Un arcoíris entre cuevas y cascadas: el secreto mejor guardado del Monasterio de Piedra

Al caer la tarde y solo en verano es posible disfrutar de un espectacular arcoíris en suspensión en la Gruta Iris en el Monasterio de Piedra en Zaragoza

Arcoíris dentro de la gruta. Foto: Monasterio de Piedra.

Es por, derecho propio y por las valoraciones de cientos de usuarios de Google, el lugar al aire libre que sí o sí hay que ver en la provincia de Zaragoza. El Monasterio de Piedra, ubicado en un antiguo monasterio cisterciense del siglo XIII en Nuévalos (Calatayud), reserva para los meses de verano una hermosísima sorpresa, que viene en forma de arcoíris en el interior una de las grutas que lo rodean.

Fundado en 1194 junto al río Piedra, el Monasterio de Piedra es uno de los parajes más espectaculares de Europa, que incluye el Parque-Jardín Histórico; el monasterio, dos restaurantes y un hotel spa. Sin embargo, ni la mejor gastronomía ni las instalaciones más confortables pueden competir estos días con el espectáculo natural que regala este enclave.

La Gruta Iris obsequia cada atardecer a todo el que quiera verlo con un impresionante arcoíris que hace aún más mágico este lugar salpicado de cuevas, cascadas, lagos y bosque.

Son las gotas pulverizadas desde la cascada Cola de Caballo -en la que el río Piedra se precipita en un salto de 53 metros de altura- las que actúan como pequeños prismas cuando el sol las ilumina, separando la luz en sus colores y formando un inmenso arcoíris en suspensión.

Sucede únicamente en verano y a la hora bruja del atardecer, que es cuando la luz solar logra penetrar por la boca de la cueva incidiendo de manera directa en el gran salto de agua.

Gruta Iris: a cueva mágica

Precisamente el nombre de la cueva rinde homenaje a este fenómeno, que solo se observa desde su interior y solo en época estival.

El escritor Juan Federico Muntadas descubrió la Gruta Iris tras fijarse en unas palomas que entraban y salían en lo que parecía un escondite tras un muro de piedra junto a la cascada Cola de Caballo

La cueva, que ofrece un agradable remanso de frescor estos días, es un mundo oculto de estalactitas, estalagmitas y musgos en proceso de petrificación.

Un ambiente siempre húmedo -el agua del río se filtra constantemente- y una temperatura de 15º durante todo el año hacen de esta gruta un refugio perfecto de tranquilidad, que ha sido inmortalizado en películas como El hombre que mató a Don Quijote (2018) del oscarizado director Terry Gilliam, El corazón del guerrero (2000) de Daniel Monzón, La siesta (1976), de Jorge Grau o Entre Dios, el diablo y un arma (1968), dirigida por Marino Girolami.

Cascada Cola de Caballo desde la Gruta Iris. Foto: Monasterio de Piedra.

Su descubrimiento, además, tiene una buena historia: el escritor Juan Federico Muntadas, artífice también del Parque del Monasterio de Piedra tal y como lo conocemos hoy, se fijó un día en unas palomas que entraban y salían en un agujero protegido por un muro de más de 12 metros de piedra originado por la propia cascada Cola de Caballo.

Intrigado, y como el acceso a nado era imposible, descolgó un tonel amarrado a unas cuerdas en cuyo interior iría una persona. Así, en abril de 1860 se descubrió el secreto mejor guardado del río Piedra: la Gruta Iris.

Posteriormente, para facilitar el acceso, se horadó la roca excavando las escaleras que se utilizan en la actualidad.

Inspiración para bóvedas patentadas

La cueva cuenta con otras anécdotas curiosas. El arquitecto Rafael Guastavino (1842-1908), que la definió como «una de las obras más sublimes y extraordinarias de la naturaleza»-se inspiró en este colosal espacio delimitado por una única masa de cimientos, muros y techo para concebir su famoso ‘sistema de construcción cohesiva’.

Cascada Cola de Caballo. Foto: Monasterio de Piedra.

Con esta bóveda tabicada, que patentó en 1885, se levantaron alrededor de mil edificios en Estados Unidos, principalmente en Nueva York.

En 1984, el redactor jefe de la revista Blanco y Negro, Luis Royo Villanova, dejó escrito en el Libro de Visitantes Ilustres tras conocer la cueva que «Abrir a los ojos del arte la gruta del Iris, es algo más que descubrir un nuevo mundo porque es descubrir un nuevo cielo».

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