BAe 146: de avión de pasajeros al laboratorio volador más grande de Europa

Un avión de pasajeros reconvertido en laboratorio volador investiga a miles de metros de altura los desafíos ambientales más acuciantes del mundo

Foto: FAAM.

El 14 de abril de 2010, el volcán Eyjafjallajökul, en Islandia, inició una violenta erupción. De naturaleza explosiva y localizada en el cráter superior, provocó el deshielo del glaciar en el que se encuentra e inundaciones en los ríos cercanos, obligando a la evacuación de más de 800 personas. Además, arrojó 250 millones de metros cúbicos de ceniza volcánica a la atmósfera que llegaron a los 11.000 metros de altura y se extendieron por un área de miles de km2, sembrando un caos que causó la interrupción del tráfico aéreo en el noroeste de Europa –ni siquiera se había producido tras los atentados de 11-S- y el cierre de aeropuertos, así como la cancelación de más de 20.000 vuelos. Las pérdidas se estimaron en más de 1.000 millones de euros.

En medio del caos que dejó al grueso de los aviones en tierra, una aeronave comenzó a sobrevolar la zona con la misión de mapear la columna de humo volcánico que finalmente permitiría reabrir el espacio aéreo, acabar con la situación de miles de pasajeros varados y reducir el impacto económico: el Airborne Laboratory

Operado por Facility for Airborne Atmospheric Measurements (FAAM), se trata del mayor laboratorio volador que existe hoy en día en Europa, encargado de realizar todo tipo de investigaciones, especialmente relacionadas con los desafíos ambientales más acuciantes de la actualidad, entre ellos el cambio climático y los fenómenos meteorológicos extremos como el del volcán islandés. 

El avión es un BAe 146-301 modificado. Foto: FAAM.

Un laboratorio volante 

El principal activo de FAAM es precisamente este gran laboratorio volador, con sede en la universidad de Cranfield (Bedforshire, Inglaterra) diseñado a partir de un reactor de cuatro motores British Aerospace 146 tipo 301.  

La compañía, posteriormente BAE Systems, construyó estos aviones entre 1983 y 2002 dedicados a la aviación comercial con una capacidad de entre 70 y 128 plazas, aunque también con versiones militares y de carga. Lufthansa, Eurowings, Easyjet, Air France, Aer Lingus o las españolas Air Nostrum y Binter son algunas de las más de 50 aerolíneas que las han operado en todo el mundo.

Con un alcance de 2000 millas náuticas, la aeronave FAAM es capaz de operar en todo el mundo con la excepción de la Antártida

Pero el de FAAM no es un modelo al uso. Reconfigurado para adaptarse a sus necesidades, ahora científicas, comenzó a volar en 2004 dentro de este programa que se enmarca en el Centro Nacional de Ciencias Atmosféricas (NCAS) del Reino Unido. Desde entonces ha completado más de 15.000 vuelos y 2 millones de millas, con un promedio de 400 horas de vuelo al año en misiones en todo el mundo, con la única excepción de La Antártida. Ha desarrollado investigaciones en más de 30 países diferentes de Europa, América del Norte y del Sur, África y Asia

En noviembre de 2020 fue respaldado por una nueva inversión de 61 millones de libras (70,38 millones de euros) que le permitirán continuar con su tarea al menos durante otros 10 años. Según explica el director de FAAM, Alan Woolley, desde la medición de la microfísica de las nubes a la detección de elementos químicos complejos, la aeronave es un laboratorio volador de gran capacidad. Sus misiones, apunta, arrojan información sobre los modelos climáticos o, lo que es lo mismo, “nos ayuda a comprender cómo cambiará el clima con el tiempo”.  

FAAM colabora con gobiernos, empresas y universidades. Foto: FAAM.

De este modo, comprendiendo cómo funciona el medio ambiente –en este caso, a través del estudio de la atmósfera-, “ayuda a los científicos y la sociedad a abordar los desafíos ambientales que se avecinan, incluidos el cambio climático, la contaminación del aire y el clima extremo”.

Laboratorio de altos vuelos 

Por dentro, el avión no se parece mucho a las cabinas de los aparatos comerciales. Las filas de asientos han sido sustituidas por equipos científicos, mientras que el espacio dedicado a maletas lo ocupan maquinaria y cableados. En lugar de turistas y ocupados hombres y mujeres de negocios, en sus vuelos viajan investigadores, hasta un total de 18 científicos, ingenieros y técnicos por misión. 

El avión, con alcance de 2.000 millas náuticas, puede volar a más de 10.000 metros de altura (35.000 pies) pero también a apenas 15 metros sobre el mar, por ejemplo, para estudiar las complejas interacciones entre la atmósfera y las mareas. Debido a la pericia necesaria para llevar a cabo este tipo de misiones, expilotos de la Real Fuerza Aérea Británica suelen encontrarse a los mandos del aparato. 

FAAM ha llevado a cabo campañas científicas en más de 30 países diferentes desde 2004, de Europa a América del Norte y del Sur, África y Asia

Para mayor seguridad en este tipo de misiones, la nave fue modificada elevando los motores del suelo. También cuenta con tanques de combustible mayores de los habituales. Por las propias características del modelo BAe 146, es el reactor más silencioso en su tipo y puede realizar despegues y aterrizajes cortos permitiendo operar en pistas especialmente cortas, de tierra o hielo. 

Alrededor de cuatro toneladas en equipos (el equipamiento varía y se adapta según el proyecto) vuelan en su interior para permitir sus investigaciones. Aunque no dispone de ventanas, diferentes entradas permiten aspirar el aire que se analiza en busca de gases y partículas de nubes, humo, niebla, polvo y diferentes contaminantes que se capturan también mediante sondas que cuelgan de las alas para su posterior análisis.  

Todos los datos de sus investigaciones se recogen en el Centro de Análisis de Datos Ambientales (CEDA). 

Sonda para medir partículas de las nubes. Foto. FAAM.

Misiones 

En sus 16 años de historia, el avión-laboratorio ha participado en proyectos en colaboración con gobiernos, empresas y universidades que incluyen la búsqueda de ceniza durante la erupción volcánica de Eyjafjallajökull de 2010, la fuga de gases de la plataforma Elgin de la petrolera Total a 150 millas de la costa de Escocia, o la localización de contaminantes en las tormentas de polvo en Cabo Verde. 

Otro proyecto, desarrollado en 2016, analizaba los monzones en La India con la finalidad de predecir los patrones de lluvia, lo que podría contribuir a garantizar la seguridad alimentaria. Entre los últimos trabajos, el avión se encuentra analizando las rutas de navegación en el Atlántico Norte con el fin de medir el impacto del transporte marítimo en el clima. 

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