Tren de Sóller: un viaje en el tiempo por los valles de Mallorca

Desde hace más de un siglo que en Mallorca circula un tren de trocha angosta que conduce desde Palma hasta la agradable villa costera de Sóller

Este ferrocarril de Mallorca inició su andadura en 1912. Foto: Tren de Sóller

El 16 de abril de 1912 los diarios informaban que en el Atlántico Norte el Titanic se había hundido tras chocar con un iceberg. Pero en el pueblo de Sóller, en la costa noroeste de Mallorca, estaban más pendientes de su nuevo símbolo de progreso: ese día se inauguraba el tren que comunicaba con Palma.

El Tren de Sóller fue trazado en un ancho de vía de 914 mm, la denominada yarda inglesa, lo que actualmente es una rareza en el panorama ferroviario nacional.

Más de 100 años en excelente estado de salud

Sus cuatro vagones fabricados por Carde & Escoriaza eran impulsados por locomotoras llamadas Palma, Sóller, Buñola y Son Sardina. Al año siguiente las comunicaciones mejoraron aún más con la inauguración del primer (y último) tranvía eléctrico de Mallorca, que unía al centro del pueblo con el puerto.

[Para leer más: El viejo tren a vapor vuelve a los valles del País Vasco]

A mediados del siglo pasado el ferrocarril se electrificó, y desde entonces estos dos medios de transporte continúan circulando con el mismo vigor que hace más de 100 años, en un viaje que parece salir del túnel del tiempo.

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El Tren de Sóller circula desde 1912. Foto: Tren de Sóller

La ruptura de la barrera de la sierra

Hay dos servicios diarios que parten desde Palma, y atraviesan la barrera natural de la Sierra de Alfàbia, un macizo de 2,8 kilómetros de ancho y casi 500 metros de alto que frenaba las comunicaciones terrestres entre la capital mallorquina y Sóller, que necesitaban hasta diez horas de viaje por caminos tortuosos.

El ferrocarril permitió agilizar las comunicaciones entre Palma y el pueblo, frenadas por las sierras de la Tramuntana y la de Sóller

En su trayecto este pequeño ferrocarril se anima a superar un desnivel de 199 metros en un tramo de siete kilómetros, atraviesa trece túneles (el más largo llega a los 2,8 kilómetros) conserva el equilibrio en varios viaductos como el de los Cinco Puentes (con luces de ocho metros de altura) y circula por varias curvas, algunas con radios inferiores a los 190 metros.

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El trayecto de 27 km se realiza en una hora. Foto: Tren de Sóller

Un viaje para relajarse

El trayecto en total tiene 27,3 kilómetros y se realiza en una hora. Los vagones está conservados como en 1912, con su estructura de madera y su tapizado de cuero, que se pueden mover para compartir las plazas con dos o cuatro personas.

Incluso también hay un vagón de primera clase dotado de sofás, que permiten tener una experiencia de viaje más placentera.

 

El recorrido es acompañado por la silueta de la Sierra de Tramuntana, donde los campos y sembradíos luego dan paso desde Bunyola a un vergel que prologa a las sierras, tierras productoras de excelentes naranjas que no se pueden dejar de probar.

En algunos puntos, como en los apeaderos de Caubet o Can Tambor es posible tener una pausa para estirar las piernas, y la parada en el Mirador des Pujol d’En Banya todas las cámaras y móviles disparan sus ráfagas para atrapar al paisaje.

El tranvía

Una vez que se llega a Sóller se puede enlazar con el simpático tranvía que lleva hasta el puerto, en un trayecto de cinco kilómetros hasta la zona portuaria.

El viaje en tren se enlaza con el tranvía, también centenario y en un excelente estado de conservación

Si bien el trazado se pensó para el transporte de pasajeros, el servicio también se usó para cargas de pescado fresco, frutos, carbón y hasta municiones y torpedos.

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El tranvía eléctrico es contemporáneo al tren. Foto: Tren de Sóller

Qué ver en Sóller

La estación de Sóller con su estética modernista sigue conservando su encanto, en donde se pueden ver reproducciones de Pablo Picasso y Joan Miró.

En la villa vale la pena conocer la iglesia de San Bartolomé, de interior gótico y  fachada modernista. Las huellas de este estilo también se pueden rastrear en el museo de Can Prunera, que incluso acoge una importante colección de muñecas antiguas.

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