Arribes del Duero: vinos, águilas, lobos y el Uluru salmantino junto al Cañón del Duero

A caballo entre las provincias de Zamora y Salamanca, el Duero llega a Portugal formando una frontera natural plagada de riquezas naturales y agrícolas: aquí se producen algunos de los vinos con más personalidad de Castilla

Crucero ambiental por los cañones de Arribes del Duero. Foto: Europarques.

Tras recorrer algo más 400 kilómetros desde los sorianos Picos de Urbión, el Duero cambia de pronto la orientación de su curso (de este a oeste) para dirigirse hacia el sur, a lo largo de algo más de 120 kilómetros, y convertirse en la frontera natural entre España y Portugal.

Allí, encajado entre vertiginosos acantilados graníticos sobrevolados por las rapaces más valiosas de la Península Ibérica, el río deja a su paso todo tipo de bellezas paisajísticas, con algunos tramos protegidos bajo el paraguas del Parque Natural de Arribes del Duero, en la parte española, y del Parque Natural del Duero Internacional, en la parte portuguesa.

Junto al río y sobre el estrecho valle que forma su curso, crecen bosques de encinas y alcornoques, formando una dehesa que, a veces, interrumpen plantaciones de viñedos y frutales.

Saucelle. Foto: Ruta del Vino Arribes del Duero.

Y en torno a éstas un buen puñado de pueblos donde lo rural se sigue viviendo de una forma muy auténtica, a veces incluso un poco naif, y en donde los visitantes dispuestos a conocer con respeto las costumbres, tradiciones y todo lo bueno que ofrecen los habitantes de estas comarcas, siempre son bien recibidos.

Ruta del Vino Arribes

Muchos de los que llegan hasta aquí lo hacen movidos por las propuestas de la Ruta del Vino Arribes. Una ruta que se puede planificar comenzando en la zamorana localidad de Fermosellle y terminando ya en tierras salmantinas cercanas a Toro. O al revés.

A Fermoselle se lo conoce como el pueblo de las 1.000 bodegas. Muchos dicen que se queda corta esta denominación en cuanto al número de cuevas que hay en su subsuelo; otros dicen que no llegan a 700…

Campanario de Fermoselle. Foto: Ruta del Vino Arribes.

Lo cierto es que el pueblo entero está horadado por un sistema de oquedades utilizadas desde tiempos ancestrales como forma de almacenar el vino y otros alimentos.

Y también como refugio para la numerosa comunidad judía que albergó la zona hasta el siglo XV, gracias a que muchas de estas cuevas estaban comunicadas entre sí. Podría decirse que cada casa en Fermoselle tiene su propia bodega, con su propio portalón de acceso desde la fachada y su respiradero.

Fermoselle

Algunas de ellas, aún perpetúan la tradición vinícola de la localidad, como las Bodegas Pastrana que, además, se puede visitar para conocer su bonita zona de barricas y degustar alguno de sus vinos (como Paraje de los Bancales). También son visitables otras bodegas tan pintorescas como Frontío o Romanorum.

Cueva con barricas. Foto: Bodegas Pastrana.

En esta localidad hay dos lugares perfectos para hacer parada (gastronómica) y fonda. La primera es el hotel y restaurante La Enoteca del Marqués, con una terraza panorámica a la sombra de árboles de kiwi, que resulta ideal para disfrutar de la intensidad de sabor y la jugosidad de la carne de ternera sayaguesa hecha al fuego de leña.

La otra es la bonita y funcional Posada de Doña Urraca, que aprovecha la construcción de lo que fue la antigua casa-cuartel de la Guardia Civil de la localidad para ofrecer amplias habitaciones decoradas con un gusto clásico, una escenográfica terraza (también con vistas) sobre tres antiguos bancales de cultivo y un restaurante donde acercarse a la gastronomía sayaguesa.

Patio del Restaurante Enoteca del Marques.

Hacienda Zorita

No muy lejos de Fermoselle está la que, sin duda, es la bodega más grande y conocida de la Denominación de Origen Arribes: ésta no es otra que Hacienda Zorita que, ya desde la carretera, sorprende por su vasta extensión de geometría vegetal en plena meseta castellana.

Una finca que, sin duda, emula a los grandes señoríos vitivinícolas de otras zonas más renombradas del Duero. Por cierto que, además de sus principales etiquetas, Hacienda Zorita Crianza y Hacienda Zorita Magister, la empresa elabora aceites y una torta de queso reconocida y premiada en varios certámenes internacionales: una auténtica delicatesen.

Hacienda Zorita es uno de los nombres más reconocidos del vino de Arribes. Foto: Hacienda Zorita.

Sin alejarse demasiado de Fermoselle, otras bodegas de la comarca del Sayago muestran con orgullo sus vinos, producidos en buena parte con la uva predominante Juan García pero también con otras variedades como rufete, bruñal, tempranillo, mencía, malvasía castellana e, incluso, syrah.

Descubrimientos delicatessen

Es el caso de El Hato y el Garabato, asentada en la localidad de Formariz. Un pequeño negocio firmado por la pareja de Liliana y José que, tras recorrer medio mundo, desde Australia a California, al final decidieron asentarse aquí y poner en práctica en su propia bodega (su propio sueño, más bien) todo lo aprendido a lo largo de tantos años de formación en el extranjero.

Última mención vitivinícola en Arribes del Duero: la Bodega Villa Romana, en Villarino de los Aires, empresa familiar asentada en la antigua cooperativa de la localidad que se venera con especial devoción la uva Bruñal.

Viñedos en Formariz. Foto: Bodega El Hato y el Garabato.

Allí se elaboran etiquetas como la llamativa Winner o las carísimas botellas de Botón Real, un producto tan especial que hasta tiene una joya (el conocido botón charro de plata) adherida al vidrio y cuyos propietarios admiten que se ha convertido en todo un objeto de colección para amantes de las rarezas vinícolas.

Entre lobos y el Uluru salmantino

Entre pueblo y pueblo de la Ruta del Vino de Arribes se suceden páramos, hondonadas y veredas que recorren animales tan emblemáticos como lobos, zorros y jabalíes. Todo ellos conviven, a veces no sin conflictos, con los rebaños de ovejas merinas que tanta riqueza trajeron a la zona y al resto de Castilla hasta tiempos no tan remotos.

Alguno de estos rebaños suele buscar refugio, en los días más duros del invierno y del verano, al amparo de la impresionante Peña Gorda, muy próxima a la localidad de La Peña. Un inmensa mole de sienita a la que algunos comparan (salvando las evidentes diferencias de tamaño) con el australiano monte Uluru.

La Peña Gorda o el ‘Uluru salmantino’. Foto: Ruta del Vino Arribes.

Desde luego el capítulo de los paisajes y la naturaleza es el punto fuerte de esta ruta. En las quebradas del río es relativamente habitual observar las evoluciones de buitres negros y leonados, alimoches, águilas reales y otras rapaces. En la zona de meseta salen al paso oropéndolas y, a veces, cigüeñas negras.

También hay numerosas cigüeñas blancas sobre los campanarios y torres de la zona y es fácil ver otras muchas aves alimentándose en los humedales naturales y las numerosas presas de los Arribes.

Embalse de Almendra. Foto: Ruta del Vino Arribes.

Cañón del Duero

De hecho aquí está una de la superficies acuáticas más grandes del país, el embalse de Almendra, en el cauce del río Tormes, fiduciario del Duero.

Y también está aquí, cerca de la localidad de Aldeadávila, una de las presas más escenográficas (de Iberdrola), cerrando el Cañón del Duero, sobre la cual hay un mirador que regala impagables avistamientos en altura del vuelo de la numerosa colonia de buitres de la zona.

Ya que estamos con los miradores, hay que decir que a lo largo de la Ruta del Vino de Arribes surgen decenas de sobrecogedores lugares donde observar el curso del Duero. Por ejemplo, Las Barrancas, junto a la ermita del Castillo de Fariza, o los miradores de El Fraile y el Picón del Moro.

Mirador Las Barrancas. Foto: Ruta del Vino Arribes.

Un crucero ambiental

Pero, sin duda, la mejor forma de disfrutar y conocer los muchos valores naturales generados por el río Duero a lo largo de millones de años es la excursión que propone el crucero ambiental de Europarques.

Parte desde la portuguesa localidad de Miranda do Douro y recorre varios de los kilómetros más espectaculares del cañón de ese río. Más que una excursión recreativa, se trata de una educativa y silenciosa inmersión en la vida de este curso fluvial: se realiza en un barco híbrido, propulsado por energía eléctrica durante buena parte del recorrido.

Por si a alguien no le cuadran las cuentas, conviene decir que la Ruta del Vino Arribes se extiende bastante más kilómetros de lo que marca la frontera natural del Duero entre España y Portugal.

Una de las experiencias más originales es un crucero ambiental entre los cañones. Foto: Europarques.

En concreto, son 180 kilómetros de recorrido, lo que permite adentrarse en lugares cercanos y con tanta significación como San Felices de los Gallegos. Pueblo en el que merece la pena subir a la torre del homenaje de su castillo, construido a partir del siglo XII y en cuya cerca (muralla exterior) mantiene un barrio de casitas bajas que, de alguna manera, permite imaginar cómo era la estructura de los castillos medievales.

San Felices tiene también una típica plaza castellana (con ayuntamiento, iglesia y bar). Pero si hay un lugar que llame la atención en esta localidad es el Museo del Aceite El Lagar del Mudo, una joya recuperada por una pareja de maestros en lo que efectivamente fue un antiguo molino aceitero.

San Felices de los Gallegos. Foto: Ruta del Vino Arribes.

Este museo supone un buen recordatorio de que en las inmediaciones del Duero no solo se producen buenos vinos, también otros productos que, como el aceite de oliva, dan sentido, sabor y personalidad a las comarcas transfronterizas que riega a su paso.

a.
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