describir a aquel que vende o compra libros antiguos. Una segunda acepción es, simplemente, librero.

Foto Foto David Lefranc. Paris Tourist Office.

Además de libros se venden grabados, cartas o manuscritos. Foto: David Lefranc | Paris Tourist Office.

Antes de eso ya existía una tradición, del siglo XVI, de pequeños comerciantes que vendían libros de segunda mano en puestos junto al Sena que llevó, en 1649, a la queja por parte de las librerías formales.

Con la Revolución Francesa y la busca caída de la producción editorial -quizás con la excepción de periódicos y panfletos-, los bouquinistes cobraron de nuevo importancia. Más tarde, en la época de Napoleón, los muelles fueron embellecidos y estas librerías a cielo abierto se extendieron por las orillas del Sena.

Distribuidos a lo largo de 3 km sobre el río, los puestos integran la librería al aire libre más grande del mundo

Durante la Exposión Universal de 1900 ya se contaban 200 de estos libreros en las riberas del río.

Buoquinistes del Sena. Foto Marc Bertrand. Paris Tourist Office.

Buoquinistes del Sena. Foto: Marc Bertrand | Paris Tourist Office.

Ellos mismos se consideran guardianes de la cultura francesa. Viejas ediciones, manuscritos antiguos, cartas, grabados, revistas, tarjetas de coleccionsta, novelas olvidadas o periódicos de principios del siglo XX nos esperan en las cajas verdes a lo largo de unos 3 km.

Algunos están especializados en clásicos literarios, libros de historia o de ciencias naturales y la mayoría se resiste a caer en la tentación de vender souvenirs. Según la legislación, solo una de las cuatro cajas de cada librero puede contener algo diferente a libros, como monedas, postales, medallas, sellos, objetos de anticuario y, sí, también recuerdos de París.

Los bouquinistes, eso sí, forman parte del paisaje parisino, pero también “una animación, una atracción cultural, un patrimonio literario e histórico único que la ciudad desea conservar”, señala la alcaldía de París.

Atraen a turistas, que buscan saborear la autenticidad de las riberas del Sena, pero también a coleccionistas de libros raros y buscadores de gangas. La posibilidad de charlar con los libreros y recibir sus consejos y orientaciones es lo que les mantiene vivos frente a competidores como la venta online, aseguran. Ojalá por mucho tiempo.

 

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