Guayaquil: una perla fluvial y pacífica

Guayaquil, a orillas del río Guayas, luce pintorescas plazas, exuberantes parques, iglesias, museos, malecones y el histórico barrio Las Peñas

Las Peñas, Cerro Santa Ana, Guayaquil. Foto: Getty Images.

Los 283.561 kilómetros cuadrados que tiene Ecuador le convierten en uno de los países más pequeños de Latinoamérica. Reducida superficie en la que de Este a Oeste se suceden los cuatro mundos en los que se divide el país: Amazonía, Andes, costa y las islas Galápagos. La ciudad de Guayaquil, en la desembocadura del río Guayas, hace parte del mundo costero, como puerta de entrada a las playas del Pacífico y a las Islas Galápagos.

Cuenta una leyenda que el nombre de la ciudad es la unión de Guayas, un cacique de la tribu huancavilca, y su esposa Quil, quienes vivían en la zona en época de los incas. Al verse acorralado por los españoles en el momento de la conquista, Guayas arrojó a su esposa al río para después matarse él y así no tener que someterse a los conquistadores. La unión en el sacrificio de esta pareja recordaría para siempre el nombre del lugar.

Menos legendaria es la versión que dice que el nombre de la ciudad es el de Guayaquilca, que significa en lengua tsátchila “nuestra casa grande”.

Barrio Las Peñas, Guayaquil. Foto: Getty Images.

La historia de Guayaquil está plagada de invasiones y desastres. Por una parte, fue acosada desde el continente por los indios, chonos principalmente, y por el mar, por los piratas y corsarios. A los destrozos provocados por el hombre hay que sumar los continuos incendios y terribles pestes que ha sufrido. Esta ciudad, debido a las sucesivas destrucciones que causó el fuego, conserva pocos monumentos históricos, pero aun así mantiene todavía intactas alguna de las calles del centro histórico, así como otros edificios de interés que han podido ser rehabilitados.

Una perla comercial

La ciudad es conocida como la ‘Perla del Pacífico’, más que por su belleza por el carácter comercial que le impronta su puerto fluvial Simón Bolívar, en el que se exporta e importa el 80% de las mercancías que comercia Ecuador: bananos, cocoteros, cacao, arroz y camarones, son los principales productos que manda al extranjero.

Con 400 años de historia, el barrio de las Peñas es el más antiguo de Guayaquil aunque no ha dejado ni un momento de mutar

Sus casi dos millones y medio de habitantes disfrutan de un temperatura calurosa y húmeda todo el año, sobre todo para los que no están acostumbrados. Clima, sin embargo, que parecen llevar muy bien las iguanas, tortugas y aves que pueblan el afrancesado Parque Seminario, muy cerca de la catedral del apóstol san Pedro.

Más reciente y laico es su Malecón 2000 Simón Bolívar, la gran atracción de la ciudad y una vía que comunica los principales lugares de interés turístico de interés entre sí. Un recorrido por la historia de Guayaquil y Ecuador a orillas del río Guayas.

Por el camino se van sucediendo el Palacio de Cristal, la Plaza de la Integración de América Latina, la Plaza Olmedo, el muelle del barco Morgan (desde donde es posible embarcarse y realizar un crucero fluvial por el Guayas), la escultura de Juan Pueblo, la Torre Moorish y la Torre del Reloj, el pasaje de los presidentes guayaquileños, la Torre Vigía, el Centro Cultural Simón Bolívar, la Fuente en la calle Junín, la Plaza Neoclásica y el monumento de los Libertadores.

Barrio Las Peñas

Al norte del malecón se encuentra el barrio Las Peñas. Sus cuatrocientos años de historia lo convierten en el barrio más antiguo de Guayaquil. Fue aquí, cuando este lugar era una colina con peñascos, pedregones y rocas calcáreas, donde los españoles se asentaron en el momento de su llegada y fundaron la ciudad.

Desde entonces no ha dejado de mutar. Este barrio, de origen colonial, al principio fue un lugar de descanso para los guayaquileños adinerados. Por dos veces un incendio lo destruyó y siempre se volvió a levantar. Al reconstruirse dejó de ser colonial y pasó a estrenar estilo republicano. Sus nuevos moradores fueron artesanos y pescadores.

Las Peñas. Foto: Ana Paula Izurieta | Unsplash.

Después, en el siglo XX, fue ocupado por las familias que hicieron fortuna con el boom del cacaotero (las casas con balcones de madera que hoy vemos son de esa época). Hay quien asegura que Ernesto “Che” Guevara, Ernest Hemingway y Pablo Neruda pasaron una temporada en Las Peñas.

El barrio ocupa el cerro de santa Ana. A sus pies toman posiciones los músicos conocidos como lagarteros. Músicos callejeros armados con guitarra, acordeón y otros instrumentos que se arrancan a cantar valses, boleros y pasillos, la música tradicional ecuatoriana, del venerado Julio Jaramillo, el “Ruiseñor de las Américas”, y amenizan un encantador paseo en el que no se deja de subir y bajar escaleras y serpentear por un piso empedrado y flanqueado por fachadas azules, amarillas, rosas y verdes de las que cuelgan balcones.

Destaca la calle de Numa Pompilio Llona que lleva por nombre el de un poeta y filósofo guayaquileño. En ella se suceden las casas patrimoniales, construidas en madera y con estilos de influencia europea: balcones al gusto francés, ventanas tipo chazas y toques navales, por aquello de ser una ciudad de puerto.

Cerro Santa Ana. Foto: Wikimedia Commons.

Puerto de Santa Ana

Al final de esta célebre calle, en el puerto de Santa Ana, se suceden tres museos: el de la Música Popular Julio Jaramillo, el de los Equipos del Astillero: Barcelona y Emelec y el de la Cerveza.

El primero es un museo dedicado a un símbolo de la música nacional. El segundo es la manera que tiene la ciudad de homenajear a los dos equipos de Guayaquil. Ambos clubes se fundaron en la década de 1920 en el barrio del Astillero (aquí se hacían las embarcaciones fluviales). El Barcelona es el equipo más laureado de Ecuador, el Emelec es un club que nació en la Empresa Eléctrica del Ecuador.

El tercero ocupa el mismo espació en el que funcionó la Cervecería Nacional (desde 1887), donde también se fabricaba hielo. En sus salas se puede, por ejemplo, ver la historia de esta bebida en el mundo y los más de 100 años de ella en Guayaquil. Muy cerca de ellos se encuentra el lujoso hotel Wyndham.

Faro de Guayaquil. Foto: Williamslay | Pixabay.

La escalinata Diego Noboa asciende hasta lo alto del cerro de santa Ana. A lo largo de la subida se suceden cafés, restaurantes, bares y talleres de artesanía. Las palmeras tampoco faltan. Entre lugar y lugar que uno ve se puede parar en algún local y tomar un café o una cerveza.

Los grandes hitos del sitio son la iglesia de san Francisco de Guzmán, la Capilla del cerro y el Museo Naval El Fortín del cerro de santa Ana. El faro que remata la cima es un excelente mirador desde el que contemplar el estuario del Guayas, formado por la intersección de los ríos Babahoyo y Daule, Guayaquil y la isla Santay. Un paisaje rodeado de humedales y manglares que deja entrever la conexión de la ciudad con el Pacífico. Océano del que dice la canción que Guayaquil es su perla.

Tú eres perla que surgiste
del más grande e ignoto mar,
y si al son de su arrullar
en jardín te convertiste;
soberana en sus empeños
nuestro Dios formó un pensil
con tus bellas Guayaquil;
Guayaquil de mis ensueños.

a.
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