La contracultura, esa creativa olla a presión de la Cataluña de los ‘70

Una exposición en Barcelona recuerda el surgimiento de la contracultura, la movida 'underground' que descolocó al franquismo. Su comisario Pepe Ribas, cofundador de la revista Ajoblanco, analiza aquellos años de rebeldía creativa

Exposición de la contracultura

El visitante camina sobre las noticias oficiales.

Una exposición en Barcelona recuerda el surgimiento de la contracultura, la movida ‘underground’ que descolocó al franquismo. Su comisario Pepe Ribas, cofundador de la revista Ajoblanco, recuerda aquellos años de rebeldía creativa

Detrás de la fachada de la cultura oficial, a principios de los ’70 en Cataluña bullía un caldero de ideas de ruptura y libertad, de la búsqueda de oxígeno ante el puño cerrado del poder. Era un cóctel donde la ecología convivía con los fanzines, las drogas con la filosofía oriental, el hipismo con la artes de vanguardia, la psicodelia con el teatro de guerrilla.

Era la contracultura, el movimiento underground que descolocaba por igual a las autoridades guardianas de la moral y a las familias tradicionales.

El visitante camina sobre las noticias oficiales.
El visitante camina sobre las noticias oficiales.

La muestra de la contracultura

En el Palau Robert (Diagonal y Passeig de Gràcia, Barcelona) se presenta una muestra que recorre cronológicamente, a través de 700 piezas y numerosas referencias, la génesis, eclosión y posterior implosión de este movimiento, cuyas consignas han perdurado décadas después.

La exposición está comisariada por Pepe Ribas, cofundador de la mítica revista Ajo Blanco y autor de Los 70 a destajo.

La contracultura respondía a la necesidad de crear y vivir en libertad, y romper con las murallas del paternalismo familiar y político.

Pepe Ribas, cofundador de Ajo Blanco

En el podcast de Tendencias Hoy, este periodista y escritor recuerda que el movimiento contracultural surgió en Cataluña por varios factores: “la distancia con el poder central, la cercanía con la frontera francesa, porque había una sociedad burguesa y porque desde los ’60 fueron creciendo las editoriales progresistas”, describe.

El epicentro de la revolución subterránea

Fue un tsunami de pensamiento y acciones “que respondía a la necesidad de crear y vivir en libertad, y romper con las murallas del paternalismo familiar y político”.

La revista Star, símbolo de la contracultura.
La revista Star, símbolo de la contracultura.

Ribas sitúa el epicentro del terremoto contracultural en Las Ramblas, la Plaza Real y el Raval, “el Barrio Chino, donde no entraba el franquismo”, recuerda.

En esas calles se intercambiaban fanzines realizados con tanta creatividad como precariedad de medios, crecían las ideas de sexualidad libre, de denunciar la energía atómica y el sueño de vivir en comunas se intercambiaba con la misma fluidez que las drogas.

Jornada Catalana de la Mujer. Foto Pilar Aymerich
Jornada Catalana de la Mujer. Foto Pilar Aymerich

Era un escenario donde en la revista de escolanía de Montserrat se podía leer una pieza sobre los efectos del LSD, en que los boy scouts cantaban a Bob Dylan y Joan Baez, en que la poesía se podía tocar, donde se recuperaron espacios como el Grec para que el teatro saltara de los escenarios con nuevas formas de expresión.

“Sorprende el nivel de sabiduría de estos colectivos, que hablaban de sexo libre, de la anti psiquiatría, ecología, medicina natural o agricultura biológica”, apunta el comisario de la muestra.

Concierto de Canet Rock. Foto Pep Rigol
Concierto de Canet Rock. Foto Pep Rigol

El recorrido por la esencia underground

Al entrar en la exposición se ingresa en una cárcel, con un recordatorio de los delitos que eran penados, como el adulterio.

La única puerta a la libertad conduce a un escenario de comuna hippie, con almohadones, tazas de té y papel de fumar. “Solo falta la ‘china’”, bromea Ribas.

Ni bien se entra en la muestra del Palau Robert se ingresa a una cárcel. Y la puerta a la libertad lleva a la recreación de una comuna hippie

El recorrido sigue por una alfombra de diarios de la época, donde el visitante literalmente va pisando las noticias oficiales mientras sus ojos se concentran en el despliegue de colores de publicaciones como Star y Ajoblanco, los dibujos de Nazario y Mariscal, las fotos de festivales como Canet Rock y los carteles de bares, teatros y espacios donde fluía las corrientes subterráneas de la contracultura.

Portada de la revista Ajoblanco.

La contracultura, 50 años después

En la última parte, un cartel rojo con forma de explosión de cómic recuerda “el tiempo fue pasando, pero el individualismo, la fragmentación y la corrupción hicieron que esta historia acabe aquí”.

Muchos de los conceptos de esa contracultura han quedado impresos en la sociedad, otros fueron retomados décadas más tarde por movimientos como el 15M, pero vacío de contenidos.

Los recuerdos en la ciudad

“Es difícil poder vivir en un sistema alternativo, con una dependencia tan grande de la energía, el dinero y la tecnología. Antes con un papel y lápiz hacías cómics, poesías, o una revista como Ajoblanco, que no tenía publicidad y vendía 100.000 ejemplares”, analiza Ribas.

El fin de la exposición.
El fin de la exposición.

Su cofundador cree que sería muy difícil que se recupere el espíritu de esa publicación. “Nuestra cabeza es menos libre que al final del franquismo”, asegura, y dice que hay que tener en cuenta cómo fue el final de esa utopía. “Ahí están los gérmenes que se hicieron grandes y que nos comieron el coco hasta llegar a esta sociedad de lo políticamente correcto”.

Sin embargo, algunas trazas de aquel movimiento se puede descubrir, no solo en la muestra del Palau Robert, sino en diferentes lugares que han sobrevivido, como los bares Glaciar y London, en el Ocaña y el Cangrejo Rojo, en las escaleras de la Plaza del Rey donde se reunían los poetas o en la fuente de la Plaza Real que era una burbuja de ideas, porros, rebeldía y ganas de pasarlo bien.

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