Son jugadores, señores gobernantes, van de farol

No hace mucho supimos que el macroproyecto Las Vegas Sands no vería la luz en España. Sus promotores habían intentando cambiar todo lo modificable (leyes incluidas) y al final no se sintieron tan arropados por las administraciones como deseaban a la par que tenían unos problemas serios de financiación. España se queda sin los casinos del magnate judio-estadounidense Sheldon Adelson.

Cuando Barcelona perdió la posibilidad de hacer ese primer proyecto fallido, la Generalitat se sacó sorpresivamente de la manga la alternativa Barcelona World, que promueve el también empresario Enrique Bañuelos con su sociedad Veremonte. Pese al nombre se haría en Tarragona, en las inmediaciones de Port Aventura, y La Caixa intentaría poner en valor los terrenos que posee en la zona fruto de su paso por el parque temático como accionista de referencia durante muchos años.
 

 
La extorsión es un modelo que ha cuajado en la mente de algunos personajes que se consideran empresarios

 
Ahora llega un conocido de la afición barcelonesa, el consejero delegado de Veremonte, Xavier Adserà, y advierte muy seriamente a los políticos catalanes de que o bien reducen los impuestos del juego en su territorio o BCN World, o como se apode en su momento, se hará en otro emplazamiento. Menudo farol. Lo más probable es que ese proyecto no lo veamos alumbrar.

No es sólo un dejà vu, es un modelo de extorsión político-empresarial que parece haber cuajado en la mente de algunos personajes que se autodenominan empresarios. Toda la vida, un emprendedor calibraba antes de invertir la localización de su futuro negocio. Y sabía que si compraba en el paseo de Gracia o en la calle Serrano el IBI sería mayor que en el extrarradio. Se sopesaban los pros y contras y con ese análisis se decidía.

Esta actitud tan pedigüeña debe ser fruto de los despropósitos formativos de alguna escuela de negocios, esas que reparten títulos a cualquier notable y más aún si emparenta con la casa real. O se justifica así o es pura desfachatez. Como ciudadano empiezo a sentirme harto de que la gran mayoría debamos cumplir religiosamente con nuestros impuestos mientras otros los consideran moneda de cambio de un negocio o, sencillamente, un negocio en sí mismo. Un poco de respeto a los paganos, ¿no?

a.
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