A bordo del Expreso del Litoral por el mar más bello del mundo

Más que un crucero, el Expreso del Litoral es una manera única de descubrir los paisajes más fascinantes de Noruega

Islas Lofoten. Foto: John O’Nolan | Unsplash.

Dicen que el de Noruega es “el mar más bello del mundo”. Quienes se animen a comprobarlo descubrirán que este eslogan turístico tiene algunas razones de peso: inmensos acantilados cubiertos de vegetación, fiordos enmarcados por espectaculares montañas que se abren en miles de cascadas; coloristas ciudades, pequeños pueblos de pescadores con sus características casas de madera; tupidos bosques que son el hábitat de peculiares especies animales y vegetales adaptadas a los fríos y oscuros inviernos…

Y también un escarpado litoral que durante siglos supuso un gran hándicap para el asentamiento de colonos y para la supervivencia de los pobladores primigenios del Norte de Europa: los samis (o lapones). Por eso, a finales del siglo XIX, mientras en el resto del continente se trazaban millones de kilómetros ferroviarios y de carreteras, en Noruega se buscó una forma diferente de conectar el sur del país con las lejanas regiones árticas. Se llamó El Expreso del Litoral, una línea marítima que, primero semanalmente y luego de forma diaria, en muy poco tiempo se convirtió en un símbolo nacional.

Los barcos de Hurtigruten recorren hoy el litoral noruego. Foto: Arvid Høidahl | Unsplash.

De barcos correo a buques de exploración

Sus naves funcionaron desde entonces como ‘barcos correo’ y también para el transporte de pasajeros. Incluso como forma de recreo para turistas llegados de lejanos países. Algo que ya ocurría en 1894, tan solo un año después de que el buque DS Vesteraalen cubriera, por primera vez, el trayecto entre las ciudades de Trondheim y Hammerfest.

Aquí el lujo no son salones, atracciones o camarotes: son los paisajes que se contemplan desde las cubiertas de las naves, el aprendizaje y la exploración

Hoy continúan con ese mismo espíritu los barcos de la empresa Hurtigruten. Eso sí, la flota de esta naviera es muy diferente a los ruidosos paquebotes del Expreso del Litoral. Pero, a pesar de que buena parte de sus buques han sido construidos en las últimas dos décadas (las dos últimas incorporaciones, MS Fridtjof y MS Roald Amundsen, son de 2020 y 2019), no hay que perder de vista que no se trata de cruceros, sino de barcos “de línea regular”.

Aunque alejados de los cruceros al uso, los barcos cuentan con todas las comodidades. Foto: Andrea Klaussner | Hurtigruten.

Así que nadie espere encontrar en ellos ni las lujosas cabinas ni los grandes y llamativos salones ni las espectaculares animaciones que se disfrutan a bordo de los enormes barcos vacacionales que surcan los mares y océanos del planeta. Esto es otra cosa: el lujo y el espectáculo los brindan los cambiantes paisajes que se contemplan desde las cubiertas de las naves de Hurtigruten, además de las más diversas actividades (proyecciones, charlas de divulgación científica y cultural, excursiones turísticas y de exploración natural…) que se ofrecen a lo largo de los días de navegación.

Por no olvidar el capítulo gastronómico: en los restaurantes de estos grandes buques, Hurtigruten realiza una gran apuesta por la sostenibilidad y los productos locales. Fundamentalmente pescados, mariscos, carnes como la de reno y la de cordero, hortalizas y quesos (como el característico queso ‘marrón’), para conformar un muestrario bastante representativo de la cocina noruega.

El crucero de 12 días y 11 noches parte de Bergen y alcanza Kirkenes, cerca de la frontera con Rusia

Un crucero que no es como los demás

La mayor parte de la ruta se realiza mediante una navegación de cabotaje (sin alejarse del litoral), a veces acercándose o incluso navegando por los fiordos (como el espectacular Trollfjord, el del Trol) que conforman el intrincado perfil costero del país y procurando burlar las fuertes corrientes y mareas que azotan los mares norteños.

Bergen. Foto: Michael Fousert | Unsplash.

Los 12 días con 11 noches que conforman el trayecto completo de ida y vuelta se inician y terminan en el escenográfico puerto de Bergen, en el sur del país, llegando hasta Kirkenes, prácticamente junto a la frontera con Rusia. La ruta también se puede realizar con origen y final en Kirkenes.

Pero, importante, el recorrido se puede reservar también por tramos, en función de la elección y disponibilidad de tiempo de cada pasajero. De hecho, es habitual que muchos noruegos hagan uso de estos barcos como transporte entre ciudades de regiones vecinas.

Quienes se animen con el recorrido completo, de ida y vuelta, se llevarán en las retinas (y en la cámara y/o teléfono móvil) un buen catálogo de postales, puesto que a la vuelta se recala de día en aquellos puertos en los que, a la ida, se pasó durante la noche.

Trollfjord o fiordo del Trol. Foto. Oscar Farrera | Hurtigruten.

Un consejo importante para quienes decidan viajar en verano: mejor reservar una cabina interior, sin ventanilla. El sol de medianoche es un fenómeno realmente llamativo para los viajeros meridionales, pero no es costumbre noruega instalar en las cabinas (ni en las casas) espesos cortinajes que impidan el paso de la luz…

De Bergen a Kirkenes

El tiempo de parada en cada una de las 34 escalas del recorrido completo de Hurtigruten permite visitar lugares tan interesantes como Ålesund, donde el Modernismo al estilo nórdico dejó a principios del siglo XX un buen catálogo de edificios singulares. No muy lejos, en verano se puede realizar una excursión al fiordo Geiranger, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y flanqueado por acantilados que alcanzan los 800 metros de altura.

También resultan muy agradables las escalas en Molde (desde donde se pueden admirar 222 picos montañosos) y en la villa histórica de Trondheim, fundada en el siglo X por el rey vikingo Olag Tryggvason. De camino al norte los barcos pasan junto al faro de Kjeungskjær, sin duda el más bonito y llamativo (sobre todo por su color rojo) de los que guían la navegación por la costa noruega.

Aurora boreal a bordo de un barco de Hurtigruten. Foto: Hurtigruten.

Poco después se traspasa la imaginaria línea del paralelo 66°33’52”N, que marca la entrada en el Círculo Polar Ártico: aquí los pasajeros neófitos reciben un peculiar bautismo en una ceremonia tan divertida como gélida. A partir de aquí, el avistamiento de auroras boreales está a la orden del día (de la noche, más bien). De hecho, un toque de sirena avisa al pasaje en cuanto este fenómeno comienza a dibujarse en el cielo nórdico.

Continuando con la ruta, junto a la pequeña ciudad de Bodø está la corriente marina Salstraumen, la más potente del planeta. Tanto que la fuerza del agua ha erosionado la costa dejando en las rocas llamativos motivos ondulados. Se puede admirar todo ello gracias a una excursión que se realiza en lanchas fueraborda.

Frente a las costa de Bodø está el archipiélago de las Lofoten, que albergan algunos de los lugares más escenográficos de Noruega. Islas caracterizadas por inmensas montañas y pequeñas bahías plagadas de casas de pescadores en donde el cambiante clima dibuja paisajes como sacados de pinturas impresionistas.

Islas Lofoten. Foto: Valdemaras | Unsplash.

Tromsø

Tras dejar atrás estas islas, una de las escalas más populares de la ruta de Hurtigruten es Tromsø, considerada la capital del Ártico y también uno de los lugares del mundo con mayor cantidad de avistamientos de auroras boreales. De hecho, existe aquí un centro universitario específicamente dedicado al estudio de ese fenómeno.

También está la llamada Catedral Ártica, llamativa construcción triangular firmada por Jan Inge Hovig, y que compite en originalidad con la biblioteca pública del lugar, gran escaparate de cristal que hace las veces de punto de encuentro para la población local y los visitantes durante las prolongadas veladas del invierno ártico.

Tromsø es también el punto de partida para varias excursiones que se adentran en el territorio de los samis y que permitan conocer la cultura y costumbres de este pueblo originario, presente aún en buena parte de Escandinavia. En invierno, además, se realizan rutas por la gélida estepa y por los bosques árticos a bordo de motos de nieve o trineos de perros, además de poder practicar senderismo sobre raquetas o esquí de fondo.

Trineo tirado por perros en Tromsø. Foto: Hurtigruten.

Unas cuantas millas marinas más y la ruta se adentra en el Mar de Barents, al que se asoma el encantador puerto de Honningsvåg donde en invierno se instala un curioso bar de hielo. Pero si por algo es relevante este lugar es porque desde aquí parten las incursiones (en lancha o en bus) hacia el cercano Cabo Norte, considerado el punto más septentrional del continente europeo (aunque se encuentre en una isla) y donde existe un interesantísimo centro de visitantes, amén de una tienda de recuerdos y un restaurante.

Si ya resulta impresionante la mole de piedra oscura que conforma el cabo, observarlo en medio de una tormenta de nieve hace entender que el espíritu de superación y de adaptación al medio de los humanos puede llegar a límites realmente sobrecogedores.

Siempre que el tiempo lo permita y la fuerza del mar respete la estabilidad de la nave, la noche antes de la llegada a Kirkenes tiene lugar un soberbio banquete a base de los mejores pescados y mariscos de la zona, entre los que el bacalao (llamado skrei durante los meses de desove, de enero a abril), el cangrejo real (cuyas patas alcanzan una envergadura de hasta 180 centímetros) y otros mariscos son protagonistas.

Cocina noruega. Foto: Agurtxane Concellon | Hurtigruten.

La mañana siguiente, quienes terminan la ruta en Kirkenes podrán seguir experimentando nuevas aventuras por el corazón de Finnmark, la región más septentrional y salvaje de Noruega. Mientras, el resto del pasaje seguirá disfrutando unos días más recorriendo el que (ya sin duda) es uno de los mares más bellos del planeta.

a.
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