A orillas del Lago di Garda: cinco pueblos para disfrutar en otoño

Custodiada por los Alpes y a medio camino entre Venecia y Milán, la porción de agua dulce más grande de Italia revela su verdadera esencia fuera de temporada

Limone sul Garda, en el lago Garda. Foto: Getty Images.

Entre las regiones de Trentino-Alto Adigio, Véneto y Lombardía, a los pies de los Alpes, el pequeño mar interior que es el Lago di Garda se convierte en un hervidero de turistas de sol y playa en los meses más cálidos, algo así como el Benidorm italiano.

Por ello, la mejor época para descubrir sus pintorescas localidades salpicadas de palmeras, olivos y limoneros es fuera de los meses estivales, cuando las aglomeraciones y los precios desorbitados dan paso a la calma. Septiembre y octubre son los meses ideales para dejarse deslumbrar por su singular belleza.  

El otoño es perfecto para recorrer el lago. Foto: Benjamin Voros | Unsplash.

De los 24 pueblos (y 8 islas) que conforman el lago, nos quedamos con cinco: Riva del Garda, Torbole, Limone sul Garda, Malcesine y, la joya de la corona, Sirmione, que a buen seguro nos robarán el corazón.

Riva del Garda

El pueblo más septentrional del lago ostenta una estética centroeuropea –no en vano es el favorito de austriacos y alemanes– y es algo así como un paraíso mediterráneo a los pies de los Dolomitas; perfecto para deportes tanto acuáticos como de montaña.

La torre Apponmale, hoy un mirador sublime, domina el skyline de la preciosa plaza III de Noviembre y su malecón, presidido por el castillo medieval de la Rocca que también hace las veces de museo histórico, es perfecto para pasear y degustar un helado.

Riva del Garda. Foto: Stefanie Koelbli | Pixabay.

En esta villa residió en 1912 el escritor D.H. Lawrence, quien afirmó que “el Garda es hermoso como el principio de la creación”. Para admirar aún más su belleza hay que subir hasta el Bastione, una fortaleza cilíndrica con vistas panorámicas inolvidables.

Torbole

La que alguna vez fue una villa pesquera ostenta ahora fama mundial en lo que a vela y windsurf se refiere. Separada por solo 4 kilómetros de Riva del Garda, Torbole es el paraíso de los deportes acuáticos.

A pesar del crecimiento exponencial del turismo, esta localidad ha logrado mantener su esencia marinera y edificios tan pintorescos como la antigua casa de Dazio. Construida a principios del siglo XVIII como sede de la Aduana austriaca y propiedad de la familia Tonelli desde el año 2000, la que sirvió de inspiración a poetas como Goethe es hoy un curioso mirador.

Torbole. Foto: Peggy Marco Lachmann-Anke | Pixabay.

En frente de esta casita rodeada por el lago y cubierta con bellísimas flores encontramos la pizzería Casa Beust en la que la tradición marinera se junta a la perfección con los sabores italianos más auténticos. Su pizza de atún es siempre un acierto.  

Limone Sul Garda

A este pequeño pueblo perfumado por cítricos y olivos y situado a los pies de inmensas montañas rocosa, solo se podía acceder por barco hasta la construcción, en 1931, de la Gardesana, una sinuosa carretera que bordea el lago y regala vistas imponentes y que logró conectar a Limone con poblaciones vecinas, poniendo fin a siglos de aislamiento.

Además de disfrutar sin prisas de su casco histórico que conserva casas de estilo veneciano, de pasear por su pintoresco puerto rodeado de flores o de deleitarse con las panorámicas que deja desde la torre de la iglesia de San Rocco, hay que acercarse hasta la preciosa Limonaia del Castèl, conocida como el jardín de los limones y protegida por una construcción del Settecento en piedra y madera.

Limone sul Garda. Foto: Getty Images.

Malcesine

Un poco más al sur, aunque en la orilla opuesta (al este), encontramos una localidad apiñada en una roca y presidida por un imponente castillo medieval, desde el que percatarse de lo angosto que es el lago en su parte más septentrional y que posee una sala dedicada a Goethe, quien lo menciona en su Viaje a Italia (1813).

En este pueblo, inmortalizado también por el pintor Gustav Klimt, el plan se divide en dos: curiosear por su entramado de callejuelas adoquinadas y plazas que rodean el castillo, con paradas en lugares como el Palacio de los Capitanes, o lanzarse a por los deportes de aventura en su vecino Monte Baldo, al cual se puede llegar en teleférico y que sirve, además, de animado mirador en cualquier época del año.

Si hay algo que probar en esta localidad es el aceite de oliva (DOP); la fuente de sustento de su población desde la época romana. Es ligero, con aroma afrutado y con muy bajo grado de acidez. Los restaurantes a orillas del lago son perfectos para degustarlo.

Malcesine. Foto: Birger Hauerslev | Pixabay.

Sirmione

Asentado en una curiosa y angosta península en la parte más meridional del Garda, Sirmione fascina a cualquiera que pone un pie en ella; es sin duda la estrella de la zona. Lugar de retiro de la famosa soprano María Callas y, se cree que, lugar de residencia del poeta latino Catulo, este pueblo guarda rincones verdaderamente interesantes.

Las Grutas de Catulo, por ejemplo. Se trata precisamente de una villa romana donde vivió el poeta allá por el siglo I a.C. y de la cual se conservan estancias, termas y patios. Situada en la parte norte de la península y con la icónica Jamaica Beach como vecina, perfecta para un chapuzón en el lago.

Grutas de Catullo en Sirmione. Foto: Edmund Hochmuth | Pixabay.

El castillo Rocca Scaligera –cuya construcción inició en el siglo XIII y finalizó en el XV– es otras de las joyas de la localidad. El Palazzo de María Callas, la antigua iglesia de Santa María della Neve o la de San Pietro in Mavino merecen asimismo un alto en el camino.

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