Amsterdam, viaje a la capital de la tolerancia

La capital turística y cultural de los Países Bajos es una ciudad donde la gente vive y deja vivir. Y por sus calles invadidas por legiones de ciclistas, se encuentra una fascinante historia de cultura, supervivencia e ingenio.

«Las ciudades son un reflejo de sus habitantes. Esta es Venecia: calles, canales y puentes que parecen un laberinto. Bien italiana, hermosa pero caótica. Y mire el mapa de Amsterdam: un trazado geométrico, perfecto, una serie de círculos concéntricos cruzados por los canales. Es armonía, es orden».

La comparación viene de Ruud, un holandés clásico (alto, rubio, que sufre por el sol de mayo), mientras enseña los mapas en su iPhone junto con su Heineken, en un bar cercano a la plaza Dam, el corazón de Amsterdam.

Tiene razón el hombre: Amsterdam presenta una urbanización más organizada que la endiablada ciudad del Véneto, y además de ser una ciudad pequeña y tranquila –para la escala barcelonesa– también cabe agregarle los adjetivos de tolerante, vanguardista y abierta.

Todo tiene un límite

Hay libertad pero no hay libertinaje, diría mi abuela. ¿Se puede consumir cannabis? Sí, pero no en cualquier lado: sólo en los coffee shops habilitados. ¿Las prostitutas se exhiben en la vía pública? Sí, pero sólo en el turístico Barrio Rojo lo hacen en ventanales, como maniquíes vivos. Eso sí, que a nadie se le ocurra sacarle una foto, que en cualquier momento sale un gorila tipo portero de discoteca a poner el tema en orden. ¿Es fácil okupar casas? No como se puede creer, porque está regulado hasta el último detalle, donde hay que demostrar ante el gobierno que el inmueble hacía un año que estaba vacío y que se deterioraba por el abandono.

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Todo gira en torno a la palabra respeto. Antes que Sitges y Barcelona sean ciudades gay friendly, Amsterdam lideraba la tolerancia europea con la comunidad gay. Un monumento, consistente en un sencillo triángulo rosado y siempre con flores, recuerda a los homosexuales y lesbianas asesinados en la invasión nazi.

Tolerancia para sobrevivir

Y como en este caso, los holandeses en general y los ciudadanos de Amsterdam en particular han entendido que no queda otra solución que la tolerancia tras años de guerras y conflictos. Cuando España era un imperio donde no se ponía el sol, en el siglo XVI, los flamencos comenzaron a progresar en el comercio y la navegación y bajo la excusa de rezar de forma distinta al mismo Dios emprendieron esas guerras religiosas que terminaron, como no podía ser de otra forma, con la independencia de los Países Bajos. Que al contrario de casi toda Europa, primero fue república y luego decidió ser reino, con la casa de Orange como monarcas.

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Como país agrícola pero potencia marítima, su carácter se tornó comercial, cosmopolita y abierto. El siglo XVII fue su Siglo de Oro, con la maravillas que ha dejado la escuela flamenca de Rubens, van Eyck y Brueghel el Viejo, entre otros. Sus obras, un verdadero tratado revolucionario de cómo capturar la luz en un lienzo, se pueden ver en el Rijksmuseum (Museo Nacional).

Mirada hacia el futuro

En el siglo XXI, Amsterdam mira hacia el futuro. Los coches apenas tienen utilidad, toda la ciudad está cruzada de rieles de tranvías, y lo mejor para recorrerla es a pie. Pero cuidado con el vehículo rey: la bicicleta. Hay muchas pero muchas bicis, a razón de dos por habitante. O sea, casi un millón y medio de unidades que pasan a toda velocidad y sin pretender frenar –siempre que tengan prioridad de paso-.

Aparte del Rijksmuseum y su valiosa colección, el museo artístico más popular es el de Vincent Van Gogh, donde se pueden contemplar obras como Los Comedores de Patatas o una de las versiones de sus famosos Girasoles; además de cuadros de otros artistas del siglo XIX como Toulouse-Lautrec, Gaugin o Monet.

Varios puntos de Amsterdam son citados brevemente en las guías pero vale la pena descubrirlos, como el elegante y bohemio barrio de Joordan, con sus casas de simetría variable y con abundantes árboles junto a los canales. O el barrio de las Islas Occidentales, donde los arquitectos demuestran que se puede vivir en espacios pequeños pero sin perder la comodidad. Y atención al Canal Prinsengracht, una de los vías fluviales donde se concentran las casas-barco más bonitas de la ciudad.

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Es que la densidad poblacional y la falta de viviendas llevó a que sus habitantes agudicen el ingenio y desarrollen cómodas casas flotantes, que incluyen algunos modelos de auténtico lujo. Es tan extendida la costumbre que todas tienen conexiones a las redes de luz, agua y gas, y también cuentan con su dirección postal.

Es el mismo ingenio que ha llevado a los holandeses a conquistar terreno al mar a base de esfuerzo e ingeniería, y poder levantar un país sobre tierras inundables. Es el mismo tezón que han puesto para derrotar al imperio español y a recuperarse de la barbarie nazi. Y ahí sigue Amsterdam, con una mentalidad impregnada en la consigna de vivir y dejar vivir.

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