Hong Kong: deseando densidad

Hong Kong pasó de ser un territorio vacío al sureste de China a uno de los lugares más densamente poblados del mundo; un conglomerado de colmenas en las que hay más negocio que arquitectura

Hong Kong es densidad. Foto: Manson Yim | Unsplash.

En 1842 Hong Kong se convirtió en puerto, almacén y colonia británica. La derrota de los chinos en la I Guerra del Opio (hubo dos) les obligó a ceder a los británicos, hasta 1997,  la isla de Hong Kong, después se sumarían la península de Kowloon, los Nuevos Territorios y las Islas Exteriores. Un enclave estratégico en el delta del río de las Perlas, en la provincia de Cantón, que conectó el comercio entre China y Occidente. Un lugar de identidad híbrida.

Desde entonces Hong Kong se transformó en una ciudad comercial, industrial y financiera, además de en un destino turístico y de compras. En paralelo, se construyeron rascacielos y se demolieron las antiguas viviendas coloniales tipo pareado londinense, al margen de una idea de ciudad. La construcción es un negocio. Los dirigentes de esta urbe estado que funciona como una empresa -su máxima autoridad al frente es una Jefa Ejecutiva, una CEO- hicieron del progreso y el desarrollo urbano coartadas para que todo lo anterior dejara de existir.

El cambio y la mixtura por ADN

La esencia de Hong Kong es el cambio, del que los hongkoneses son adictos. Aquí nada es para siempre. Una ciudad estado en la que se siente más la humedad que la temperatura. En la que hay más gente y coches Bentley que metros cuadrados habitables. Superficie en la que cabe el lujo, la miseria y todo lo demás.

Hong Kong tiene una densidad de 6.778 personas por km2. Foto: Robert Bye | Unsplash.

Como los restaurantes que se suceden en calles donde las farolas son los carteles de neón de los miles de negocios que hay en todas partes. Un horror vacui callejero en el que hay locales viviendas ocupando el espacio libre que dejan las escaleras de acceso a los edificios. La cantidad de personas que las suben y bajan a diario ridiculizan el tránsito que asciende y desciende las cuatro torres del Bernabéu antes y después de un partido del Real Madrid. Son escaleras en las que siempre es hora punta

En Hong Kong la densidad y la verticalidad se deben a una cuestión de negocio, no de falta de espacio

Chungking Mansions, en Nathan Road, es una maqueta de lo que es Hong Kong, la globalidad a escala de ciudad. Un edificio laberíntico de cinco bloques de 17 plantas en el que se concentran cinco mil personas de varias nacionalidades, credos y culturas de países en vías de desarrollo; nigerianos, pakistaníes, indios, etc.

Lo contrario sucede en la zona de Lan Kwai Fong. En este lugar del distrito Central de la isla de Hong Kong se juntan los expatriados procedentes de Europa, Estados Unidos, Canadá, Japón, Corea del Sur y Australia. También es aquí donde se elevan los rascacielos que son sedes de bancos, aseguradoras y otras empresas.

Las fuerzas del capitalismo saben cómo convertir su poder en belleza de vidrio, acero y aluminio en ese Puerto Perfumado que es y significa Hong Kong. Un minúsculo planeta que para tratar de entenderlo no está de más ver las películas de Wong Kar-wai, además de leer el libro que analiza su cine, escrito por Carlos F. Heredero y publicado por Cátedra, y La caja china, dirigida por Wayne Wang y protagonizada por Gong Li y Jeremy Irons.

Kowloon, Hong Kong. Foto: Skull Kat | Unsplash.

Del mismo modo que los  hongkoneses están enganchados al cambio, la mixtura es su identidad. La mayoría de ellos son chinos de la etnia Han y hablan cantonés. El mandarín es la lengua que les obligan a hablar desde Pekín y el inglés es un guiño a la comunidad de expatriados, para que su estado de confusión no alcance la paranoia. Desde 1997 Hong Kong se convirtió en un espacio de soberanía china denominado Región Administrativa Especial (SAR son sus siglas en inglés), bajo la fórmula un país, dos sistemas. Igual que la Tierra no deja de girar alrededor del Sol, el avance de China no lo detiene ni nada, ni nadie.

Densidad rodeada de espacio

Desde el aire, antes de aterrizar en el aeropuerto situado en una isla artificial, se observa como en Hong Kong la población y unos edificios altísimos pugnan por hacerse sitio entre el mar y la montaña. Un denso y vertical conjunto de hormigón que recuerda a un bosque de bambú rodeado de vegetación y espacio.

Hong Kong es una paradoja y un sitio en el que uno nunca está solo en la calle. Ocupa una superficie de 1.110 kilómetros cuadrados, poblada por unos 7,5 millones de habitantes, con una densidad de 6.778 personas por kilómetro cuadrado. Una de las más altas del mundo. En las Islas Feroe, que tiene una superficie similar, su población no llega a los 50 mil habitantes y su densidad es de 37 personas por kilómetro cuadrado.

En la edificación de Hong Kong priman los criterios de los inversores, no los de los arquitectos y urbanistas ni, muchos menos, los de la población

Esa concentración, enmarcada en una topografía peninsular e insular, de frondosa vegetación y montañosa, influye en la arquitectura de Hong Kong menos de lo que lo hace el dinero. En Hong Kong la densidad y la verticalidad se deben a una cuestión de negocio, no de falta de espacio.

Foto: Manson Yim | Unsplash.

Dice Íñigo Sánchez (35 años), un arquitecto madrileño que reside desde hace siete años allí y trabaja en un estudio local, que Hong Kong es una constante pérdida de oportunidades. Le da rabia caminar por el paseo marítimo de Tsim Sha Tsui y ver los sinsentidos que ve. Recintos y espacios inmensos que permanecen cerrados porque sólo se usan para celebrar eventos en ocasiones puntuales. En Hong Kong la privatización es la norma. Una ciudad en la que priman los criterios de los inversores, no los de los arquitectos y urbanistas y en donde a la población no le queda otra que acatar lo que le dicen. Sin protestar.

Enseñados a no quejarse

En Hong Kong no existe la crítica social porque las consecuencias para los protestantes son desproporcionadas. Sirva de ejemplo las manifestaciones de estos últimos meses en contra de la ley de seguridad nacional que ha aprobado China para reducir al máximo el papel de la oposición en esta SAR. La queja es un derecho que no existe y eso se refleja a la hora de construir y en la idea de ciudad que se tiene.

Esa opresión se suma al liberalismo, fuerza que Daniel Díez Martínez, arquitecto, crítico y profesor de la Universidad Politécnica de Madrid, nos recuerda que también moldea nuestras ciudades. Y nos invita a pensar en Manhattan, una isla que se pobló de rascacielos más para llenar los bolsillos de unos pocos especuladores que por una verdadera necesidad de espacio.

El suelo para el mejor postor

El metro cuadrado es el santo grial que buscan los inversores. Especuladores que cada año pujan en la venta de terreno que organiza el gobierno de Hong Kong. Subasta que les sirve para cuadrar unas cuentas a las que apenas llega dinero procedente de los impuestos. En Hong Kong lo público parece que es de mal gusto. La privatización y construir en vertical es más rentable para los que toman las decisiones y para los inversores, la mayoría de ellos de nacionalidad china. Íñigo describe Hong Kong como un monstruo por culpa de las políticas liberales extremas, llevadas a cabo con el beneplácito de las autoridades locales. El único criterio que se sigue a la hora de subastar el terreno es el precio, no el proyecto urbanístico.

Find Choi Hung. Foto: Florian Wehde | Unsplash.

Uno de los mayores propietarios de terreno es la empresa que gestiona el metro de Hong Kong, Mass Transit Railway Corporation (MTRC). Posee los derechos de construcción encima de cada estación de metro, de esta manera puede construir bienes inmuebles. Motivo por el que su incidencia en la arquitectura y el desarrollo urbanístico de la ciudad estado es notable y muy provechosa para sus propios intereses.

Gracias al capital privado, los hongkoneses y expatriados disfrutan de una red de metro de las mejores y más eficientes del mundo. Una población a la que les es muy caro poseer un vehículo propio. Entre un metro y otro no pasa un minuto. Es la única frecuencia posible para poder desplazar de manera efectiva a la población de Hong Kong, de lo urbano a la naturaleza en un breve lapso de tiempo. El subsuelo de Hong Kong está mejor gestionado que su superficie.

Concentración y vértigo

Los rascacielos del distrito Central ni son las únicas torres que hay en Hong Kong ni todas son centros estratégicos de multinacionales bancarias y bursátiles. En muchas de esas torres la gente vive. Familias, parejas y gente sola en cuarenta o treinta metros cuadrados. También en menos.

El edificio Yick Cheong, tan destartalado como fotografiado, es una mole de cemento, un conjunto de cinco edificios conectados. Las 18 plantas de cada uno de ellos albergan 40 apartamentos por piso. En los 40 metros cuadrados de cada vivienda residen familias trabajadoras procedentes de China continental durante la segunda mitad del siglo XX. Como fue el caso del mencionado director de cine Wong Kar-wai.

Yick Cheong Building. Foto: Meriç Dagli | Unsplash.

Menos fotografiadas por la plaga de turistas caza Me gustas, son las torres residenciales de la isla Ap Lei Chau, anexa a la de Hong Kong, la segunda más densa del mundo. 86.000 habitantes en una superficie de 1,3 kilómetros cuadrados, 66.000 personas por kilómetro cuadrado.

Las  altísimas y delgadas torres de esta isla y del resto de Hong Kong se construyen usando la antigua técnica de los andamios de bambú. Es un recurso barato, resistente, capaz de aguantar los tifones, fenómeno meteorológico que suele visitar todos los años Hong Kong, y que se montan y desmontan más rápido que los andamios metálicos.

Hong Kong es una de las ciudades más caras del mundo, también cuenta con el mayor número de celdas fuera de un recinto penitenciario y monástico. Jaulas a precio de la madrileña zona de Retiro. Un alquiler medio de un piso entre 40 y 50 metros cuadrados oscila entre los dos y cinco mil euros al mes, dependiendo de la zona y de las instalaciones del edificio. Edificios en los que no existe ni el concepto de comunidad de vecinos, ni el de derrama. Cada apartamento es asunto de su propietario y/o inquilino, razón por la que las fachadas de muchos de ellos están en un estado decadente.

Rodeados de naturaleza gracias a la densidad

Hong Kong lo perfilan un conjunto de intereses individuales. Su emplazamiento geográfico es su valor añadido. Gracias a la densidad, derivada de esa venta de terreno en subasta, los núcleos urbanos de Hong Kong están rodeados de naturaleza. Se pueden subir montañas, como Lion Rock, y/o remar en el mar de China Meridional sin apenas tener que hacer grandes desplazamientos. El mar y la montaña están integrados en la ciudad.

Ap Lei Chau, Hong Kong. Foto: Getty Images.

Daniel Díez dice que la densidad no es un problema y nos recuerda que muchas de nuestras ciudades y barrios favoritos; Ámsterdam o Nueva York y Chamberí en Madrid y Triana en Sevilla, son lugares densos. No de población, pero sí de densidad funcional y social. Lista de lugares a la que hay que añadir esta hiperpoblada caja china. Hong Kong es un lugar de deseo y tránsito. Aquí se viene a ganar dinero y a decir adiós.

a.
Ahora en portada