Namur: escapada a la ciudad valona de los mil túneles

En la región de Valonia la encantadora villa de Namur tiene bajo sus pies siete kilómetros de túneles, un sofisticado complejo defensivo que se puede visitar en un fascinante viaje por el tiempo

Jambes Bridge crossing the river Meuse as it passes through the city of Namur in the Wallonia Region southern Belgium

Desde tiempos inmemoriales, los habitante de la antigua Valonia sabían que ese atalaya bajo la unión de los ríos Mosa y Sambre tenía una importancia estratégica.

Namur, capital de la región valona, tiene más de 2.000 años de historia, pero cobra más importancia en la Edad Media tardía y sobre todo en el siglo XVI, cuando bajo las casas y calles de barro se construyó una red de túneles que llegaron a totalizar siete kilómetros de largo.

Una ciudad inexpugnable

Este sistema defensivo fue clave para proteger la ciudadela de los continuos conflictos en que se vio envuelta, ya sea la Guerra de los Ochenta Años, la de la Gran Alianza y las guerras napoleónicas.

La tenaz defensa de Namur en la invasión napoleónica de 1794 fue una piedra en el zapato que las tropas francesas pudieron quitarse pero tras un gran esfuerzo

El río Mosa, visto desde la fortaleza de la ciudadela. Foto JL Flémal

Precisamente tras la tenaz defensa de Namur en la invasión de 1794 fue una piedra en el zapato que las tropas francesas pudieron quitarse pero tras un gran esfuerzo.

Al descubrir la red de túneles que habían servido para resguardar la ciudad, Napoleón no dudó en calificar a Namur como ‘la termitera de Europa’.

La ciudad, que se creía inexpugnable, cayó fácilmente en la Primera Guerra, y en la Segunda la devastación también se ensañó con ella, al estar en la primera línea del frente de la Batalla de las Ardenas.

Era evidente: la estrategia bélica había cambiado para siempre.

La ciudadela, construida en el siglo XI, cuenta con un interesante museo bélico.

Las huellas de una fortaleza ejemplar

En las visitas a la ciudad, donde el pasado bélico quedó bien enterrado, es posible transitar por esta red de túneles y la nueva ciudadela militar, llamada Terra Nova, para comprender el intrincado complejo defensivo de la villa.

Pero no son los únicos túneles. También se organizan visitas a las antiguas catacumbas de la ciudad, donde se transitan por 500 metros entre las galerías restauradas en una experiencia que se potencia con recursos como animaciones 3D y efectos de sonido.

En cuanto al complejo de Terra Nova, allí se despliega una exposición permanente con mapas, imágenes y videos que describen la historia de esta fortaleza valona desde los tiempos de los celtas y los romanos.

Sector boscoso cerca de la ciudadela. Foto Richard Dreze

En el casco histórico

Las calles del casco histórico de Namur, peatonales y llenas de pequeños restaurantes, boutiques y tiendas encantadoras, se puede recorrer a bordo de un tren turístico que entra en la antigua fortaleza.

Las calles del casco histórico de Namur, peatonales y llenas de pequeños restaurantes, boutiques y tiendas encantadoras, se puede recorrer a bordo de un tren turístico

La catedral de Saint-Aubain, el teatro, el antiguo campanario y el museo dedicado al ilustrador Félicien Rops (precursor del arte erótico en el siglo XIX) son otros hitos a tener en cuenta en la visita.

La ciudad tiene en marcha un proyecto para unir el centro con la antigua ciudadela en un teleférico, que será el primer sistema de transporte de este tipo en la región valona, junto con el futuro de Huy.

Vista de la ciudadela desde el río. Foto Denis Erroyaux

Las tradiciones gastronómicas

Seguramente a más de un visitante le llamará la atención la escultura en la Plaza de Armas de dos personas que tienen encerrado a un caracol, con otro a sus pies.

Se trata de los personajes de Françwès y Djoseph, creados por el dibujante Jean Legrand. El humor popular dice que los habitantes de Namur se toman la vida tan relajadamente que los caracoles se les escapan.

Pero lo cierto es que esta escultura es un guiño no solo a una ciudad que vive sin prisas, sino a la tradición culinaria de estos moluscos terrestres, de gran valor gastronómico.

¿La cuna de la patata frita?

Los habitantes de Namur juran por sus ancestros que la patata frita nació en su ciudad. La leyenda dice que durante generaciones en el río Mosa se pescaba la moralla, pez que se comía frito y era un sustento clave. Pero una helada en el siglo XVIII heló el curso y el hambre invadió los estómagos.

Algunos empezaron a freír bastones de patatas como sustituto, y comprobaron que el resultado era tan bueno o mejor.

Sea mito o verdad, las patatas fritas también están entre las mejores de Valonia. Habrá que probarlas.

a.
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