Cinco ideas para viajar en clave verde (y disfrutar más)

No hace falta llegar a un ecologismo radical: con pequeñas acciones se puede disfrutar mejor de un viaje y sin comprometer al medio ambiente

La marea verde hace tiempo que conquista al sector de los viajes, pero todavía queda mucho camino por recorrer. Hay medios de transporte contaminantes, productos que inducen al consumo de plásticos y pesticidas, y vastas regiones de mundo no tienen ni siquiera la posibilidad de pensar en clave ecológica.

Pero cada viajero puede hacer su pequeña aportación, y si crece la tendencia mundial de buscar alternativas más sostenibles, muchos sectores de la industria no tendrán otra opción que adaptarse.

Usar transportes alternativos

Los viajes en avión son responsables del 2% de las emisiones de dióxido de carbono, pero es un sector que está creciendo de forma acelerada.

Algunas aerolíneas como KLM lanzaron campañas para promover medios de transportes alternativos como el tren cuando la distancia entre dos ciudades es muy corta; mientras que en ciudades como Barcelona sus autoridades exigen que conexiones aéreas como el puente aéreo con Madrid sea eliminado a favor del tren de alta velocidad.

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Hasta que los coches a combustión sean reemplazados por los vehículos eléctricos hay otras opciones en la mano, como compartir trayectos con otros viajeros (para ello hay multitudes de aplicaciones como Blablacar); u optar por formas de ‘slow travel’ como los viajes en tren.

Suecia tiene cientos de kilómetros de senderos para descubrir en bicicleta. Foto: Magnus Andersson - Visit Sweden.

La bicicleta es una de las formas más sostenibles de conocer un paisaje. Foto: Magnus Andersson – Visit Sweden.

Esta última opción permite una inmersión mayor en los destinos que se visitan, y es una manera más interesante de descubrir paisajes y culturas.

En el destino, lo mejor es caminar. O andar en bicicleta, ya sea mecánica o eléctrica, para los que se cansan rápidamente. Y así, evitar el uso de los autobuses o el alquiler de coches.

Apostar por lo local

Al momento de visitar una ciudad, hay que preguntar dónde está el mercado local. Su descubrimiento aporta varias ventajas: es la mejor manera de conocer el alma de un pueblo o barrio, y mucho más divertido que los anónimos pasillos de un gran supermercado.

Las paradas venden productos a granel, y si uno llega con su bolsa de tela, no hay necesidad de usar envoltorios plásticos. Si es que no hay forma o tiempo de cocinar, una de las mejores experiencias gastronómicas es probar las delicias locales en los bares del mercado.

Los mercados locales son más divertidos y sostenibles que las grandes superficies, y sus productos de cercanías contribuyen a un consumo sostenible

Las frutas, verduras, carnes y otros productos que se venden provienen de las cercanías, por lo que se reducen notablemente las emisiones de los transportes de mercancías.

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Comprar en los mercados es más ecológico y permite conocer el alma de un pueblo.

En una ciudad o pueblo muchos viajeros prefieren alojarse en casas particulares, incluso compartiendo el hogar, antes que en anónimos hoteles de cadena; que pueden ser más lujosos, pero que no ofrecen la misma experiencia local.

Evitar el uso de plásticos

Cada vez más aerolíneas, hoteles y compañías de cruceros limitan los plásticos de un solo uso. Pero estos seguirán existiendo en la medida en que haya una demanda de consumo.

Dicho de otra forma: la forma más efectiva de reducir su presencia es no usarlo. Por ejemplo, un botellín de aluminio servirá para recargar agua en fuentes de parques y aeropuertos; y sin necesidad de comprar agua mineral.

[Para leer más: Baleares quiere erradicar los residuos plásticos de los hoteles]

En los países donde es más difícil conseguir agua potable se puede comprar un gran bidón de cinco u ocho litros y cargar la botella de aluminio antes de emprender el paseo.

Las botellas de plástico de un solo uso estarán prohibidas en el aeropuerto de San Francisco. Foto: Jonathan Chng-Unsplash

Las botellas de plástico de un solo uso estarán prohibidas en aeropuertos como el de San Francisco. Foto: Jonathan Chng-Unsplash

Las pajitas de aluminio o bambú se pueden conseguir en cualquier tienda, y tampoco es raro que uno tenga a mano su propia taza para que le sirvan café para llevar. Gracias a esta iniciativa se pueden conseguir buenos descuentos en cadenas como Starbucks.

[Para leer más: Estos son los trucos de los hoteles para ser más ecológicos]

Si se pasa el día en la playa o en la montaña, no hay necesidad de envolver los bocadillos en papel film o de aluminio cuando un tupper protege mejor.

Ser voluntario

Una forma alternativa de viajar es participar en algún programa de voluntariado. La experiencia es diferente, no se trata de viajar para hacer selfies frente a monumentos, sino en conocer la cultura local de una manera más profunda.

Muchos programas de voluntariado ayudan a limpiar playas, ríos y bosques; y otros cuidan a la fauna que sufre por la presencia de residuos plásticos y combustibles

Varios de estos programas tienen un cariz ecológico, que pueden ser desde proteger las aves, cetáceos y reptiles que llegan heridos a las costas a las acciones de limpieza de playas o bosques.

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Muchas ONGs realizan tareas de limpieza de playas, ríos y bosques.

Si no hay tiempo de sumarse a estas iniciativas, muchos hoteles ofrecen una experiencia sostenible a sus huéspedes: por ejemplo, la cadena de hoteles Scandic Vulkan de Oslo enseña cómo recoger la miel de los panales instalados en su techo (y de paso, probarla en su desayuno).

No generar desperdicios

Uno de los grandes problemas de la alimentación es su despilfarro. Millones de toneladas de alimentos elaborados termina en la basura por su consumo excesivo.

Aunque sea muy tentador, no hace falta acudir en masa al buffet el primer día de crucero. Foto: Asiya Kiev - Unsplash.

No hace falta servirse en exceso en un buffet. Foto: Asiya Kiev – Unsplash.

Muchos cruceros, aviones, hoteles y restaurantes tienen políticas para reducir estos desperdicios, pero los consumidores pueden aportar su cuota de varias formas: no sirviéndose en exceso en los desayunos y buffets, solicitando que la comida sobrante sea envuelta para llevar, y evitar la compra compulsiva de alimentos perecederos para regalar y que luego se arruinan por estar mal conservados.

Esto también vale a la hora de llevar recuerdos para obsequiar a parientes y conocidos. ¿Cuál será el destino de ese imán, esa mini estatua de la Venus de Milo o la Esfinge de Giza de acrílico? Si va a terminar en un cajón, mejor ni regalarlo.

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