Kotor es de otro mundo

El fiordo más meridional y soleado de Europa es una de las singularidades geográficas más impactantes de Montenegro

Perast, en la bahía de Kotor, parece extraída de un cuento. Foto: Getty Images.

Recorrer en barco la bahía de Kotor es una experiencia única e inenarrable ya que la belleza de este rincón del Adriático desarma a cualquiera. Sus aguas de color turquesa, sus atardeceres rosa palo y el paisaje montañoso e imponente que la rodea hacen de este fiordo un lugar que tiene bien merecido ser Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

La mejor manera de conocer la bahía es sin duda con una embarcación aunque también se puede realizar en coche. Pero, sinceramente, perdería parte del encanto que tiene este destino porque a algunos de los lugares más idílicos de la bahía de Kotor solo se puede llegar por mar.

Además, alquilar un barco en Montenegro no es nada caro (es todavía bastante más barato que en España) y te permite atracar en los diferentes enclaves de la bahía y desembarcar como una verdadera estrella del celuloide.

Atardecer en la bahía de Kotor. Foto: María Jesús Tomé.

La Cueva Azul

Cuatro son las localidades más conocidas (Kotor, Perast, Tivat y Herceg Novi) pero hay otros rincones que merecen la pena ser descubiertos porque solo los conocen algunos locales y algún que otro turista despistado.

La forma más deliciosa de conocer la bahía de Kotor es con una embarcación que, además, permite llegar a lugar solo accesibles por mar

Uno de ellos es Ribarsko Selo, situado en la península de Luštica, un complejo en el que podemos comer pescado fresco que acabamos de elegir con unas vistas a las aguas prístinas de la bahía.

Muy cerca se encuentra uno de los lugares con más encanto de las también llamadas Bocas de Kotor. Se trata de la Cueva Azul, a la que los barcos pueden acceder y en la que, irremediablemente, todo aquel al que le guste nadar acaba zambulléndose en sus aguas cerúleas.

Nuestra Señora de las Rocas, en la isla Gospa od Skrpjela. Foto: Despina Galani | Unsplash.

La irreductible Kotor

La ciudad de Kotor, bastión defensivo ante las incursiones otomanas, es una pequeña urbe de piedra que tiene una muralla de unos cuatro kilómetros que se encarama en la montaña de San Giovanni hasta una altura de 300 metros.

Pasear por Kotor te lleva a descubrir estrechos callejones donde los gatos, cuidados por la autoridad local, pululan a sus anchas, y plazas presididas por templos (como la iglesia de San Lucas o la catedral de San Trifón) que han soportado impasibles algunos de los terremotos que han afectado a la zona en el decurso de la historia (el último en el año 1979).

Pero de lo que no hay duda es que tanto Kotor como la bella Perast conservan ese sabor veneciano con retrogusto italiano (en su gastronomía sobre todo) ya que estuvieron bajo el poder del Dux durante casi 400 años.

Vistas desde la muralla de Kotor. Foto: María Jesús Tomé.

La bella Perast

Perast es recoleto y se recorre en menos de una hora pero rezuma el abolengo que los venecianos le regalaron durante los años que estuvieron allí. Cuenta con varios palacios barrocos, siendo uno de los más grandes el que hoy ocupa el maravilloso hotel Iberostar Heritage Grand Perast, ubicado en una construcción del siglo XVIII a la que, entonces, solo se podía llegar en barco.

Perast también cuenta con varias iglesias barrocas y ortodoxas siendo una de las más destacadas la de San Nicolás. Si subimos los 100 escalones de su campanario nos llevaremos, de regalo, unas vistas de infarto.

Inmobiliariamente hablando, Perast es una ciudad intocable. Hoy una casa cuesta un millón de euros (el sueldo medio de un montenegrino es de 527 euros mensuales) cuando, hace 20 años, el mismo inmueble tenía un valor de 30.000.

Foto: Iberostar Grand Perast.

Otra dirección interesante situada, por eso, a las afueras de Pérast es el restaurante Stari Mlini, enclavado en un rincón instagrameable con columpio y molino incluido, especializado en comida orgánica a base de productos de proximidad.

La tranquilidad de Perast contrasta con la pizpireta Tivat, junto a Porto Montenegro, lugar de veraneo de artistas y nobles bien dotado de restaurantes y exclusivas boutiques

Pero lo que realmente llama la atención de Perast es su silencio ya que, a partir de las 12 de la noche, no se oye ni un alma. Tan solo los peces que saltan en el agua en busca de alguna miga perdida lanzada por los clientes de los restaurantes o el tintinear de las copas de aquellos que brindan por momentos únicos.

Perast. Foto: María Jesús Tomé.

Tivat, destino de nobles y artistas

La tranquilidad de Perast contrasta con la pizpireta Tivat, lugar de veraneo de artistas y nobles. Justo al lado está Porto Montenegro, un puerto de amarre de yates de lujo que dejan con la boca abierta a todos aquellos ajenos a la opulencia.

Y como no podía ser de otra manera, una dársena cinco estrellas cuenta con una gran selección de tiendas de lujo y restaurantes a la última donde darse un homenaje gastronómico.

Herceg Novi, la codiciada

Para visitar la localidad de Herceg Novi, de origen medieval, se necesita calzado cómodo ya que está colgada en una colina y las cuestas están más que garantizadas.

Herceg Novi. Foto: Pixabay.

Los españoles estuvieron allí tan solo un año, en 1538, a las órdenes del militar genovés Andrea Doria que entonces servía al rey Carlos I. De esa breve estancia dejaron dos legados: una fortaleza, la Spajnola, y algunos apellidos que han llegado hasta nuestros días adaptados al serbocroata o montenegrino.

Herceg Novi estuvo bajo el dominio turco y veneciano pero, por su ubicación, también fue muy codiciada por los rusos, los austríacos y los franceses. Asimismo fue uno de los lugares montenegrinos preferidos de Josip Broz, Tito. El mariscal, que era amante del cine, de los grandes paisajes y del bienestar capitalista, tuvo residencia en Herceg Novi al igual que en otros lugares de la extinta Yugoslavia como el maravilloso lago de Bled, en Eslovenia.

Pero Montenegro es mucho más que la bahía de Kotor. El Parque Nacional de Durmitor, el lago Skadar, el cañón del Tara -el más profundo de Europa- o la ciudad de Cetijne, antigua capital histórica del país, son visitas ineludibles en una ruta por este maravilloso país balcánico. Sin embargo, siempre nos quedará Kotor grabado a fuego en nuestra memoria. De eso no tenemos la menor duda.

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