Tartu: la joya de Estonia donde se vive la eterna juventud

La ciudad tiene cientos de años, pero su vida universitaria, el arte urbano, su cultura del café y su esencia cultural le imprimen una vitalidad constante

Festival en el centro histórico de Tartu. Foto: Visit Tartu

En Estonia todo es a pequeña escala. Este país de 45.000 km2 (un poco más que Extremadura) tiene al sur a una ciudad que sería una síntesis de la vida universitaria de Salamanca, Cambridge o Boloña. Se trata de Tartu.

Con unos 93.000 habitantes es la segunda ciudad más poblada del pequeño país báltico. Y a pesar de su reducidas dimensiones mantiene una activa vida cultural que se anima tras cada verano cuando los estudiantes literalmente invaden sus calles, terrazas, galerías de arte y parques.

La veterana ciudad llena de jóvenes

Tartu es una antigua ciudad que presume de juventud. Los registros más lejanos la nombran hacia el 1030, la más veterana entre las urbes medievales de la trilogía báltica, y aquí se fundó una de las primeras universidades del norte de Europa, en el 1632.

Tartu fue fundada hace más de 1.000 años junto al río Emajõgi. Foto: Visit Tartu

Tartu es sede de una de las primeras universidades del norte de Europa, fundada a mediados del siglo XVII

La pequeña villa destacó como centro generador de ideas e investigaciones. Aquí se fundó el primer periódico del país, esta es la cuna de los festivales de canciones de Estonia y en Tartú nació la compañía profesional de teatro Vanemuine, en 1870.

En su ejido se encuentran 11 facultades y centros universitarios, además de las sedes de los archivos nacionales y del Ministerio de Educación e Investigación.

En esta ciudad estudió Karl Ernst vos Baer, quien sentó los fundamentos de la embriología; y aquí Friedrich von Struve estableció el arco geodésico, que permitió calcular el tamaño y forma de la Tierra.

La moderna sede del Museo de Estonia. Foto: Visit Estonia.

La fama de intelectual se refleja hasta en su personalidades más famosas: la exmodelo de Victoria Secret Carmen Kass, que de niña vendía patatas y fresas en un mercado, actualmente es la presidenta de la liga nacional de ajedrez del país.

Eventos por doquier

Esta efervescencia cultural se refleja en la gran cantidad de eventos que se organizan, como los Días Hanseáticos, el festival de teatro Draama, el de cine tARTuFF y el de arte moderno y tendencias Aparaaditehas, en el complejo de antiguas industrias Widget Factory.

Arte urbano en Tartu. Foto: Märten Osijärv

Uno de los que tiene más renombre es el Stencibility, el festival de arte urbano que revoluciona las calles, muros, hangares abandonados y cualquier espacio donde los talentos del espray y el stencil pueden exhibir sus habilidades.

Tartu es una de las pocas ciudades donde sus autoridades impulsan con energía el arte urbano, lo que se ve en la gran cantidad de murales que adornan los barrios céntricos como los periféricos.

Los barrios

Entre ellos se encuentran los de Karlova y Supilinn, que además de su espíritu bohemio conserva sus tradicionales casas de madera, donde conviven vecinos de toda la vida con artistas que buscan espacios más auténticos para crear.

Mercadillo en el festival Apaaraditehas. Foto: Visit Tartu

El barrio histórico de Tartu presume de elegantes rincones medievales, de cuando la ciudad era una de las cuentas del poderoso rosario de la Liga Hanseática, que dominaba el comercio del noreste de Europa.

Tartu es una de las pocas ciudades donde sus autoridades impulsan con energía el arte urbano

También hay interesantes muestras de neoclasicismo, como el ayuntamiento local (con sus toques barrocos, como en la torre); y sitios curiosos como el Museo de Arte, una residencia de fines del siglo XVIII que está más inclinada que la Torre de Pisa.

Arquitectura moderna

La época soviética, más allá de la reconstrucción de varios edificios destruidos en la Segunda Guerra, aporto poco más que aburridos bloques racionalistas en las afueras.

Pero en los últimos años Tartu vio un renacer de la mano de la arquitectura moderna, como el emblemático Museo Nacional de Estonia, con su nueva sede de ángulos rectos y una fachada de vidrio y hormigón 335 metros de largo.

El centro de ciencias AHHAA, la Torre Caracol y el gimnasio de la Universidad de Ciencias de la Vida son algunas de otras muestras de arquitectura moderna, que llegaron de la mano del rápido crecimiento de empresas de tecnología.

Precisamente en esta ciudad se organiza el mayor certamen de negocios de los países bálticos, el sTARTUp Day.

A la hora de comer

Antes de que el duro invierno del norte congele al río Emajõgi y las calles se cubran de varios centímetros de nieve los habitantes de Tartu conquistan los coquetos cafés del centro de la ciudad.

Otras propuestas gastronómicas se pueden descubrir en el Mercado Central de Tartu, que se encuentra en un edificio racionalista cerca del río, donde un cerdo de metal da la bienvenida a una explosión de vegetales, embutidos y cervezas de todo tipo, como la Esimene Pruut, negra elaborada en base a cerezas.

Festival gastronómico Vía Hanseática. Foto: Visit Tartur

El festival de vino y comida de Tartu es el mejor catálogo para conocer los sabores de las campiñas de Estonia, pero quien se lo haya perdido tiene una nueva oportunidad con Tasty Tartu, otro evento pero más gourmet, donde cocineros de elegantes restaurantes presentan sus mejores propuestas.

Las tradiciones

Cada ciudad tiene su punto emblemático. Y en el caso de Tartu es la fuente de dos estudiantes fundidos en un beso de bronce, en una fuente frente al ayuntamiento.

La fuente del beso entre jóvenes, el punto más emblemático de Tartu. Foto: Visit Tartu

A un lado hay una piedra que se usaba para los sacrificios de las tribus pre-cristianas. Aquí los estudiantes suelen quemar sus cuadernos cuando terminan el año, y como corolario de antiguas tradiciones, se dice que quien pide un deseo y atraviesa sin respirar el Inglisid (Puente del Ángel), en el parque Toomemäe, se le cumplirá su voluntad.

Muchos piden regresar a esta ciudad del sur de Estonia.

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