La cara más moderna de la clásica Bergen

La arquitectura de vanguardia y las tendencias artísticas brillan en la segunda ciudad más importante de Noruega

La postal más reconocida de Bergen son las hileras de casas de madera pintadas con colores del barrio de Bryggen, en la zona portuaria que da al mar del Norte. Ahora pueden parecer muy pintorescas, pero hasta el siglo XIX eran casas de pescadores y comerciantes sin mucha esperanza de progreso, de la época en que Noruega era un país pobre y exportador de inmigrantes.

Pero el país escandinavo se subió al tren del progreso, y tras la Segunda Guerra Mundial protagonizó un crecimiento económico gracias a sus reservas de petróleo que le permiten exhibir maravillas arquitectónicas propias de un país con un alto nivel de vida.

Un iceberg de acero y vidrio

Un digno ejemplo es el MKD (Kunst Musikk Design), la Facultad de Bellas Artes, Música y Diseño diseñada por el estudio Snohetta, arquitectos de la Ópera de Oslo. Su estructura rectangular y gris recuerda a un bloque de hielo, un iceberg, que se eleva contundente junto a la costa del mar.

De ser un importante puerto de pescadores Bergen exhibe una audaz faceta de modernidad

Por suerte el edificio se puede visitar libremente, y en su interior se contempla una arquitectura minimalista, austera, luminosa y cálida, con grandes ventanales que permiten entrar el tímido sol del otoño en estas latitudes.

Además de su clásica oferta de naturaleza con los fiordos y bosques que rodean a Bergen, la segunda ciudad más importante de Noruega cuenta con una interesante oferta de museos, como el Museo de la Liga Hanseática –la federación comercial que gobernó varias ciudades costeras del país, así como de Dinamarca, Alemania, los Países Bálticos, Suecia e Inglaterra-; aunque los amantes de la música deberían pasar por el Troldhaugen.

Huellas de artistas

En noruego significa Colina del Troll, y era el hogar de Edvard Grieg, uno de los compositores más famosos del país. Además de conocer cómo era la vida del autor de la Suite Holberg, de vuelta al centro se pueden descubrir diversas galerías de arte que se despliegan a lo largo del pequeño lago de Lille Lungegård., donde se presentan colecciones de antiguos maestros de la pintura y presentaciones de artistas contemporáneos. Y por supuesto, cada tanto hay alguna muestra de Edvard Munch, el artista noruego más famoso –recordado por su famoso “El Grito”-.

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El barrio de Bryggen, la postal más clásica de Bergen.

Hablando de arte, en varios puntos de la ciudad hay diseminadas estatuas, la mayoría de estética clásica. Pero en la pequeña plaza de Vagsallmenningen se eleva una especie de estructura tubular metálica, con trazos de colores que permiten adivinar la inquietante presencia de unos rostros. Se puede golpear el armazón y se escucharán profundos sonidos metálicos. Se trata de Resonance, una creación de Magne Furuholmen. Si el nombre no dice nada, los que tienen más de 40 años pueden recordar al tecladista del grupo A-ha, que se ha volcado al arte moderno tras su paso por la música pop.

Dos opciones para comer y dormir

Si es por elegir un hotel, en The Telegraph recomiendan pasar un par de noches en Bergen Bors, instalado en el antiguo mercado de valores de la ciudad, donde un elegante y discreto estilo moderno se combina con la estructura clásica del edificio.

Y si es por comer, pues a probar los platos de Colonialen, que en su riguroso estilo de decoración escandinavo se pueden probar platos de ingredientes de la región con una esmerada preparación y presentación vanguardista.

Magne Furuholmen
Resonance, la creación de Magne Furuholmen en la plaza Vagsallmenningen.

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